Fobia escolar

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María tiene 12 años y en la última semana ha venido en tres ocasiones a consulta porque tiene dolor abdominal y vómitos matutinos. Es una niña sana. Tras completar las preguntas acerca de otros posibles síntomas y una exploración rigurosamente normal la actitud más lógica a seguir será la observación en los próximos días, ver cómo evoluciona.

Esta consulta, que en estas fechas se presenta con relativa frecuencia, nos deja siempre la sospecha, entre las posibilidades diagnósticas, de que los síntomas abdominales sean la manifestación de una fobia escolar.

La fobia escolar es la incapacidad total o parcial del niño de acudir al colegio como consecuencia de un miedo irracional a algún aspecto de la situación escolar. El niño permanece en casa con conocimiento de los padres cuando debería estar en el colegio y por tanto quedan excluídas las situaciones de negligencia por parte de los de los padres, es decir, que no se preocupen en llevarlos al cole o que sea el niño o adolescente el que “haga novillos”, conducta en la que los padres no son conocedores de la situación.
Podemos decir que es una dificultad grave para asistir a la escuela, con excesivo miedo, que provoca síntomas físicos ante la perspectiva de acudir al colegio y que en ocasiones produce periodos prolongados de absentismo escolar. Es más frecuente en la adolescencia temprana y solemos verlo en la entrada al instituto tras dejar el colegio, otras veces cuando debe incorporarse tras vacaciones y afecta tanto a niños como a niñas.

Los síntomas principales son la ansiedad, más o menos intensa, que se manifiesta con palidez, llanto, cefalea o síntomas digestivos: dolor abdominal, náuseas, vómitos o diarrea. Menos frecuente es encontrarnos síntomas depresivos como tristeza. Estos síntomas son más intensos por la mañana, en las horas previas a ir al colegio o al instituto, mejoran durante el día y empeoran de nuevo por la noche, si es que hay colegio al día siguiente. Desaparecen en vacaciones o si el niño se queda en casa.

Es necesario descartar siempre otras causas orgánicas de las manifestaciones abdominales o de la cefalea antes de llegar al diagnóstico de fobia escolar. Tendremos que ver la evolución a lo largo de los días, entrevistar a los padres y entrevistar y valorar al niño, así como pedir información al colegio. No debemos demorar el diagnóstico porque retrasar la reincorporación complica la evolución. El primer objetivo es conseguir la asistencia a clase lo antes posible, porque en cuanto la asistencia a clase es ya regular muchos de los síntomas de ansiedad desaparecen.

Es necesario por tanto que cuanto antes asesoremos a los padres, explicándoles el diagnóstico. Es frecuente encontrar en estos casos que el padre ha asumido una posición periférica en la familia, por eso es útil que ambos padres estén en casa a la hora de ir al colegio, que le acompañen y le muestren determinación y seguridad en que tiene que ir.
Conseguir la colaboración del niño o del adolescente suele ser complicado al principio y requiere un trabajo personal con él.

Como tantas veces ocurre en consulta, sólo unos pocos requerirán que los derivemos a la Unidad de Salud Mental Infantil para trabajar con el niño y su familia, la mayoría entrarían en “formas menores” de fobia escolar, es decir, niños que tienen más dificultad en adaptarse a los cambios, más tímidos o con menos habilidades sociales. Probablemente este será el caso de María y pronto la tendremos incorporada felizmente al instituto.

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