Los primeros días

Publicado hoy en el diario Información

Ha nacido Eloi. Tenemos un recién nacido en la familia de amigos. ¡Cuánta felicidad trae!.
Es tan baja la natalidad y se retrasa tanto la maternidad que su llegada al mundo es una celebración.
No os extrañe pues que durante unos meses escriba de lactancia, chupetes, sueño, llantos… hay que acompañar.
Empezaré hoy por el principio… y hablaré, por él, en masculino.

Estos primeros días tras el parto son una vorágine emocional, física, un curso intensivo de aprendizaje, de adaptación… para tí, madre y para tu hijo recién nacido.
Tengo que decirte que tranquila, el bebé viene preparado biológicamente para interactuar, para establecer vínculos emocionales contigo. Viene preparado “de serie” como digo yo.
Tras el nacimiento empieza a experimentar diferentes sensaciones: hambre, sueño, frío o calor… no tiene experiencia del mundo exterior y estas necesidades, que no es capaz de regular por sí mismo, las vive como algo desbordante. Cuando estas sensaciones alcanzan un determinado umbral acabarán dando lugar a ciertos comportamientos que te alertarán para resolver la situación. De ahí la necesidad de que estés disponible y sensibilizada para responder a las señales que te va a enviar tu hijo. Y en estas primeras semanas suele ser el llanto la manifestación de cualquier disconfort, una llamada ante la que es inevitable atenderle. Es necesario comprender la desesperación de su llanto y transmitirle que lo entiendes. En palabras de mi amigo Vicenç Arnaiz “será necesario que descubras el lenguaje secreto de los bebés, que se entiende sobre todo desde el corazón”.

Son importantes las relaciones en estos primeros meses porque sientan las bases de su personalidad. Irás tejiendo en cada interacción, a lo largo del día y de los días, un clima cálido y apaciguador, un vínculo emocional que le dará seguridad y tranquilidad. El mensaje que se va transmitiendo en cada interacción es “tranquilo, eres importante, te cuidamos, te queremos”.
Así construirá los cimientos sobre los que se desarrollará.
Ese lazo o unión afectiva es lo que denominamos “apego” y es el resultado de una conducta instintiva, no es fruto del aprendizaje. Se trata simplemente de atender sus necesidades, con un acompañamiento atento y amoroso.

Tenías decidido iniciar una lactancia materna. Si tienes dudas, grietas… cualquier dificultad, pide ayuda. Tenemos que acompañarte especialmente estas primeras semanas, porque una vez instaurada la lactancia el camino será gratificante para los dos.
Como son tantas horas de alimentación, el tiempo de lactancia en estos primeros meses es vital en la relación que estáis estableciendo y sentará también las bases de su conducta alimentaria.
Los tiempos de alimentarle son momentos de estar presente, de hablarle… enseguida verás que hará descansos para mirarte mientras mama. Ve tu cara a esa distancia y buscará tu mirada.

Desde el momento que nació iniciaste el contacto piel con piel, el placer y la seguridad de estar juntos.
Es una función protectora porque evolutivamente, durante miles de años, ha sido así. En las condiciones de inmadurez, de dependencia, en las que nace un niño, el que se quedaba solo no sobrevivía. Por eso la conducta de apego, es una estrategia evolutiva de supervivencia para protegerlo de depredadores. Hoy el bebé esta protegido, duerme en su cuna, en una casa, aislado de peligros… pero él no lo sabe; todavía no se ha modificado ese instinto de supervivencia ancestral, todavía estamos marcados por el instinto de la necesidad de contacto con la madre.

Ahora no hay prisas… cuídate, déjate mimar y recuerda que “una madre que recibe apoyo afectivo y tiene sostén familiar y social, puede ofrecer mejores brazos”.
Deja que tu hijo te conozca, muéstrale lo mejor de tí.
Ve conociéndolo, déjate llevar para calmarlo.
Y sobre todo confía en tí, eres sin duda la mejor madre para tu hijo.

Más allá de la lactancia

El pasado sábado, en el Suplemento de Salud del periódico Información, publicaba este artículo.

Desde el primer momento en que nace el hijo se establece un diálogo, en el amplio sentido de la palabra, entre madre e hijo. En esta interacción, el acto de dar de mamar encierra una enorme trascendencia. Claro que va a haber muchas interacciones a lo largo del día, pero que duda cabe que ese acto natural, tan íntimo y tantas veces repetido a lo largo del día va estableciendo, desde el mismo momento del nacimiento, todo un diálogo: el niño capta infinitas modalidades del lenguaje preverbal con que la madre “le habla”, en los gestos corporales, en su actitud de acogida o no, al dirigirle palabras que no entenderá pero sí “sentirá” su melodía… En definitiva, en el tiempo de la lactancia intervienen todos los elementos de la interacción, todos los matices: el modo de cogerle, colocarle, la actitud de acogida en el hueco de los brazos que facilita la succión, los intercambios corporales entre ambos cuerpos que van ajustando sus posturas para proporcionar bienestar y relax al niño que mama y a la madre que está dando de mamar, el contacto piel a piel, la envoltura de las palabras que la madre le dice, de la mirada, de la sonrisa, el olor de la leche y el olor del cuerpo de la madre que le calma…y el gusto y calor de la leche que le nutre. A través de este diálogo el niño percibe la aceptación o el rechazo, es el tono emocional de la madre el que cala en las estructuras emocionales en formación del hijo y las modela.

Los primeros días de lactancia se pueden considerar como un periodo de “aprendizaje”, adaptarse el uno al otro es la gran tarea. La lactancia no es sólo un acto nutritivo sino que sienta las bases de las primeras relaciones, de gran trascendencia para la salud mental de ese niño que ahora tenemos en nuestros brazos. Más allá del acto de alimentar, en todas las interacciones del hijo con su cuidador principal, generalmente la madre, el niño experimentará una relación continua, íntima y cálida y esas relaciones tempranas son vitales y determinantes del funcionamiento de la personalidad en el futuro. Dicho en negativo: La falta de cuidados maternos tiene consecuencias perdurables que pueden afectar gravemente el desarrollo mental, emocional, intelectual, social y físico de las personas.

Son ya muchos años de estudio, desde la década de los años 40, y podemos decir que el trato que los niños reciben desde que nacen por parte de su madre, o de su cuidador principal, estructura y organiza funcionalmente su mente, su cerebro, lo que se reflejará en su forma de ser, de relacionarse con las personas y de afrontar la realidad.

No es una cuestión teórica, es un verdadero impacto en el desarrollo futuro de ese niño, de ahí la necesidad de cuidar esos primeros meses del hijo a todos los niveles, de tener previsto cómo mantendremos la estabilidad de cuidados a nuestro hijo y también exigir que se amplíen las bajas maternales y paternales como está establecido en otros países europeos.