Ayer, con motivo de la celebración del VIII Curso para padres de Adolescentes, el Dr. Valdés, organizador del curso y yo, ponente en una de las mesas redondas, publicábamos en prensa el siguiente artículo. La Jornada fue completa, mañana y tarde y allí nadie se movió de la sala; los temas daban para mucho y los debates, por tiempo, había que cerrarlos; era mucho el interés y la participación de los padres. Creo que hay necesidad de más iniciativas como ésta, así que desde aquí gracias al Dr. Valdés y le animo a preparar una nueva jornada.
Hoy sábado 16 nos reunimos en el Colegio de Médicos, padres, profesionales de la educación y de la salud en el VIII Curso para Padres de Adolescentes, con el objetivo de poner nuestra mirada en el adolescente y hablar de problemas médicos, obesidad, hábitos sexuales, educación para la salud en el ámbito escolar, trastorno de déficit de atención en el adolescente y problemas en la convivencia: internet, drogas y conducta. Puede parecer mucha tarea para un sólo día, pero lo que tratamos es de reflexionar juntos, ver lo que estamos haciendo, cómo educamos, en la casa y en la escuela, qué nuevos problemas nos plantea el adolescente hoy y cómo los abordamos, qué atención sanitaria está recibiendo y cómo podemos mejorarla.
Como pediatras, creemos que los servicios de salud no estan a la altura de lo que necesitan los adolescentes. No es algo local, la Organización Mundial de la Salud ha marcado como prioridad para el siglo XXI acercar los servicios de salud a los jóvenes. El adolescente en el sistema sanitario está en tierra de nadie: los pediatras, aunque hemos hecho un esfuerzo en formarnos para atenderles, andamos ocupados sobre todo con la patología infecciosa y en el campo de la prevención y promoción de la salud con el Programa de Niño Sano, que cubre muy bien la atención al niño pequeño, pero se diluye a edades posteriores, quedando reducido sólo a los exámenes de salud escolar en los cambios de ciclo educativo: 6 y 11 años. Así las cosas, nuestra atención al adolescente se limita a responder a la demanda que nos plantean y no realizamos, en general, actividades preventivas. Y cuando el adolescente llega al médico de familia, tampoco creemos que tenga una atención adecuada porque éste anda absorbido por la demanda de la patología crónica y también se limita a atenderles puntualmente en consulta.
Sigue siendo pues una asignatura pendiente la atención al adolescente, sobre todo en lo preventivo. Vamos caminando aunque despacio, por eso iniciativas como ésta son tan bien acogidas.
Creemos que es necesario reunirnos con padres y madres para hablar de sus hijos adolescentes, de sus necesidades, de sus problemas, de las dificultades que como padres tenemos para educar. Ser padres es una profesión de la que uno no se jubila nunca, y en estas jornadas lo que pretendemos es ayudarles a hacerlo lo mejor posible. Tenemos la oportunidad de reunir, en un solo día, a expertos en distintas materias, intercambiar opiniones con ellos y con los demás padres, ojear los libros recomendados que nos pueden orientar, todo ello en un clima positivo y de esperanza.
Por mal que pensemos que está la sociedad actual, la mejor vacuna para los problemas de los adolescentes es una familia que funcione, unos padres que sepan poner los límites con el corazón en la mano, que ejerzan una autoridad afectiva, compartida y responsable. En definitiva, cariño y ley.
“Se aprende mucho y ayuda. Gracias por hacer posibles estas reuniones“, esta fue la frase que nos dijo un padre al terminar el último curso. Para nosotros, los pediatras, es suficiente.
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