Preparados para un largo verano

Publicdo en el diario Información

Los termómetros invitan al baño desde hace semanas y las playas se van llenando. Las noticias anuncian un largo verano. Toca hablar de protección solar.

Llevamos años informando porqué es necesario proteger la piel de la luz solar. A estas alturas sabemos la relación entre sol y cáncer de piel, pero lo cierto es que año a año sigue en aumento el número de personas diagnosticadas de cáncer de piel y en edades más jóvenes. Aunque afecta a los adultos, la radiación ultravioleta (UV) del sol acumulada durante la infancia es la que implica el mayor riesgo. Nuestra piel tiene memoria y almacena las sucesivas veces que la hemos sometido a un sol excesivo. Además la piel en la infancia es más susceptible al daño derivado de la radiación UV, sus mecanismos de defensa son menos eficaces y son los años de mayor exposición solar. Por ésto vuelvo a insistir en la necesidad de una correcta fotoprotección.

Hablar de fotoprotección es hablar de sentido común. La protección más fácil, lógica y eficaz es ponernos siempre que podamos a la sombra, ir tapado con ropa y limitar el tiempo que pasamos al sol, evitándolo sobre todo en el centro del día.

¿Qué fotoprotector usamos? De entrada no son aconsejables en menores de 6 meses. A partir de esta edad pueden usarse los fotoprotectores físicos o pantallas minerales. En cuanto al Factor de Protección Solar (SPF) es un índice que mide la capacidad protectora. El número del FPS indica la relación entre el tiempo que podemos estar expuestos al sol con él antes de que aparezca el eritema solar, respecto al tiempo que tardaría en aparecer sin el fotoprotector. Así un FPS de 30 indica que con el filtro el eritema solar tardaría 30 veces más tiempo en aparecer que sin él. Usaremos un SPF mínimo de 30, mejor 50. Superiores a 50 o los que se anuncian como “pantalla total” dan una falsa seguridad porque no existe “protección total”. Tampoco aplicar capas superpuestas de crema solar aumenta el factor de protección. Nunca utilizar aceites solares. Aplicarlo 30 minutos antes de salir al aire libre en cantidad suficiente por toda la superficie expuesta y repetir cada 2 horas, tras estar tiempo en el agua, secarse con toalla o sudar mucho. ¿Sirven de una temporada para otra? si durante el verano pasado estuvieron expuestos al sol, que es lo habitual, deben desecharse; sólo los que se han guardado en condiciones óptimas de temperatura y que no hayan caducado podrían usarse.

En cuanto a qué ropa es la más adecuada, tendríamos que usar prendas de vestir frescas, ligeras, que cubran la mayor superficie corporal. Afortunadamente se vienen fabricando prendas con tejidos que ofrecen protección frente a los rayos UV para las actividades al aire libre. El Factor de Protección Ultravioleta (FPU) de un tejido es el equivalente al FPS en cremas solares. Tejido con FPU a partir de 15 se considera una buena protección. Recomiendo usar este tipo de camisetas y prendas.

También es aconsejable utilizar gafas de sol para proteger los ojos; llevar sombrero, mejor si es con ala ancha para proteger cara, orejas, nariz y cuello.
Es muy importante lograr una mayor concienciación social y cambiar de una vez por todas nuestros hábitos de exposición solar. Ha de ser otro hábito de vida saludable en el que eduquemos a nuestros hijos e hijas.

Quemaduras en el hogar


Publicado hoy en el diario Información


Hay accidentes que ocurren sobre todo en el hogar, es el caso de las quemaduras en los primeros años de vida.
En los más mayores y adolescentes tienen que ver con actividades de riesgo y suelen ocurrir fuera de casa.

Veamos qué peligros hay en nuestro hogar, dónde suelen producirse, en qué circunstancias y lo más importante, cómo podemos evitarlas.

Para empezar hay que hablar de las escaldaduras, que son las quemaduras que se producen con agua o líquidos calientes. Son las más frecuentes en los menores de 5 años.
El lugar donde se producen suele ser la cocina o el baño. Una sartén o un cazo con el mango hacia fuera y el niño o la niña intenta alcanzarlo, o al chocar accidentalmente con un adulto que lleva el plato con la sopa caliente… o se echa el plato encima estando ya sentado en la mesa. Son muchas las situaciones cotidianas por las que un vertido de líquido caliente puede caer sobre un/a niño/a.
Es necesario saber que el líquido derramado tiene mucha importancia, el agua, el caldo y la leche hierven a 100 grados, mientras que el aceite de oliva lo hace a 180 grados, por lo que las quemaduras son mas profundas. También las papillas o purés al ser densos hay más tiempo de contacto y provocan quemaduras más profundas.

Otra quemadura frecuente es en la boca, al ingerir un alimento demasiado caliente.
En la cocina se producen también quemaduras por contacto, por ejemplo con la puerta del horno o con menaje de cocina.

Recomendaciones:
* Cocinar preferentemente en los fuegos de atrás y siempre los mangos de cazos y sartenes hacia dentro.
* No cocinar con el niño/a en brazos.
* Atentos cuando traslademos caldos o líquidos calientes, que no estén los/as niños/as cerca.
* Colocar los líquidos calientes en el centro de la mesa.
* Si el horno está al alcance de los/as niños/as, evitemos que estén en la cocina cuando esté encendido.
* Probar los alimentos calientes antes de ofrecérselos a nuestro bebé. Atentos especialmente a los calentados al microondas, es necesario remover bien para que la temperatura sea uniforme.

El baño es otro espacio donde se producen numerosas quemaduras, sobre todo por inmersión en agua muy caliente en la bañera. También quemaduras por contacto con planchas de pelo por ejemplo.
Recomendaciones:
* Tener graduada el agua caliente a un máximo de 50 grados.
* Comprobar siempre la temperatura del agua del baño.
* Protectores para grifos si puede alcanzarlos mientras se baña.
* Cuidado con las planchas de pelo o rizadores tras su uso.

Otros elementos peligrosos son los enchufes. Si meten los dedos en un enchufe o en un alargador conectado, puede producirse una quemadura eléctrica. La recomendación es clara: los enchufes que no se están utilizando se tapan. Los alargadores también. Y no debemos dejar que manipulen pequeños electrodomésticos como la tostadora.

Unas últimas recomendaciones:
* Cerillas, mecheros o velas, fuera de su alcance.
* Barrera protectora delante de chimeneas o estufas.
* Evitar que toque la plancha de la ropa.

Afortunadamente hay menos quemaduras graves. Han ido mejorando las condiciones de vida y llevamos un camino recorrido en prevención. Pero hay sectores sociales desfavorecidos en los que el riesgo para las quemaduras sigue siendo alto.

La imagen corresponde a la Guía para padres sobre la prevención de lesiones no intencionadas en la edad infantil.

Tiempo de mocos y toses

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Hablaba hace unos días, en estas mismas páginas, de cómo llevamos este invierno las infecciones respiratorias. El triplete de virus predominantes son el SARS-CoV-2 (COVID-19) , Gripe y Virus Respiratorio Sincitial. Pero hay muchos más; sobre todo serán rinovirus, con más de 115 serotipos, los responsables de los catarros.

Así que estamos en plena temporada de mocos y toses.
Niños y niñas, sobre todo los que están en su primer año de escolarización, llevan desde septiembre empalmando catarros de vías altas. Los más mayores llevarán dos o tres infecciones respiratorias.

¿Tenemos claro QUÉ HACER si nuestro hijo o hija está con un proceso catarral?.
Sabemos que los catarros se curan solos. Podemos decir que los virus tienen un “tiempo de estancia” en el cuerpo durante el cual las defensas van actuando y al cabo de unos días se vuelve a la normalidad.
Pero lo cierto es que en esos días en los que el virus visita a nuestro hijo o hija vemos que tiene malestar, incluso fiebre, mocos, tos, come mal… ¿cómo puedo aliviarle?
Efectivamente de lo que se trata es de aliviar. Es lo que denominamos un tratamiento sintomático, es decir, tratar los síntomas molestos para que pase esos días lo mejor posible.

Veamos. En el bebé, si tiene fiebre o malestar, utilizar paracetamol. Si tiene mucho moco y sobre todo si le dificulta la alimentación, le haremos lavados nasales con suero salino fisiológico antes de las tomas. Hay que hacerlos con cantidad suficiente para que el suero arrastre el moco, esa es su función. Al tener menos congestión nasal succionará mejor. En caso de estar con biberón también podemos fraccionar las tomas, es decir, darle menos cantidad y más a menudo. Es aconsejable también colocarle en posición semi incorporada para que respire mejor, sobre todo por la noche. También ofreceremos líquidos que le mantendrán bien hidratado y le aliviará la tos al facilitar que se trague el moco.

¿Y en los más mayores? También tratamiento sintomático. Paracetamol o ibuprofeno si fiebre o malestar, sonarse los mocos, aumentar la ingesta de líquidos y respetar si tiene menos apetito. Los descongestivos nasales no son aconsejables, sobre todo por el efecto rebote.

¿Y la tos? ¿La tratamos?. Pues depende. En los menores de seis años los antitusígenos no están indicados porque los riesgos superan a los beneficios. En los mayores de seis años buscaremos el equilibrio entre aliviar pero no anular la tos. No olvidemos que la tos es el principal mecanismo de defensa de nuestro aparato respiratorio. Su objetivo es eliminar todo aquello que obstruya la vía aérea y así mantenerla limpia.
Hay fármacos para la tos que vuestra pediatra puede aconsejaros. También la miel puede usarse, no sólo es un remedio tradicional, ya hay estudios y guías que la recomiendan. Eso sí, nunca en menores de un año por el riesgo de botulismo.
En cuanto a las cremas balsámicas que se aplican en la piel para aliviar la tos y la congestión nasal están contraindicadas en los más pequeños. Pueden provocar reacciones en piel y paradójicamente, pueden producir aumento del moco. En los niños asmáticos pueden desencadenar una crisis de broncoespasmo.

Tampoco los mucolíticos o antihistamínicos aportan beneficios y sí riesgo de efectos secundarios.
Y para terminar, los antibióticos aquí no pintan nada. Como sabéis no “matan” a los virus, que son los causantes de los catarros.

¿Prevención? Sí, que la casa esté libre de humos, evitar que estén expuestos al humo del tabaco. Y no olvidemos el lavado de manos como medida básica para disminuir el riesgo de contagio.

¿Cómo comen nuestros niños y niñas?

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EsNuPI nos lo cuenta. No se trata de un muñeco ni un juego. EsNuPI es el Estudio Nutricional en Población Infantil Española, la más reciente y mayor investigación sobre alimentación infantil realizada en España.
Nos desvela como comen los niños españoles y otros hábitos de vida y descanso.
Es un estudio representativo de la población infantil española de 1 a 9 años de edad que vive en zonas urbanas. Los datos se han obtenido a partir de encuestas realizadas a madres, padres y tutores.

El objetivo del estudio es conocer los patrones de alimentación y de hábitos dietéticos, de actividad física y de comportamientos sedentarios en población infantil de 1 a 9 años y evaluar la influencia de factores familiares y personales, educación de los padres y estatus socioeconómico.

Y ¿cómo comen nuestros niños y niñas?
Algunos de los datos publicados del estudio son:
* Ingesta adecuada de energía, siendo los hidratos de carbono los macronutrientes que más contribuyen a la ingesta energética total.
* Ingesta de proteínas y grasas superiores a las recomendadas por las autoridades internacionales de referencia.
* Ingesta de azúcares totales por encima de las recomendadas y creciente con la edad.
* La principal fuente de calcio y vitamina D son la leche y los productos lácteos. La mayoría de los niños y niñas no alcanza las recomendaciones de vitamina D.
* Los niños y niñas de 1 a 4 años ingieren las cantidades adecuadas de calcio y magnesio, fundamentalmente porque la leche sigue siendo una importante fuente alimentaria. Pero su ingesta se encuentra por debajo de lo recomendado en los de 4 o más años. Existe una necesidad de mejorar la ingesta de los nutrientes relacionados con la salud ósea de los niños y niñas españoles, como el calcio, la vitamina D y el magnesio.
* De forma generalizada existe una ingesta excesiva de grasas saturadas, consideradas menos saludables, mientras es deficiente en ácidos grasos monoinsaturados, contenidos en el aceite de oliva, y poliinsaturados, especialmente de la serie omega-3, presentes sobre todo en el pescado. Es necesario por tanto incrementar el consumo de ácidos grasos Omega-3 DHA y reducir la ingesta de grasas saturadas.
* El consumo de alimentos considerados menos saludables va aumentando con la edad mientras que se reduce el de otros alimentos saludables, como la leche y los productos lácteos, las verduras y las frutas.

Conocer los hábitos alimentarios en esta primera década no sólo es importante en relación con el crecimiento y desarrollo de los niños y niñas, también lo son porque marcan el comportamiento nutricional a corto, medio y largo plazo.
En los primeros años de vida empiezan a establecerse los hábitos alimentarios, que se consolidan antes de finalizar la primera década. La mayoría de estos hábitos persistirán en la edad adulta.

Este estudio aporta datos útiles para identificar posibles problemas, permitirá intervenir estableciendo recomendaciones actualizadas de hábitos saludables en la infancia y desarrollar programas de intervención a nivel de salud pública.
Porque sabemos que los patrones dietéticos poco saludables en edades tempranas se asocian con una mayor prevalencia de enfermedades crónicas no transmisibles en la vida adulta (obesidad, hipertensión arterial, diabetes de tipo 2, enfermedades cardiovasculares, etc.) ahí está el objetivo último: la prevención de enfermedades crónicas en la vida adulta.

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Seguimos hablando del sueño

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Hace dos semanas escribía en estas mismas páginas cómo aprender a dormir. Me limité al primer año de vida, periodo en el que se producen los cambios más importantes. Sigamos hablando del sueño en la infancia.

Dormir es una necesidad biológica, una actividad diaria que tiene mucho que ver con nuestro bienestar.
En la infancia y adolescencia juega un papel fundamental a muchos niveles. Por ejemplo, favorece los procesos de atención y memoria, vitales en el aprendizaje.

¿Cuánto se necesita dormir?
La duración del sueño nocturno varía en función de la edad, estado de salud y de otros factores. Tanto en los adultos como en la infancia cada persona es única y tiene sus propias necesidades de sueño, que serán aquellas que le permitan realizar las actividades diarias con normalidad.
En pediatría disponemos de unas curvas de percentiles que nos orientan en función de la edad, como las de peso y talla. En general, la duración del sueño disminuye de unas 16-18 h. en el recién nacido hasta unas 8 h. en los adolescentes, con una gran variabilidad.

Es necesario recordar en primer lugar, que el sueño es un fenómeno fisiológico, pero el proceso de dormirse es una conducta aprendida. En segundo lugar, que establecer unos hábitos de sueño se relaciona con una mejor conciliación del sueño, un incremento de su duración y menos despertares nocturnos.

Por tanto a partir del primer año seguiremos con las mismas rutinas, que deben finalizar en el dormitorio. Estas rutinas se iniciarán unos 30-40 minutos antes de la hora de dormir. Pueden empezar con el baño, un masaje, poner el pijama, una nana, un cuento, una música suave… transmitiendo tranquilidad y seguridad. Cuando esté soñoliento/a pero despierto/a, es el momento ideal para dejarlo/a y que se duerma solo/a, sin la presencia del adulto. Mantener el mismo horario para acostarse y levantarse.

Sobre los 2 años entramos en la etapa del “no” y se negará a irse a la cama como se niega a vestirse o a sentarse a comer. Ahora necesitan unos límites claros, por ejemplo: un número de cuentos o canciones si anda con rodeos a la hora de quedarse solo/a. Lo importante, repito, es trasmitir tranquilidad y seguridad. No se debe perder la calma cuando se despierte a media noche, aunque sé que es difícil. Se lo he dicho siempre a los padres, “es que la noche no está hecha para educar, está hecha para dormir», por eso es tan importante que de día eduquemos.

El sueño nocturno disminuye gradualmente de 11-12 h cuando tienen un año de edad hasta unas 10 h a los 6 años. En la edad escolar los patrones de sueño son más estables y se parecen ya a los del adulto.

Algunas orientaciones más:
* Establecer siestas regulares durante el día según la edad del niño: a partir de los 18 meses es aconsejable ir dejando la siesta de la mañana. Entre los 3 y 5 años es aconsejable dejar la siesta de la tarde.
* No juegos que le exciten 1 o 2 horas antes de irse a la cama. Bajar la intensidad de la luz. El ambiente debe ser tranquilo.
* La habitación, cuando vaya a dormirse, tendrá una temperatura confortable, silencio o una música relajante y apenas luz.
* Evitar comidas y bebidas estimulantes como refrescos de cola.
* No usar el dormitorio como lugar de castigo.
* No debe haber pantallas en la habitación, deben estar en espacios comunes de la casa. Tampoco deben usarse al menos una hora antes de acostarse, les activan y su luz estimula el sistema nervioso central, empeorando la conciliación del sueño.

Y así llegamos a la adolescencia, que bien merece otro artículo.

Empieza el cole

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Apenas unos días para la vuelta al cole. En las casas donde hay niños/as que
siguen en la misma escuela hay muchas ganas de volver a la rutina del curso escolar, al reencuentro con los/as amigos/as, con su maestra/o. Es una entrada deseada y tranquila.

Si es el primer año de instituto o un cambio de cole, hay más nerviosismo. Habrá que hacer una nueva adaptación. Será más o menos fácil dependiendo de si se hace en grupo o es una adaptación en solitario, de la personalidad del niño/a, de cómo lo vivan los padres y de cómo acoge la institución educativa.

Es bastante frecuente la consulta, en los primeros meses de curso, por dolores abdominales o vómitos matutinos. Son la manifestación del miedo al cambio, a otro ambiente, a crear nuevos amigos/as, miedo a no ser aceptado/a. Nuestra actitud ha de ser de mucha tranquilidad, hacerle saber que entendemos lo que le pasa y que le acompañaremos en el proceso de adaptación, pero siempre “empujando hacia afuera”.

¿Y los que inician la escolarización?.

La entrada a la escuela infantil por primera vez supone un cambio muy importante para el niño/a, es su salida al mundo. Deja las relaciones familiares y unos espacios que conoce para encontrarse en otro lugar, con adultos desconocidos y con otros/as niños/as. Se siente solo/a, abandonado/a, con miedo.

En los primeros días, aparte del llanto a la entrada al cole, puede tener problemas con el sueño, inquietud, a veces rabia, menos apetito, vómitos, o más “pegados” a la mamá o al papá… problemas en el rango de normalidad. Son las manifestaciones de la ansiedad por separación, que durará mas o menos tiempo dependiendo del niño/a, de la familia y de la escuela.

Cada niño/a llega a la escuela infantil con un grado de madurez y tiene un ritmo de adaptación, necesita “su” tiempo. Y ese tiempo va en relación a la adaptación que también hacen los padres. Si sienten inseguridad, culpabilidad por la separación, temor a que no sea bien cuidado… dificultará y alargará el periodo de adaptación. Planteado en positivo, es decir, si han tomado la decisión con seguridad, confían en la escuela infantil elegida y en sus profesionales, la adaptación será breve.

Por último también está en relación al modo en que se trabaje en la escuela infantil, a su modelo pedagógico. Por ejemplo, muchas escuelas realizan la adaptación en función de la edad del niño/a, con una incorporación progresiva en pequeños grupos que minimiza el esfuerzo de la adaptación.

Algunas orientaciones que pueden ayudar:

  • Los preparativos: en los más pequeños hay que ir hablando de la vuelta al cole, ilusionándoles, preparando la mochila. Si los horarios de verano difieren mucho de los del curso escolar, empezaremos progresivamente a adelantar la hora de irse a la cama. Es un buen propósito mantener los desayunos tranquilos como hacemos en verano.
  • Reservar unos días de vacaciones, si es posible, para acompañarles en estos primeros días de cole. Es especialmente importante si inicia la escolarización. Tras su adaptación puede usar transporte escolar.
  • La escuela marcará unas pautas para la entrada y recogida en los más pequeños: No llegar con prisas a dejarlo/a, despedirse sin mentiras, con seguridad y alegría, etc.
  • Tras el cole, repasar lo que ha hecho, juegos, amigos…e ilusionarle con volver al día siguiente.
  • Es importante que padres y madres confíen en la escuela. Sus profesionales responderán a sus dudas y preocupaciones, facilitando la adaptación.

    ¡Feliz vuelta al cole!