La comunicación entre padres e hijos sería más sencilla si pusiéramos subtítulos que tradujeran en clave emocional las cosas que nos decimos. Especialmente, en la adolescencia. Los adolescentes están en plena efervescencia emocional y les cuesta pararse a reflexionar sobre las auténticas necesidades que laten tras sus impulsos. Por ello, raramente nos piden lo que verdaderamente necesitan y pocas veces expresan lo que realmente sienten. Los padres deberíamos ayudarles a identificarlo. Pero, a menudo, estamos tan o más verdes que ellos en este sentido. Estamos desconectados de nuestras emociones profundas o bien nos falta un vocabulario adecuado y preciso para expresarlas.
Modos de afrontarlo
Imaginemos por un momento, que adquirimos más destreza emocional y que, en vez de chillar como desesperados, les decimos: «Estoy enfadada y no es un buen momento para hablar». En vez de entrar en fuegos cruzados, decir: «Esto me duele mucho y requiere una disculpa por tu parte». En vez de desconfiar o dudar de ellos, explicarles: «Esto me preocupa y por eso estoy tan pendiente de ti». En vez de mostrarnos decepcionados y recriminar sus errores, decir: «Te quiero aunque te equivoques y estoy aquí para ayudarte».
Si nosotros ponemos luz y claridad a nuestras emociones y tenemos más presente nuestra manera de sentir, nuestros hijos también tendrán más presente la suya y quién sabe si, algún día, en vez de decirnos «Déjame en paz» nos dirán «Sigue pendiente de mí, aunque parezca que no me haces falta». O en lugar de emprenderla con nosotros, confesarán: «Estoy hecho un lío y me desahogo contigo porque sé que me lo aguantas». Imaginemos, por un momento, que unos y otros aprendemos a subtitular emocionalmente lo que nos decimos. El resultado puede ser una comunicación más grata, comprensible y directa al corazón.
Su autora, Eva Bach, escritora y pedagoga, aporta reflexiones sobre la comunicación entre padres e hijos a partir de una frase que nos ayuda a educar.
El artículo original está escrito en catalán y lo ha traducido Cristina Sanz.
Una respuesta a «Lo que nos decimos, subtitulémoslo»