Hablemos de vacunas

En  la cita quincenal con el periódico Información, hoy de nuevo hablo de vacunas.

Estoy preparando un taller sobre vacunas para personal de enfermería y matronas y cada vez que profundizo en su estudio tengo la necesidad de insistir en el tema porque, siendo las vacunas responsables del mayor beneficio sobre la salud después del agua potable, sigo viendo en consulta reticencias a vacunar. Creo que cuando ya no vemos el problema, parece que no existe: como no vemos polio, por ejemplo, creemos que es innecesaria la vacunación; hemos dejado de percibir el riesgo de que nuestro hijo contraiga esas enfermedades para las que existen vacunas y caemos en la tentación de rechazarlas, pero no es posible bajar la guardia.

Gracias a la vacunación, en 1980, se anunció que quedaba erradicada la viruela, enfermedad responsable, sólo en el siglo XX, de millones de muertes; ahora la OMS continúa trabajando para erradicar la polio con la mirada puesta en el 2018. También con el sarampión se intenta una estrategia de erradicación, difícil porque se precisaría una cobertura de vacunación superior al 95%.

Los profesionales sanitarios tenemos una inmensa responsabilidad en transmitir a los padres una información clara y veraz acerca de las vacunas y las enfermedades que previenen, debemos tener disponibilidad de tiempo para aclarar dudas y creencias erróneas, debemos darles direcciones dónde ampliar la información, lugares en la web que ofrecen información fiable como el Comité de Vacunas de la Asociación Española de Pediatría que tiene un área para familias dónde también se pueden plantear preguntas.
En otros muchos aspectos, no sólo en el tema de vacunas, nuestra responsabilidad está en ayudar a los padres a tomar decisiones bien documentados y también en favorecer que adquieran seguridad en la crianza, que asuman las responsabilidades que el ser padres conlleva, la responsabilidad en la toma de decisiones sobre sus hijos y como les digo cuando hablamos de vacunas al mes de vida: “Esto empieza ahora, ¡la de decisiones que os quedan por tomar!”. En definitiva, debemos favorecer que adquieran la confianza de estar haciendo lo mejor para sus hijos, que es al fin y al cabo lo que todos los padres quieren.

Si todo lo dicho forma parte de nuestro trabajo diario, lo que esta ocurriendo ahora con la vacuna de la varicela es un flaco favor a la labor que desarrollamos. El mensaje que hemos dado a los padres ha sido, desde que se comercializó, aconsejar la vacuna de la varicela y los argumentos son contundentes: no siempre es una enfermedad benigna, es una vacuna muy eficaz y segura y produce inmunidad de grupo, es decir, protege también a aquellos niños que por problemas no pueden vacunarse, es el aspecto solidario de la vacunación. Por eso no entendemos la decisión de la Agencia Española del Medicamento, dependiente del Ministerio de Sanidad, de bloquear la venta libre de la vacuna cuando no ha habido razones, sin dar información por la que toman la decisión incluso cuando se ha requerido por parte de las Asociaciones de Pediatría, cuando otros países publican orgullosos sus datos de cobertura de vacunación (EEUU 80 % – 92,0 % en 2012), cuando se mantiene en calendario “oficial” en Navarra, Ceuta y Melilla y es más, cuando se publican datos de Navarra: la tasa de incidencia de la varicela disminuyó un 97,3% entre 2006 y 2012, y la tasa de hospitalización descendió un 89% en menores de 15 años.
Seguimos sin tener respuesta cuando los padres nos preguntan: “¿porqué no puedo vacunar a mi hijo contra la varicela?”, “le puse una primera dosis y ahora ¿qué hago para ponerle la segunda?”.

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