Los antibióticos, un arma de doble filo

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Ayer, en el periódico Información, Judith Lozano González, residente de Pediatría del Hospital General Universitario de Elche y actualmente realizando el rotatorio en nuestro Centro de Salud, publica este artículo con motivo del Día Europeo para el Uso Prudente de los antibióticos. ¡Gracias Judith!

 

Como residente de primer año de pediatría, llevo poco tiempo cuidando de los más pequeños de la casa, y algo que me llama la atención es la importante demanda de estos fármacos por parte de la sociedad cuando aparecen procesos infecciosos. Son reclamados por los padres ya que existe la creencia popular de que lo curan todo, algo que queda lejos de la realidad.

El pasado 18 de noviembre tuvo lugar el «Día Europeo para el Uso Prudente de los Antibióticos”, una iniciativa europea de salud pública cuyo objetivo es concienciar sobre el problema que supone el aumento de las resistencias a los antibióticos. Y es que a pesar de que su uso está disminuyendo en la Unión Europea, los españoles estamos a la cabeza en el consumo de los mismos. Urge, por tanto, fomentar el uso prudente de los antibióticos para detener el desarrollo de bacterias resistentes y conseguir que mantengan su eficacia en un futuro.

En primer lugar debemos tener claro tres cosas: ¿Cuándo debemos usarlos? Cuando la infección la provoque una bacteria y utilizaremos el antibiótico más adecuado para luchar contra ella. ¿Qué es la resistencia a un antibiótico? Es cuando éste pierde su capacidad para eliminar o detener el crecimiento de una bacteria. ¿Cuándo se produce? Cuando se usa muy frecuentemente o de forma incorrecta.

La mayoría de las infecciones que tienen lugar en la infancia, sobre todo en niños menores de 3 años, son provocadas por virus. Estamos hablando de más del 90 % de las infecciones que pasan nuestros niños en los primeros años. Este es el caso de patologías como resfriados, gripe o faringitis víricas que deben ser tratadas de forma sintomática con analgésicos-antitérmicos y una adecuada hidratación. Las infecciones bacterianas como faringoamigdalitis por estreptococo, sinusitis o neumonías deben ser tratadas con antibióticos, pero siempre prescritos por un médico y siguiendo las pautas indicadas. Hay que señalar que al igual que es importante tratar una enfermedad, es importante prevenirla, por eso debemos llevar a cabo unas correctas medidas higiénicas y, si es posible, vacunación.

El uso de antibióticos debe estar siempre justificado, ya que su empleo tiene ciertas consecuencias: 1) Hace que las bacterias sean resistentes a los antibióticos, quedándonos sin armas terapéuticas. 2) Además de eliminar a las bacterias malas, también se elimina a las bacterias buenas, haciéndonos susceptibles de sufrir otras infecciones. 3) Tienen efectos secundarios: pérdida de apetito, náuseas, diarrea, dolor abdominal, etc. Por ello, si los empleamos de forma indebida, no solo no solucionaremos el problema, sino que estaríamos causando otros.

Además de lo comentado anteriormente, otras consecuencias derivadas de las resistencias bacterianas a los antibióticos es el aumento de las estancias hospitalarias o que tengamos que usar otros antibióticos más caros, aumentando así el gasto público en sanidad; aunque lo más grave es, sin duda, el aumento de la mortalidad.

Los antibióticos han sido nuestro gran aliado desde su descubrimiento, librándonos de enfermedades que por aquel entonces eran mortales. Sin embargo, en los últimos cincuenta años apenas se han descubierto nuevos fármacos para combatir las bacterias, y los que tenemos están empezando a ser ineficaces debido al mal uso. Si a ello sumamos los efectos adversos que provocan en los niños, ya tenemos razones suficientes para emplearlos de forma responsable y siempre supervisado por un profesional de la salud.

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