El periodo de adaptación (y IV)


4.- ¿Qué supone para el niño la adaptación a la escuela infantil?:

* Aceptar la separación de sus padres, sabiendo que ellos siguen estando ahí, que le siguen queriendo. Podemos decir que la adaptación sería el proceso por el que el niño y la niña elaboran emocionalmente la pérdida y la ganancia que le supone la separación.

* Establecer vínculos de afectividad con el educador@, otros adultos de la escuela y los demás niñ@s. Aceptar que debe compartir al adulto, que ya no es el centro de atención.

* Aceptar su nuevo espacio, moverse libremente en él, adaptarse a las nuevas rutinas, a las normas que va estableciendo su educador@.

* Continuar su socialización, ahora a través de la escuela, porque en la guardería y en la escuela infantil todo conduce a la socialización.
La socialización se realiza primordialmente en el seno de la familia; son los padres los que introducen al hij@ en las normas, hábitos, modos de actuar, valores… Al acudir a la escuela infantil inicia la socialización escolar que le supone iniciarse en nuevos roles sociales, en nuevos hábitos… nuevos para ellos con respecto a los familiares.
En la escuela el proceso socializador se da en dos direcciones, una vertical: la de las relaciones educador@-niñ@ y otra horizontal: la relación entre iguales. Las primeras son similares a las que el niñ@ vive en casa con sus padres, el adulto tiene la autoridad, pero en el caso de la escuela el educador@ es un profesional y puede ser otro modelo para el niño y, en algunos aspectos, jugar un papel muy importante como generador de salud. Las segundas son informales, espontáneas y ofrecen unas posibilidades de relación social cualitativamente distintas a las que tiene el niñ@ en su casa, aunque tenga hermanos; los compañeros son también “ventanas” al mundo, «representantes» de otras culturas.

Una respuesta a «El periodo de adaptación (y IV)»

  1. Gracias Isabel por toda la información que nos brindas, solventando las posibles dudas que podamos tener los padres ante la separación de nuestros hijos y que de una manera indirecta beneficiará a los niños ante la temida ansiedad.

    Yo sé lo que es sufrir la ansiedad por separación siendo niña; uno de los primeros recuerdos que tengo de mi infancia es el día que me dejaron en el colegio a los 4 años, nunca antes me había separado de mi madre, recuerdo que sentía mucho miedo, y lloraba sin parar porque me separaban de ella, perdí las ganas de comer y tiraba los almuerzos a escondidas para que no me regañase la profesora hasta que un día me pilló, así que empecé a esconderlos en mi mochila y entonces fue mi madre la que los descubrió y también me reñía. Recuerdo que sentía mucho miedo y por eso no podía comer, no me encontraba a gusto rodeada de todos esos niños a los que no conocía ni tampoco quería conocer, yo sólo quería estar con mi madre… sólo con ella me sentía feliz y protegida.

    Pero mi pesadilla no acabaría aquí; meses más tarde, con 5 años, me ingresaron en el Hospital Materno-Infantil de Alicante, en marzo de 1978. Por aquellos tiempos no se permitía que los enfermos tuvieran acompañantes, ni siquiera los niños; así que una tarde de marzo, casi anocheciendo me dejaron mis padres allí: llorando, pataleando y gritando de pánico. Mis padres casi llorando me decían que iban abajo al restaurante, a comer algo, y que subían enseguida, pero yo sabía que me mentían, lo veía en sus ojos, sobre todo en los de mi padre, recuerdo sus miradas y las cosas que hablaban a mis espaldas. Allí ya no sólo dejé de comer sino que también vomitaba lo poco que comía e incluso lo hacía con el estómago vacío; no lo hacía para llamar la atención, recuerdo que el miedo y la soledad que sentía era lo que me llevaba a vomitar, también tuve la mala suerte de dar con unas enfermeras bastante frías y antipáticas que mas que consolar se dedicaban a regañar…. Mi madre, quizás guiada por ese instinto maternal que todas poseemos, me sacó del hospital sin tener todavía el alta de los médicos…. Fue la más inteligente de todos, en cuanto salí de allí empezó a mejorar mi salud. ¡Ojala hubiese tenido a un Patch Adams en el hospital, así seguro que mi ansiedad no hubiese sido tan extrema!.

    Es por ello que debemos manejar estas situaciones con mucho «tacto»; ofrecerles mucho cariño y comprensión, transferirles seguridad… Nunca debemos mentir porque aumentamos con ello la inseguridad en nuestros hijos; ellos son hábiles en descubrir cuando lo estamos haciendo. Es muy importante hablar con ellos, que siempre sepan lo que va a ocurrir y responder a todas sus dudas para evitar miedos. Trata a tu hij@ como te gustaría que te tratasen a ti.

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