Más allá de la lactancia

El pasado sábado, en el Suplemento de Salud del periódico Información, publicaba este artículo.

Desde el primer momento en que nace el hijo se establece un diálogo, en el amplio sentido de la palabra, entre madre e hijo. En esta interacción, el acto de dar de mamar encierra una enorme trascendencia. Claro que va a haber muchas interacciones a lo largo del día, pero que duda cabe que ese acto natural, tan íntimo y tantas veces repetido a lo largo del día va estableciendo, desde el mismo momento del nacimiento, todo un diálogo: el niño capta infinitas modalidades del lenguaje preverbal con que la madre “le habla”, en los gestos corporales, en su actitud de acogida o no, al dirigirle palabras que no entenderá pero sí “sentirá” su melodía… En definitiva, en el tiempo de la lactancia intervienen todos los elementos de la interacción, todos los matices: el modo de cogerle, colocarle, la actitud de acogida en el hueco de los brazos que facilita la succión, los intercambios corporales entre ambos cuerpos que van ajustando sus posturas para proporcionar bienestar y relax al niño que mama y a la madre que está dando de mamar, el contacto piel a piel, la envoltura de las palabras que la madre le dice, de la mirada, de la sonrisa, el olor de la leche y el olor del cuerpo de la madre que le calma…y el gusto y calor de la leche que le nutre. A través de este diálogo el niño percibe la aceptación o el rechazo, es el tono emocional de la madre el que cala en las estructuras emocionales en formación del hijo y las modela.

Los primeros días de lactancia se pueden considerar como un periodo de “aprendizaje”, adaptarse el uno al otro es la gran tarea. La lactancia no es sólo un acto nutritivo sino que sienta las bases de las primeras relaciones, de gran trascendencia para la salud mental de ese niño que ahora tenemos en nuestros brazos. Más allá del acto de alimentar, en todas las interacciones del hijo con su cuidador principal, generalmente la madre, el niño experimentará una relación continua, íntima y cálida y esas relaciones tempranas son vitales y determinantes del funcionamiento de la personalidad en el futuro. Dicho en negativo: La falta de cuidados maternos tiene consecuencias perdurables que pueden afectar gravemente el desarrollo mental, emocional, intelectual, social y físico de las personas.

Son ya muchos años de estudio, desde la década de los años 40, y podemos decir que el trato que los niños reciben desde que nacen por parte de su madre, o de su cuidador principal, estructura y organiza funcionalmente su mente, su cerebro, lo que se reflejará en su forma de ser, de relacionarse con las personas y de afrontar la realidad.

No es una cuestión teórica, es un verdadero impacto en el desarrollo futuro de ese niño, de ahí la necesidad de cuidar esos primeros meses del hijo a todos los niveles, de tener previsto cómo mantendremos la estabilidad de cuidados a nuestro hijo y también exigir que se amplíen las bajas maternales y paternales como está establecido en otros países europeos.

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