Ha llegado la gripe

Esta es la imagen de la situación actual de la gripe en nuestra Comunidad publicada en el último Boletín de la Gripe.

Artículo publicado hoy en el periódico Información

Sí, en las últimas semanas se ha ido incrementando el número de personas diagnosticadas de gripe. La estábamos esperando. Cada año por estas fechas, días arriba o abajo, nos visita la gripe.

A lo largo de las próximas semanas es de esperar que nuestras consultas se saturen de niños y niñas con fiebre, mocos, tos, dolor de garganta… para la mayoría cursará como un catarro más del invierno. Los mayores refieren también cefalea, malestar general, dolores musculares y articulares. Lo peor es la fiebre, que a veces se alarga una semana provocando inquietud en los padres y generando numerosas consultas. Es lógica la preocupación pues al tener tantos días fiebre surgen las dudas ¿es la evolución normal de la gripe?, ¿se estará complicando con una sobreinfección?, ¿se estará complicando con una neumonía?. Esto obliga a un seguimiento cercano, sobre todo de los más pequeños. Y es su pediatra el que debe hacer el seguimiento del niño si se prolongan los días con fiebre, es el que irá viendo la evolución.

Nos esperan 7 u 8 semanas de intenso trabajo. Es importante que hagamos un buen uso de los recursos sanitarios. Acude a tu pediatra con cita, que puedes pedir a través de la aplicación GVA Salut desde el móvil, en la web o llamando por teléfono a tu Centro de Salud. Evita en lo posible acudir a los Servicios de Urgencia y al Hospital.

En nuestra Comunidad iremos siguiendo la evolución de la epidemia a través del Boletín de la Gripe. Este Boletín lo elabora Salud Pública a partir de los casos que declaramos los médicos. Las cifras de pediatría puedo aseguraros que se quedan cortas. En realidad son bastante más altas y el motivo es que a menudo diagnosticamos de “viriasis” y no de “gripe”. Esta tendencia a infradiagnosticar es debida a que en los niños pequeños es complicado distinguir entre gripe y un resfriado común por lo que a menudo hacemos un diagnóstico amplio de enfermedad por virus sin especificar que ese virus puede ser un virus gripal. Sólo si la enfermedad está en el contexto de un ambiente familiar con otros miembros con gripe, hay fiebre, tos y afectación del estado general, solemos diagnosticar de gripe. En los niños mayores es más fácil puesto que ya relatan los síntomas clásicos de la gripe.
A nivel nacional seguiremos la evolución de la epidemia a través del Sistema de Vigilancia de la Gripe. Y con las detecciones virales que se van realizando sabremos los tipos de virus gripales, si se trata de gripe A, AH1N1 o B.

Por último recordad que la gripe se contagia con facilidad de persona a persona a través de las secreciones respiratorias y a través de las manos contaminadas con estas secreciones. Así que mucho lavado de manos, toser sobre el codo y usar pañuelos desechables. Evitar llevar a los lactantes a lugares donde hay mucha aglomeración de personas. En cuanto al tratamiento de la gripe ya sabéis que es sintomático, es decir, medicación para aliviar los síntomas, por tanto paracetamol e ibuprofeno si hay fiebre o malestar. Los antibióticos no sirven para “matar” a los virus, solo sirven para infecciones producidas por bacterias. Así que paciencia, reposo y mantenerse bien hidratado.
Ah! Y todavía estáis a tiempo de vacunaros, sobre todo si sois grupos de riesgo, tanto mayores como pequeños.

Por el buen uso de los antibióticos

Ayer publicaba este artículo en el periódico Información

Cada mes de noviembre la Organización Mundial de la Salud nos recuerda la importancia del buen uso de los antibióticos.
Es una semana para concienciar a los profesionales de la salud, a los responsables de políticas públicas y a la población general, acerca de las resistencias a los antibióticos.

Los antibióticos han supuesto un gran avance en la lucha de la humanidad frente a las enfermedades infecciosas. También en veterinaria. Pero un uso excesivo e indebido acarrea que los gérmenes se vayan haciendo resistentes a ellos. Este problema es uno de los retos a los que nos enfrentamos: cada vez hay más bacterias que son más difíciles de combatir.

Empecemos por el principio. ¿Qué es un antibiótico?, en términos generales podemos decir que es una sustancia química que mata o impide que crezcan las bacterias. El primer antibiótico fue la Penicilina, descubierta por Alexander Fleming en 1928. Después la industria farmacéutica ha ido descubriendo muchos otros.

¿Cómo sabemos si hay que dar, o no, un antibiótico?
Tras preguntaros los síntomas que tiene vuestro hijo o hija, pasamos a explorarlo y finalizamos con pautas de observación si la fiebre es reciente y no está claro el proceso infeccioso que tiene o bien llegamos a un diagnóstico.
Si el proceso infeccioso es de causa vírica: catarro, gripe, bronquiolitis, bronquitis, muchas de las faringoamigdalitis o diarreas…no estará indicado dar un antibiótico porque de nada sirve. Los antibióticos no actúan frente a los virus, los antibióticos no curan el resfriado.
En ocasiones, cuando hay duda por ejemplo en una faringoamigdalitis si es de causa vírica o bacteriana, podemos realizar un test de diagnóstico rápido del estreptococo del grupo A del que disponemos en las consultas de pediatría. Pero muy a menudo basta con los síntomas que tiene el niño y la exploración física para orientar el diagnóstico vírico o bacteriano.

¿Qué consecuencias tiene el abuso de antibióticos?
Un uso excesivo de antibióticos, un uso inadecuado o tomarlos menos tiempo del prescrito y dejar a las bacterias “medio muertas”, nos lleva a la aparición de bacterias cada vez más resistentes, enfermedades difíciles de combatir que se están convirtiendo en un gran problema de salud pública. Se estima que causan tantas muertes en Europa como la suma de muertes por gripe, tuberculosis y sida.
Y el futuro es sombrío: se calcula que en unos 25 años causarán más muertes que el cáncer.
Pero las resistencias bacterianas no sólo tienen consecuencias a nivel general, también a nivel individual. Además hay que tener en cuenta los efectos secundarios que provocan y los cambios en la microbiota, alteración en la flora intestinal con consecuencias a corto y largo plazo.

España es el cuarto país europeo con mayor consumo de antibióticos, por detrás de Grecia, Chipre y Rumanía. Datos del pasado año. Y es en el ámbito de atención primaria, servicios de urgencias y consultas privadas donde se prescriben más del 90%. Por edades, son los niños menores de 5 años y las personas mayores de 85, a los que más antibióticos se recetan.

¿Cómo podemos avanzar mejorando esta situación? 

Es necesario actuar a tres niveles: En primer lugar mejorar la prescripción antibiótica. En Pediatría de Atención Primaria estamos en ello, somos conscientes que los niños y niñas son uno de los grupos de edad que más antibióticos reciben. Es necesaria mantener una formación continuada de los profesionales para mejorar los diagnósticos, usando pruebas de diagnóstico rápido con sentido común, realizar una prescripción ajustada al diagnóstico y elección del mejor antibiótico para ese proceso infeccioso. Evitar exceso de trabajo y aumentar tiempo por consulta. 

Es importante la necesidad de investigación y estudios microbiológicos con datos de prevalencia de gérmenes y resistencias microbianas por áreas geográficas. Estrategias de optimización del uso de antibióticos por parte de los organismos y administraciones competentes.

Es necesario también la educación de la población de forma continua y desde distintos ámbitos: consultas médicas, administraciones sanitarias y medios de comunicación. Legislar y evitar la dispensación de antibióticos sin receta.

Sólo actuando en todos los frentes podremos frenar las resistencias a los antibióticos y avanzar hacia un futuro esperanzador.

Bronquiolitis, una enfermedad “de temporada” que sufren los más pequeños

Ayer publicaba, en la cita quincenal con el periódico Información, este artículo para que conozcáis algo más de esta enfermedad.

Llegados a esta época del año nos preparamos para atender a los numerosos lactantes que acudirán a consulta por su primer episodio de tos, moco y dificultad respiratoria. Una “epidemia de los más pequeños” que nos visita cada año, al igual que la temporada de la gripe.

La Bronquiolitis es una infección respiratoria aguda en los menores de 2 años, que afecta sobre todo a los lactantes más pequeños y es la principal causa de hospitalización a estas edades. Afortunadamente la inmensa mayoría la pasan en casa acudiendo a control a sus Centros de Salud.

Se inicia como cualquier catarro, moco y tos, pero termina afectando a los bronquiolos, que son las últimas ramificaciones del árbol respiratorio pulmonar. El lactante presentará entonces un mayor o menor grado de dificultad al respirar. Observaremos que se le marcan las costillas, el abdomen también se mueve mucho y puede tener “ruido en el pecho” o “pitos”.
A este primer episodio es a lo que llamamos bronquiolitis. El responsable es sobre todo el virus respiratorio sincitial, aunque otros virus también pueden causarla.
Se transmite como tantos otros procesos con las gotitas que expulsa una persona que lo tiene en su garganta y nariz al estornudar o con la saliva y al contaminar con moco los objetos que luego el niño puede llevarse a la boca.

Tienen más riesgo los lactantes prematuros, los menores de 3 meses, los que tiene una enfermedad pulmonar, una cardiopatía congénita o hayan nacido con un problema de inmunidad. La exposición al tabaco también es un factor importante.

El tratamiento, como enfermedad vírica, es un tratamiento sintomático, es decir, tratamos sólo los síntomas. El objetivo pues no es “matar” a los virus causantes de la infección. Las defensas del niño eliminarán progresivamente a los virus y de lo que se trata es de acompañar a vuestro hijo o hija durante los días que dura el proceso.
¿Y qué hacemos todos esos días? unas recomendaciones generales como son que esté en una posición semiincorporada, fraccionar las tomas de alimentación, ofrecer líquidos con frecuencia si son niños más mayores y ambiente libre de humos. Debemos mantener la nariz limpia realizando lavados con suero fisiológico o soluciones salinas y aspirar secreciones, sobre todo si por la obstrucción nasal se dificulta la succión. Si hay fiebre administraremos paracetamol, en los menores de 6 meses cada 6 horas. También en los mayores se puede administrar ibuprofeno como antitérmico.
Se trata pues de acompañar y observar. Si empeora la respiración, hay momentos que parece que deja de respirar, o lo hace más deprisa, o presenta un quejido; si vomita continuamente, si hay dificultad para alimentarlo o está más somnoliento, obliga a consultar.

¿No hay nada más de tratamiento?
Pues la verdad es que poco más salvo controlar y un seguimiento cercano. A lo largo de los últimos años la tendencia es a dejar de usar tratamientos como corticoides o broncodilatadores que poca mejoría ofrecen (sólo en algunos casos) y sí el riesgo de efectos secundarios. Los jarabes para la tos y los mucolíticos no deben usarse. Tampoco los antibióticos son útiles para los virus como sabéis.

La duración es de unos 12 días, aunque algunos presentan síntomas a los 21 días o incluso al mes. A lo largo de este tiempo deberá seguir sus controles ambulatoriamente. Sólo si la dificultad respiratoria es importante y hay problemas en la alimentación se remite al Hospital para su ingreso.

Por último, ¿cómo podemos prevenir?. Lavado de manos, higiene de juguetes, evitar exposición al humo de tabaco. En épocas de epidemia evitar el contacto, sobre todo de los lactantes pequeños, con personas y niños que estén con catarro, evitar acudir a lugares con aglomeración de personas incluidas las salas de espera de centros sanitarios o acudir a guarderías.

Mocos y tos son parte de la escolarización, de su salida al mundo

Ayer se publicaba en el suplemento de Salud este artículo, colaboración quincenal con el periódico Información.

Cada consulta es distinta, porque distinto es el niño o la niña y diferentes las familias. Sin embargo el motivo de consulta, los diagnósticos y las recomendaciones que doy son a menudo muy similares.

En este inicio de curso son muchas consultas por las primeras fiebres, los primeros catarros, las primeras diarreas… en lactantes y niños de corta edad que han iniciado su escolarización.
Si es un primer hijo la ansiedad de los padres es mayor y surge la pregunta “¿vamos a estar así todo el año?”.
Pues sí. Pero vayamos por partes.

Por un lado a estas edades su sistema inmunitario, de defensa frente a los gérmenes, es inmaduro. Son por tanto más vulnerables a las infecciones. Ha nacido con las defensas que su madre le ha transferido durante la gestación, defensas que a lo largo de los primeros meses irá perdiendo. Y mientras van disminuyendo las que ha recibido de la madre su sistema inmunitario va madurando.

Por otro lado, por el contacto estrecho entre ellos en la escuela se facilita la transmisión de enfermedades infecciosas. En su primer año de escolarización van a sufrir el “bombardeo” de gran cantidad de gérmenes, en su mayoría virus. Afortunadamente la gran mayoría de estas enfermedades serán procesos banales, sobre todo catarros de vías altas.

Mocos y tos forman por tanto parte de la escolarización, como a mí me gusta llamar, de su salida al mundo. Deja el ambiente familiar en el que ha estado más protegido y se pone en contacto con muchos niños, niñas y adultos.

Los catarros se transmiten por las gotas que expulsamos con la tos, los estornudos, con los mocos… en un aula por mucha higiene que haya, por mucho lavado de manos que hagamos es muy difícil controlar que no se produzca la transmisión de los virus. Se tocan, se besan, comparten juguetes, los chupan…Además la escolarización coincide con la época del año en la que hay más virus, el otoño-invierno.

Son más de 200 virus los que provocan los catarros, sobre todo serán rinovirus. En los meses de invierno pueden ser hasta dos procesos catarrales al mes. A esto hay que añadirle la duración de los mismos: unos 7-10 días a estas edades. Como el periodo de incubación del resfriado común es corto, sólo 2-4 días, si terminando el proceso entra en contacto con otra fuente de infección, otro niño con otro virus, es probable que el final de su catarro se solape con el inicio del siguiente. El intervalo libre de enfermedad es, en estas condiciones, difícil de apreciar.

Suelo decir que observéis si cuando ya va estando mejor del catarro, aunque todavía tenga moco y tos, inicia estornudos, ojos llorosos, moco “como agua”, transparente, está más molesto y a veces también con fiebre… es el inicio de un nuevo proceso y por tanto empezamos a contar de nuevo los días de evolución de este nuevo catarro: otros 7-10 días.

Entiendo y es lógica vuestra preocupación cuando planteáis si tantas infecciones son el inicio de una enfermedad crónica o puedan ser la manifestación de una alteración de su sistema de defensas. Pero no lo es. En realidad es la expresión del proceso normal de maduración del sistema inmunológico.

Como sabéis los catarros se curan solos. Aliviarle los síntomas para que los vaya pasando lo mejor posible. Utilizar paracetamol o ibuprofeno con sentido común, si tiene fiebre o está molesto. Hacerle lavados nasales, limpiar mocos y aliviar la tos ofreciendo líquidos.

Así que mucha paciencia y mirad a los catarros con otros ojos: vuestro hijo o hija se está inmunizando.

¿DEBO VACUNAR A MI HIJO/A DE LA GRIPE?

El pasado sábado se publicaba este artículo en las páginas del periódico Información. Su autora es Laura Polonio, Residente de Pediatría del Hospital General Universitario de Elda, actualmente realizando el rotatorio por Atención Primaria en nuestro Centro de Salud. ¡Gracias Laura!

Como cada año, cuando desempolvamos los abrigos, empezamos a pensar en la nieve y las fiestas navideñas. Pensamos en lo felices que son nuestros hijos durante la temporada invernal, pero también aflora, cada año, la misma preocupación: La gripe y si debemos, o no, vacunar a los más pequeños de la
casa.

El virus de la gripe causa una enfermedad respiratoria que, en el niño sano, no se diferencia mucho del resto de resfriados que pasará a lo largo del invierno. Son característicos, la fiebre, la tos, el dolor de garganta, la mucosidad y, en algunos casos, la sensación de dificultad al respirar. Puede acompañarse de dolores musculares y articulares, dolor de cabeza, vómitos y diarrea. Aunque suena aparatoso, en un niño sano, lo habitual es que tras unos días ceda la fiebre y éste mejore progresivamente, desapareciendo los síntomas en 1 o 2 semanas.

No obstante, hay personas que por determinadas circunstancias o por su enfermedad de base, tienen más riesgo de sufrir formas complicadas y más graves de la gripe, o sufrir una desestabilización de su enfermedad de base, lo que comporta un aumento de la mortalidad. Estas personas son las que denominamos “Grupo de riesgo” y son quienes se benefician al máximo de la vacuna anual contra la gripe. Por ese motivo el comité asesor de vacunas de la Asociación Española de Pediatría, cada año, antes de la temporada gripal, emite sus recomendaciones sobre la vacunación frente al virus en la infancia y la adolescencia.

En esta campaña 2018-2019 se recomienda vacunar a los niños mayores de 6 meses y adolescentes con circunstancias o enfermedades de base entre las que se incluyen la enfermedad celíaca, la fístula de líquido cefalorraquídeo y aquellos que reciban tratamiento con eculizumab (como novedad). Asimismo, se mantiene la recomendación a aquellos que padezcan enfermedad respiratoria crónica o patología cardiovascular grave, entre otras. También se recomienda la vacunación a aquellos niños mayores de 6 meses, adolescentes o adultos sanos que convivan o sean cuidadores de personas pertenecientes a estos grupos de riesgo. Se destaca también la importancia de la vacunación en la embarazada, por el aumento de riesgo de formas graves de la enfermedad durante la gestación y también para proteger al futuro bebé durante sus primeros meses de vida. (El pediatra de su hijo es conocedor de dichas recomendaciones).

Aunque se trata de una vacuna segura, no debe administrarse en menores de 6 meses de edad. Tampoco si el niño ha padecido una reacción anafiláctica o una reacción alérgica grave tras la administración de una dosis previa de la vacuna o tras el contacto con alguno de los componentes de la misma.
Y ¿si mi hijo es alérgico al huevo?
La alergia al huevo, actualmente no es una contraindicación para la vacunación antigripal puesto que, aunque estas vacunas proceden de cultivos en huevos de gallina, contienen mínimas cantidades de huevo y es muy poco probable que se produzca una reacción alérgica tras la vacunación.

El virus de la gripe nos acompañará durante los próximos meses. Una correcta vacunación impedirá que sea el protagonista de las fiestas.

convulsión febril: el día más largo

Ayer sábado mi compañero Mariano Mancheño, pediatra en Altea publicaba en las páginas de Información este artículo. ¡Muchas gracias!

Es sábado por la mañana y leo la prensa en un café. Entran Clara y Chimo, padres de Lucía y Alfonso y me saludan. Les invito a sentarse conmigo. Hace más de dos años que no vienen por la consulta y los hijos tienen 12 y 10 años.

Hablamos de la vida, de esto y de lo otro. Con los cafés delante , Chimo me dice: Mariano, el día más largo de nuestra vida fue cuando Lucía tuvo la primera convulsión febril. Me pido otro cortado y mientras disuelvo el azúcar pienso… Todos los médicos que atendemos niños nos hemos encontrado en una situación dramática, con un niño que de pronto se queda sin conocimiento, con movimientos anormales y con unos padres aterrorizados pensando que su hijo se está muriendo, sin poder ellos hacer nada.

Sólo me estoy refiriendo a las CONVULSIONES FEBRILES SIMPLES provocadas por la fiebre. Muchas enfermedades corrientes se acompañan de fiebre. Durante una convulsión se producen unas descargas eléctricas cerebrales que provocan que unas partes del cuerpo o todo se contraiga y se mueva de forma más o menos rítmica. Suelen durar poco, minutos, pero parecen una eternidad. En otras ocasiones la pérdida de conciencia se acompaña de un descenso del tono muscular y el bebé parece más un muñeco  de trapo, flácido. A veces se acompaña de emisión de orina o heces.

Lejos de ser acontecimientos raros son bastante frecuentes y se estima que el 4 % de los niños los padecen o han padecido, siendo poco probables antes de los 6 meses y después de los 5 años. A pesar de la ansiedad provocada debemos intentar mantener la calma y anotar mentalmente el tipo de movimientos, la duración, si hay emisión de orina o heces.

Es importante comprobar que respira. Ponerlo acostado de lado y no tratar de sujetarlo para que esté quieto. Si tuviera chupete u otra cosa en la boca, intentar quitarla. Si la convulsión se alarga más de 5 minutos hay que ir a Urgencias. No es la fiebre la que provoca la convulsión sino el cambio brusco de temperatura normal a elevada.

El tratamiento en Urgencias es verificar que la ventilación es adecuada y la administración de Diazepan por vía rectal con lo que la mayoría cesan. Valorarán la necesidad de análisis de sangre, punción lumbar, ingreso etc, según el estado pero lo habitual es que el paciente se pueda ir a casa con unas instrucciones y habiendo aprendido los padres la técnica de administrar la medicación rectal. Es poco frecuente que la convulsión repita durante la misma enfermedad pero puede pasar. Además la posibilidad de una segunda convulsión similar en otra enfermedad febril es alta y una tercera hasta el 10%. El tiempo juega a favor de la desaparición de estos ataques que NUNCA dejan secuelas.

Bebo un sorbo de café y Clara se levanta y dice: Te has quedado muy callado. Nos vamos de compras. Adiós. Deja que te invitemos. Me acabo el café pensando en el día más largo de Clara y Chimo y en el de tantos Chimos y Claras que han pasado por uno de estos días tan largos.

Hasta pronto.

Podéis leer también:
Esta entrada anterior que hablaba de convulsiones febriles.
Y en la web de Familia y Salud: convulsión febril.