EL MASAJE INFANTIL


Me envió este artículo Cynthia Gómez Quiles y creo que os puede interesar. Cynthia es Educadora Social, Terapeuta en Psicomotricidad, Educadora de Masaje Infantil de la Asociación Internacional de Masaje Infantil. Fundadora y Codirectora del Centro de Atención Infantil y Orientación Familiar. Elche

El masaje infantil es una técnica sutil, tierna y agradable, que por medio de la estimulación táctil nos permite comunicar de una forma intensa con el mundo corporal y emocional del niño/a. El tacto es un poderoso medio para el desarrollo fisiológico, psicológico y emocional del bebé. Es un nutriente que beneficia tanto al bebé, como a los padres y madres y/o personas más cercanas a él, estimulando y fortaleciendo los vínculos afectivos y la escucha mutua.

El objetivo principal del Masaje Infantil es ofrecer a los padres y madres, el espacio y el tiempo para que en el contacto piel con piel se encuentren con su bebé de una manera totalmente nueva y exclusiva, dando más calidad a sus relaciones, transmitiéndose seguridad, confianza, y creando de esta manera un vínculo que les acompañará toda la vida.

La técnica del Masaje Infantil, creada por Vimala Schneider, la componen movimientos de la técnica sueca, de la técnica hindú, algunos principios de reflexología, unos sencillos estiramientos de yoga para bebés y una secuencia para aliviar cólicos y gases.

Pero el Masaje Infantil no se basa solamente en la técnica propia del masaje, sino en el arte de la comunicación y además tiene beneficios no solo para el bebé, sino también para la persona que lo practica.

Algunos de los beneficios que aporta el Masaje Infantil son:

– Fortalecer el sistema inmunológico, ya que las situaciones de tranquilidad lo mantienen en equilibrio y el masaje ayuda a los niños/as a liberar las tensiones acumuladas durante el día.

– Ayuda a regular el sueño.

– Ayuda a madurar el sistema gastro-intestinal y después a regularlo.

– Tiene un efecto tonificante de la musculatura y ayuda al niño/a a conocer su propio cuerpo y su esquema corporal, lo cual le va a aportar seguridad y autoestima.

– Los movimientos de la técnica sueca ayudan al retorno de la sangre al corazón y los de la técnica hindú, ayudan a la sangre a llegar hasta los extremos (manos y pies).

Uno de los principales beneficios del masaje infantil es que favorece el vínculo de apego.

El vínculo de apego se refiere a la relación especial que el bebé establece con un número reducido de personas y forma parte del proyecto de desarrollo de un bebé, ya que al sentirse acompañado, cuidado y escuchado, el niño o niña logra más seguridad y confianza en sí mismo, lo que le va a permitir salir al mundo y vivir las situaciones de separación con mucha menos ansiedad.

Hoy en día se considera que el factor más importante en la creación del vínculo de apego, es el contacto físico positivo y existen ya numerosos estudios que demuestran la importancia del contacto afectivo para el desarrollo de los niños y niñas.

Mediante el Masaje Infantil estamos transmitiendo a los niños/as seguridad, tranquilidad, y la sensación de sentirse respetados, ofreciéndoles a ellos/as y a también a nosotros/as mismos, un momento privilegiado mediante la nutrición afectiva, “porque la piel es el primer lenguaje”.

Es tarea tuya llevarte bien con la profe

Cambio de curso, cambio de profesores para muchas criaturas. Algunos padres están felices: el nuevo tutor los enamora. Otros han tenido mala suerte: este año les ha tocado un hueso.

Escena 1: el niño llega a casa quejándose del nuevo tutor un día sí y otro también. La del curso pasado era mejor. Esta es demasiado estricta. Y antipática como ella sola. Nos mira menos y reprende a más. A veces dice cosas extrañas. Y nos hace trabajar demasiado. O tal vez poco. ¡No importa! Y, además, no nos enseña bien. Los padres se dejan engatusar por el malestar de la criatura. Empiezan a maldecir los huesos de la profe en cuestión y, si son un poco lanzados y la cosa perdura, algún día puede que vayan a cantarle las cuarenta.
Escena número 2: el niño llega a casa quejándose de la nueva tutora un día sí y otro también. Le encuentra todos los defectos y ninguna gracia. Los padres escuchan al niño y lo comprenden, pero no se dejan engatusar por sus quejas. Con los maestros extraños, antipáticos, refunfuñones y menos buenos, también se pueden aprender cosas. Sólo si hacen cosas delictivas o vejatorias, moveríamos algún dedo. Mientras no sea así, es tu trabajo –le dicen- hacer lo posible por llevarse bien con la profe.

Encontrar la sintonía
Estoy segura de que adivinaréis de cuál de las dos escenas soy más partidaria. Indudablemente de la segunda. Por descontado que los profesores tienen que hacer lo posible por llegar a cada alumno, entendiéndoles y extrayéndoles lo mejor. Pero también los niños, cuando empiezan a ser mayorcitos, tienen que intentar entenderse con aquellos profesores con los que sintonizan menos. Afrontarlo como un reto es generalmente más eficaz que entrar en conflicto con estos maestros. Los padres tenemos que quitar hierro a estas situaciones y tratar de darles la vuelta. Hablaremos de ello.

Eva Bach, escritora y pedagoga, aporta reflexiones sobre la comunicación entre padres e hijos a partir de una frase que nos ayuda a educar.

El artículo original está escrito en catalán y lo ha traducido Cristina Sanz.

Piensa qué puedes hacer para arreglarlo

Hace unas semanas comentaba que las disculpas es mejor pedirlas cuando se sienten de verdad y que muchas veces un “me sabe mal” simple y sincero es más que suficiente. Pero también hay veces en que no lo son, en que hace falta algún gesto o alguna acción que repare el mal que se haya podido ocasionar.
Estas acciones reparadoras es bueno que las planteemos como una manera de compensar al otro por el posible agravio y no como un castigo para el que lo ha cometido. También es recomendable que guarden relación con el perjuicio causado y que al principio las sugiramos los padres pero que, poco a poco, sea la propia criatura quien tome la iniciativa de proponerlas y llevarlas a cabo.
Una madre empezó a aplicarlo con su hija y un día, después de disgustar a sus padres, la nena les dijo que para compensarlo, les prepararía una merienda para chuparse los dedos. El estado semi-catastrófico en que quedó la cocina, hizo que la madre dudara de las bondades de este tipo de acciones: “Otro día le diré que no hace falta que haga nada- me decía riendo-, que con la intención me basta”.

Un ejemplo que enseña
Aún y con la parte cómica de la situación, no decía ninguna tontería. Cuando los vínculos afectivos son estrechos- como en el caso de padres e hijos, y el cariño sano, el hecho de demostrar que estamos dispuestos a hacer alguna cosa que lo compense se convierte en reparador por sí mismo. La intención es todo un signo de consideración y, a veces, no hace falta materializarla. Enseñar a los niños- a partir de nuestro propio ejemplo también- a decir “lo siento” cuando de verdad lo sentimos y, a continuación, a pensar por ellos mismos qué pueden hacer para repararlo, o a pedirle a la persona agraviada si pueden hacer alguna cosa para que se sienta mejor, se convierte en liberador para las dos partes. También es más educativo que imponer castigos y bastante más eficaz de cara a propiciar y restaurar la buena sintonía.

Eva Bach, escritora y pedagoga, aporta reflexiones sobre la comunicación entre padres e hijos a partir de una frase que nos ayuda a educar.



El artículo original está escrito en catalán y lo ha traducido Cristina Sanz.

Lo imperfecto es perfecto, a veces

Vaya por delante que soy amante de las cosas bien hechas y que disculpo los errores pero no la incompetencia, y menos cuando esta se convierte en un mal colectivo que desmerece y arruina un país. La imperfección a la que yo me refiero es otra. Es la de las cosas que todavía están lejos del ideal, la de aquello que está bien pero no termina de convencer, la de lo que no es como querríamos que fuera y no depende de nosotros que llegue a serlo.
La realidad, el mundo y las personas estamos llenas de pequeñas y grandes imperfecciones, que no siempre podemos cambiar. Lo que no hacemos suficientemente bien; aquel amigo que nos sale por peteneras; aquel maestro que es antipedagógico, aquellas palabras que deberíamos haber dicho o que nos deberíamos haber guardado; aquel acto que ha estado mal organizado… Si nos obsesionamos y nos dedicamos a combatirlo, tenemos muchos números para vivir permanentemente insatisfechos. Si consideramos que lo imperfecto forma parte de la vida y lo asumimos con naturalidad, vivimos más relajados nosotros y los que nos rodean.

Es cuestión de límites.
Esta es una de aquellas cuestiones en que de la teoría a la práctica hay un abismo. Podemos suscribir el planteamiento, pero a la hora de la verdad ser padres extremadamente perfeccionistas y exigentes con nuestros hijos, a quienes sometemos a un marcaje agobiante y de quienes minimizamos los aciertos y magnificamos los desaciertos. Nos desesperamos cuando las cosas no se ajustan a nuestros esquemas o actuamos como si se acabase el mundo cuando les toca un maestro antipedagógico.
Lo imperfecto tiene que ver con nuestros límites y con la aceptación de la realidad como es. Aprender a convivir con ello es una cura de humildad y un signo de sabiduría. Dice un escritor de éxito que no existe nada completamente errado en el mucho. Hasta un reloj estropeado, acierta dos veces al día.

Eva Bach, escritora y pedagoga, aporta reflexiones sobre la comunicación entre padres e hijos a partir de una frase que nos ayuda a educar.



El artículo original está escrito en catalán y lo ha traducido Cristina Sanz.

Tu nuevo profesor me gusta

Que a nuestros hijos les toque un profesor que nos guste mucho o poco no es solamente cuestión de suerte. Los ojos con los que los padres miramos al profesorado influyen, decisivamente, en la manera con la que el niño se relacionará con ellos y con el nivel de aprendizaje que alcanzará con cada uno de sus maestros.
En los años de escolaridad de mis hijos debo de haber conocido una veintena larga de tutores y tutoras y no tengo quejas importantes de ninguno. No es porque fueran perfectos. Pero, para mí, como si lo hubieran sido. Cada comienzo de curso, cuando volvía de la reunión de padres de la escuela, querían saber qué me parecía su nuevo profesor. Consciente de cómo podía ser de relevante lo que dijera, miraba de destacar principalmente las cosas positivas. A veces resultaban evidentes y otras veces las tenía que intuir, pero siempre las acababa encontrando.

Encontrar las virtudes
Una vez, uno de mis hijos me adelantó: “Este año es imposible que te guste. ¡Es más aburrido que una ostra!” Lejos de dejar que me condicionara, me mantuve en la actitud habitual y procuré contrarrestarlo: “Yo no lo he encontrado tan aburrido- le dije al volver de la reunión-. Tiene un tono un poco monótono, pero me ha parecido una persona atenta, seria y cabal y me ha gustado”. Lo siguió encontrando aburrido, pero en ningún momento llegó a ser un obstáculo insalvable, y de eso se trata. Cuando los padres miramos mal a un maestro, es muy probable que nuestros hijos entren en conflicto con él. Si somos capaces de mirarlo con buenos ojos y resaltar lo bueno que tiene- más allá de si nos cae simpático-, seguramente ellos también lo mirarán mejor.
Evitaremos una asociación que puede ser nefasta: me cae mal- es un mal profesor- comienzo a tener problemas. Y lo más importante de todo: les daremos permiso para aprender con él.

Eva Bach, escritora y pedagoga, aporta reflexiones sobre la comunicación entre padres e hijos a partir de una frase que nos ayuda a educar.

El artículo original está escrito en catalán y lo ha traducido Cristina Sanz.

¿Y si lo decimos con el lenguaje del corazón?

Esta frase la podemos decir a nuestros hijos en algunos momentos, sobre todo cuando ante un conflicto los corazones se cierran o se endurecen.
Hay ocasiones en que la comunicación entre padres e hijos deriva en un desbarajuste y cuanto más hablamos, más grande es el abismo que abrimos entre nosotros. Entonces, esta frase invita a recomenzar desde otro sitio, a dibujar caminos de encuentro, a generar nuevas posibilidades.
Le llamamos lenguaje del corazón porque es breve, claro, directo y preciso, porque conjuga saber y sentir y ayuda a restablecer el flujo amoroso que determinados hechos o palabras pueden haber perjudicado. No implica un tono cursi, ramplón ni endulzado. Lo que si requiere es cambiar de frecuencia, dejarnos de razones, argumentos, acusaciones y reproches y apelar directamente a los sentimientos, a la forma en que nos sentimos unos y otros y sobre todo, a las necesidades que tenemos para sentirnos bien y para estar en mejor disposición para poder escucharnos.
Los padres y madres, y todas las personas que ejercemos alguna tarea educativa, tenemos que aprender el lenguaje del corazón, enseñarlo e invitar a nuestros hijos a hablarlo. De hecho, ellos lo saben cuando son pequeños y a medida que van creciendo lo desaprenden.
Está muy bien hablar idiomas y saber utilizar los nuevos lenguajes tecnológicos, pero hay una cosa más importante todavía: aprender a expresar adecuadamente lo que sentimos y saber encontrar palabras que toquen el corazón de nuestros hijos.

Eva Bach, escritora y pedagoga, aporta reflexiones sobre la comunicación entre padres e hijos a partir de una frase que nos ayuda a educar.
 El artículo original está escrito en catalán y lo ha traducido Cristina Sanz.