Incorporada al trabajo tras las disfrutadas vacaciones inicio esta vuelta a un ritmo lento, porque cuesta centrarse con la que está cayendo (a todos los niveles). Y lo hago con el artículo que hoy se publica en el Suplemento de Salud del periódico Información con el que, como sabéis, colaboro:
Tener un hijo o adoptarlo es una decisión muy importante y que implica una gran responsabilidad.
Desde el momento en el que se empieza a soñar con ese hijo se inicia el proceso de gestación, así lo creo. Una de las formas más bonitas con las que he oído evocar el deseo de una pareja por tener un hijo ha sido “cuando no eras más que un brillo en los ojos de tus padres”. Así se inicia una paternidad responsable.
No sólo habrá que preocuparse de lo genético, de conocer si hay enfermedades hereditarias, también de que la madre tenga apoyos, esté rodeada de un ambiente estable, tranquilo, con una alimentación correcta, un embarazo libre de tabaco y otras adicciones… todo ello repercutirá en el bienestar de ese niño que se esta gestando, porque la madre no solo suministra nutrientes al hijo que lleva dentro sino que determina las condiciones saludables o no en las que esta creciendo su hijo.
Los padres no son simples espectadores del desarrollo de su hijo sino que pueden y deben mejorar el entorno prenatal que es, al fin y al cabo, mejorar los primeros pasos de la vida de sus hijos. Esto es paternidad responsable.
Cada vez hay más estudios que confirman la complejidad del periodo prenatal, perinatal y primeros meses de vida y la repercusión en la salud del adulto; por ejemplo, en el tema de obesidad los estudios son contundentes, el bajo peso del recién nacido o una ganancia de peso excesiva en las primeras semanas de vida condicionarán la obesidad y el mayor riesgo de enfermedad cardiovascular en la vida adulta.
También sabemos que el feto y el bebé poseen un amplio repertorio de capacidades sensoriales y de aprendizaje hasta el punto que construirá los cimientos de su personalidad en este periodo. A pesar de que no recordamos nada por debajo de los 3-4 años la capacidad de aprendizaje del cerebro infantil es prodigiosa, siendo especialmente sensible a lo que ocurre a su alrededor, son verdaderas esponjas; los cerebros de los niños en sus primeros años funcionan con una actividad cerebral “de baja frecuencia” que posibilita almacenar una cantidad inmensa de información que le servirá en su proceso de adaptación al medio familiar y social. Sólo observando irá almacenando los comportamientos, las creencias y las actitudes de sus padres; por eso es importante reflexionar acerca de lo que transmitimos, cuidar los mensajes que le llegan, por ejemplo: un mensaje repetido de “no vales” o el demoledor “no tendrías que haber nacido” quedará grabado y le acompañará a lo largo de su vida; el niño no tiene capacidad para discernir que el maltrato verbal ha sido dicho en un contexto de enfado, él lo recibe como una verdad absoluta.
Por tanto, dependiendo del medio en el que crezca tendrá un desarrollo saludable o no. Se trataría de crear las mejores condiciones para que sea lo más sano posible, ser conscientes de la influencia que tienen en sus hijos los comportamientos, actitudes y creencias de los padres, educar desde un principio para desarrollar todo su potencial. Esto es paternidad responsable.
Una respuesta a «¿Es agosto un buen mes para hablar de paternidad responsable?»