¿Te levanto 10 minutos antes o lloras rápido?

La Virgen despertando al Niño. Obra de Sánchez Cotán. Museo de Bellas Artes de Granada.

Levantarse, vestirse, desayunar alguna cosa y llegar a tiempo al colegio es un drama diario en muchos hogares. Las criaturas lloran, refunfuñan, hacen todo tipo de rabietas. A los padres se nos acaba la paciencia, perdemos los nervios, gritamos. Los ánimos de unos y otros se exaltan. El primer momento estresante del día está servido.
Para resolver situaciones como esta tenemos diversas posibilidades. Algunas veces basta con poner palabras a los sentimientos de la criatura, con reconocer que es una lata tenemos que levantar temprano, tan bien como se está en la cama. Haciendo un poco de teatro, podemos decirles que a nosotros también nos da pereza, protestar un poco y decir algo del estilo: “Ahora dejo de protestar, que me pondría de mal humor, y me visto y me tomo la leche o lo que sea”.
Empatizando con su malestar, permitiendo que se quejen un rato y mostrándoles una manera de resolverlo, los podemos ayudar más fácilmente a transformarlo.
Si esto no funciona, el día de antes o en algún momento en el que estemos tranquilos, podemos preguntar a la criatura qué cree que le ayudaría a levantarse más contenta y vestirse o desayunar más rápido, qué cosas se le ocurren que podemos hacer. De esta manera apelamos a su responsabilidad e imaginación y probablemente nos proponga alguna solución que resulte sorprendentemente factible y eficaz.
Si tampoco así conseguimos resolverlo, podemos recurrir con ternura y buen amor a frases como la de hoy: “¿Mañana que prefieres: te levanto 10 minutos antes o refunfuñas rápido?” Así la criatura se da cuenta de que damos por hecho su malestar y que podemos asumirlo, y a la vez le otorgamos la capacidad de decidir, le concedemos un margen de libertad que a menudo le lleva a escoger lo más coherente y lo más sensato, lo que le hace sentir mayor y mejor: levantarse a la hora sin llorar.

Eva Bach, escritora y pedagoga, aporta reflexiones sobre la comunicación entre padres e hijos a partir de una frase que nos ayuda a educar

El artículo original está escrito en catalán y lo ha traducido Cristina Sanz

Ser capaz de decir “Sí, mamá”; una conquista

Con las criaturas no hace falta que nos esforcemos mucho para enseñarles a decir “no”. Normalmente lo aprenden solitos y muy pronto. Alrededor de los dos o tres años la mayoría ya lo saben decir con una cierta rotundidad y cuando llegan a la adolescencia alcanzan un dominio del “no“ francamente extraordinario.

Enseñar a decir “Sí, mamá” resulta un poco más difícil y a medida que van creciendo, la cosa más bien se complica en lugar de arreglarse.
No hemos de pretender, ni mucho menos, que las criaturas digan siempre “Sí, mamá” (o “sí, papá”, que en este caso es lo mismo). Aprender a decir “no” es importante. Una criatura necesita saber decir “no” para adquirir un sentido de sí misma, formarse un criterio propio y ser menos manipulable a manos de otros. Pero también necesita saber decir “sí”. El “sí “ es igualmente importante y necesario. Nos abre al otro, al intercambio, al aprendizaje, a la aceptación de lo que es como es…
Hay un “sí, mamá” interno, profundo, que viene a ser un sí a la vida y a la propia madre, y una serie de síes más simples y cotidianos que facilitan la convivencia y de paso abonan el camino hacia el primer sí más completo. Me refiero al “Sí, mamá, ahora lo hago”, cuando apelamos a algún deber pendiente, al “Sí, mamá, tienes razón”, cuando les señalamos alguna equivocación, o cualquier otro sí de este estilo.
Me hago cargo que algunos de estos síes pueden parecer misión imposible en determinados momentos, pero aunque así sea, conviene que hagamos notar a las criaturas igualmente su importancia. Lo podemos hacer reconociendo abiertamente delante de ellos que decir “Sí, mamá” resulta difícil en determinadas edades, pero que a veces es más efectivo que discutir tres horas, y que el día que sean capaces de decirlo de verdad será toda una conquista, de la cual seguramente se sentirán muy satisfechos.

Su autora, Eva Bach, escritora y pedagoga, aporta reflexiones sobre la comunicación entre padres e hijos a partir de una frase que nos ayuda a educar.

El artículo original está escrito en catalán y lo ha traducido Cristina Sanz

Discapacidad e infancia

Hoy, en el Suplemento de Salud del periódico Información de Alicante, nuestro amigo y colaborador Tomás Castillo Arenal publica el siguiente artículo:

La discapacidad en la etapa infantil ha pasado de ser vista en la sociedad simplemente como un problema a asumirse como un reto para potenciar las capacidades de los niños y niñas, de forma que logren la mejor calidad de vida dentro de sus posibilidades.

Estamos viviendo un cambio histórico en la forma de considerar la discapacidad: de una mirada en la que sólo se veía el problema en la persona, la fatalidad, a una visión más amplia que refleja las posibilidades individuales que tenemos, y la dimensión social de la discapacidad.
Hoy entendemos que la discapacidad, como la capacidad, forma parte de la naturaleza humana. Nacemos con enormes limitaciones, durante la infancia vamos adquiriendo capacidades, que disfrutamos en la juventud, aunque puede que perdamos alguna a lo largo de la edad adulta, y seguro que perderemos muchas a medida que avanzamos en la edad.
También hemos comprendido que la discapacidad está condicionada por la aceptación social. Si no se cree en las posibilidades de la persona, no se ponen los medios necesarios para su participación. Uno de los mayores dramas que sufren muchas personas con discapacidad es que casi nadie espera nada de ellas.
Por tanto, la discapacidad pasa de ser un problema sólo personal a tener una dimensión social. Hoy entendemos la discapacidad como el resultado de las limitaciones de las personas en relación con el medio en el que nos desenvolvemos. Así, si un niño no puede acudir al colegio de su barrio, la discapacidad no está sólo en sus limitaciones, sino en la falta de medios del centro para apoyar y educar a personas con limitaciones. El resultado es que el niño no puede ir al colegio con sus hermanos y vecinos, como los demás. Eso es la discapacidad.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) defiende esta perspectiva en la Clasificación Internacional del Funcionamiento la Discapacidad y la Salud (CIF) aprobada en 2001. El problema no son solo las limitaciones individuales, sino también las que barreras que tiene la sociedad, y las carencias para prestar los apoyos apropiados a cada persona.
Es un enfoque también de derechos humanos, y así lo proclama la Convención de Naciones Unidas sobre Derechos de las Personas con Discapacidad, el cual ha sido ratificado por España, y que entró en vigor en mayo de 2008. El artículo 7 de este texto alude a la obligación de garantizar la igualdad de derechos de los menores con discapacidad, en relación a los demás niños y niñas.
Los avances científicos y tecnológicos permiten mejorar la supervivencia de los niños prematuros o con enfermedades congénitas. Aproximadamente un 5% de niños y adolescentes en España tienen alguna discapacidad. Ya en edades tempranas, se manifiestan limitaciones en un 2,2% de los menores de 6 años.
Esta nueva visión, centrada en las capacidades y no sólo en las limitaciones como hasta ahora, invita a buscar mucho más las oportunidades de modificar el entorno para que la infancia sea una oportunidad de crecer como los demás. De que el niño sea aceptado como es, desarrollando todas las posibilidades, conviviendo en comunidad sin que nadie compare, disfrutando de esta etapa con la misma felicidad que sus hermanos y sin ser un «niño problema». De nuestro cambio de visión depende un futuro diferente, comenzando por un mayor apoyo a las familias.
Tomás Castillo Arenal

EL NIÑO INADAPTADO Y SU AUTOCONCEPTO (y segunda parte)

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Por otra parte, queda patente la importancia del proceso de formación del concepto de sí mismo a la hora de establecer normas, pautas y criterios, tendentes a la reinserción social de los sujetos inadaptados. No podemos prescindir alegremente del contexto social en el que el individuo crece y se desarrolla si queremos lograr una comprensión efectiva de su problemática, y descubrir modos válidos de prevención y tratamiento de la misma.
He podido observar que el adolescente inadaptado es, ante todo, adolescente. Su modo de configurar el concepto de sí mismo  no difiere tan exageradamente de la manera en que lo hace el individuo adaptado, de tal manera, que pudiera confundírsele y que pasaran desapercibidos en él las características propias de su edad.  Ahora  bien, debo señalar que las diferencias entre unos y otros se hacen fuertemente patentes.
El adolescente inadaptado presenta un fuerte interés por los aspectos de su autoconcepto referentes al «Sí Personal», «Sí Adaptativo», «Sí Material». Observamos que dicho interés se centra concretamente sobre la «Imagen de Sí», la «Identidad de Sí», la «Actitud de Sí», y el «Sí Somático». En definitiva, a aspectos personales, adaptativos y corporales.
Destaco cómo a nivel evolutivo estos adolescentes inadaptados presentan, como los demás, una tendencia al desarrollo del autoconcepto desde las percepciones más materiales y concretas hacia las más sociales y complejas. Sin embargo, los factores personales y adaptativos siguen manteniéndose con igual importancia durante todo el  período de la adolescencia, con lo que vienen a diferir del modo habitual de evolución de los adolescentes adaptados.
Con respecto a las diferencias entre los sexos, decir que son mínimas, y que sólo en la subestructura del  » Sí Somático » merecen ser señaladas. En dichos aspectos corporales se centran bastante más los adolescentes varones que las mujeres. Ellas parecen, por el contrario, centrarse un poco más en los aspectos adaptativos.
Y puesto que tales diferencias existen, y como está confirmado el papel que el concepto  de sí mismo desempeña en la génesis de la adaptación o inadaptación, sugiero se abunde en el estudio teórico y práctico de las relaciones entre concepto de sí mismo y génesis de la inadaptación, así como investigar y poner en práctica una línea pedagógica y terapéutica para niños inadaptados que centre su labor en torno al desarrollo de su  autoconcepto positivo.

Francisco Sanz. Doctor en Psicología

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EL NIÑO INADAPTADO Y SU AUTOCONCEPTO (primera parte)

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La creciente gravedad en las infracciones de la norma social, la constante extensión de su campo de actuación, y la constatación de la presencia de menores vinculados a ellas, cada vez a más temprana edad, ha venido generando en los distintos  grupos sociales una progresiva tensión e inquietud. Si a esto añadimos la acción de los medios  de comunicación, la mayoría de las veces poco acertada porque ofrecen información incompleta y sensacionalista de este tipo de fenómenos, el resultado es ese atosigante clima de inseguridad ciudadana que tan familiar nos viene siendo en estos últimos tiempos.
En un medio como el descrito, la opinión pública, tan altamente sensibilizada, se muestra sin embargo escasamente conocedora del hecho de la infracción. Sólo ha podido entrever lo externo y anecdótico del fenómeno, desconociendo la realidad del problema que es mucho más compleja y dramática de lo que a primera vista pueda  parecer.  En general se desconoce la existencia de unas necesidades psicológicas no satisfechas que actúan produciendo gran malestar en el ser humano y que pueden encontrar una salida en acciones infractoras: droga, delincuencia, marginación.
Esta insatisfacción se encuentra en la base de la patología social, que como confirman los estudiosos del tema, y yo con ellos, surge ya desde la primera relación madre-hijo. Ausencia de satisfacción entendida no como falta en el número de atenciones prestadas al niño, ni en el valor económico de las mismas, sino fundamentalmente como déficit en la calidad del vínculo, en su persistencia y en el mensaje emotivo, como ausencia de expresiones del tipo: «eres algo valioso para mí y por ello gustosamente atenderé tus necesidades, no tienes nada que temer porque estaré siempre contigo». Desde este punto de vista el comportamiento humano no puede entenderse de forma aislada, se va construyendo en constante referencia a su «universo estimular» (contextos familiares, culturales, religiosos, sociológicos,  económicos, étnicos, etc.). Por tanto lo pertinente es analizarlo en el seno del contexto donde se gesta.
Por mi parte, movido por el deseo de conocer en profundidad el funcionamiento del ser humano me puse en contacto directo con la práctica de la Psicología lo que me permitió entrever la importancia que la formación del concepto de sí mismo podría tener a la hora de explicar el fenómeno de la adaptación e inadaptación del hombre a su medio social y por ende para explicar el hecho delictivo al que aludimos en primer lugar.
Asimismo, he sido motivado en gran medida por el reto educativo y terapéutico que nos plantean concretamente los niños que se encuentran en tal situación de inadaptación, y cuyas necesidades psicológicas nos imponen un profundo conocimiento de la génesis de tal tipo de comportamiento.
Dada la escasez de trabajos efectuados en España sobre el tema, decidí llevar a cabo una investigación con el propósito de confirmar o no esa importancia que yo atribuyo al autoconcepto como elemento primordial en el proceso de adaptación social, y con el propósito de obtener criterios que nos permitan abordar la tarea educativa de los niños inadaptados desde una perspectiva más cercana a la génesis de sus conflictos.
Pude constatar, tanto a nivel teórico como a nivel empírico, según las observaciones efectuadas  en  una amplia muestra de adolescentes inadaptados, la importancia que el concepto de sí mismo tiene en el  proceso de adaptación social.
Parecen coincidir la mayoría de los autores estudiados (René L’Ecuyer, W.James, Sullivan, Belén Garcia T.  Zabalza Bereza, Carrasco, Ortega y Prieto, entre otros ) en afirmar que el concepto que de sí mismo tenga un sujeto influye notablemente en la actitud que frente a los otros y al sistema social en general tome, y en las percepciones que los otros vayan a tener de él. La inadaptación, como proceso eminentemente social, se ve  pues directamente afectada por el autoconcepto.
A nivel empírico, mis observaciones han venido a confirmar tal impresión. Los diferentes análisis de datos que he ido haciendo con los resultados obtenidos en una muestra de adolescentes inadaptados, con una batería para el estudio de su autoconcepto, así lo corroboran.

Francisco Sanz. Doctor en Psicología

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Entrevista a nuestro colaborador Tomás Castillo en ABC.ES

vía: ABC.ES

Reflejamos en Maynet la entrevista que nuestro querido colaborador Tomás Castillo realizó el día 23 de Septiembre 09 en el diario ABC en su versión online.

«Enfermos graves e incurables nos enseñan que hay que vivir la vida» ABC.es - ABC de la Última_1253897386930

«Enfermos graves e incurables nos enseñan que hay que vivir la vida»

La fuerza de la vida _Castillo (Torrelavega, 1957) se dedica a promover los valores humanos sobre cualquier limitación. Con AMICA (amica.es), donde trabajan más de 500 personas, lleva 25 años descubriendo capacidades donde otros sólo vieron enfermedad e invalidez.

Emprendió una cruzada contra el derrotismo y la resignación ante la enfermedad y lleva todas las de ganar. Forjado en la realidad, nos propone tener los motores de la vida en marcha para que el miedo no nos venza, y menos a la gripe A

Vuelta al cole. Juan no llega. Le han descubierto cáncer. Los niños están desconcertados. ¿Quién te prepara para eso?

Es la gran asignatura pendiente para todos, porque nadie se preocupa de formarnos ante una realidad tan evidente como que vamos a tener enfermedades y no sabemos cuándo.

Es padre de un joven con fibrosis quística. ¿Cómo se asimila esa noticia?

Mucho peor que cuando te ocurre a ti. El gran drama es querer hacer mucho por tu hijo y no lograr superar lo que plantea una enfermedad incurable. Muchas familias lo viven de forma dramática. Por eso yo en «Aprendiendo a vivir. La enfermedad: descubrir las posibilidades que hay en mí» (CEAC) ?cuyos derechos de autor se dedicarán a atender la fibrosis en países empobrecidos?  les invito a convivir con la enfermedad dejando que sus hijos sean niños, jóvenes, adultos que vivan su vida sin que la enfermedad sea la protagonista, porque ese derecho sólo es de ellos.

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