El pasado sábado publicaba este artículo en las páginas de Salud del periódico Información.
Este fin de semana se celebra el XXXV Congreso de la Sociedad Valenciana de Pediatría en Calpe y he sido invitada a participar en la mesa redonda “Internet+Redes sociales: peligros y adicciones en la infancia y adolescencia”.
Es un honor compartir cartel con Marta García, delegada de Participación Ciudadana de la Policía Nacional de Alicante, que hablará de “La triada del lobo feroz cibernética” y con José José Gil, enfermero de la Unidad de Conductas Adictivas, con mucha experiencia a sus espaldas, que hablará de “Las adicciones a la red: de la nomofobia al selficidio, de la Appstinencia al síndrome de Hikikomori”. Interesante, ¿verdad?.
Preparando el tema de educación en el buen uso de las nuevas tecnologías, que es de lo que hablaré, veía la necesidad de partir hablando de educación, reflexionar juntos acerca de lo que es educar. Los padres educamos a nuestros hijos para la vida… y la vida digital no es virtual, es también real, al menos tan real como la vida misma.
Educar es guiar, conducir y los padres tenemos esa responsabilidad. Educar exige compromiso, implicación, dedicarle tiempo, hace falta “presencia” en la vida del hijo. Si en la balanza entre el esfuerzo que esto supone y el placer de vivir esta etapa de madurez de nuestra vida ganara el disfrute, sería el mejor regalo que podemos hacer a nuestros hijos y a nosotros mismos.
Educamos desde que nacen dotándoles de unos cimientos más o menos firmes. Para ello deben sentir que atendemos sus necesidades, protegidos, sentirse queridos incondicionalmente, necesitan ser valorados, necesitan lazos fuertes e invisibles a la familia, sentir que pertenecen, así cimentamos su autoestima. A más autoestima serán menos influenciables.
Educamos en valores y educamos en habilidades para la vida: en la empatía, en el pensamiento crítico, en el manejo de problemas y conflictos, en habilidades de negociación, en la reflexión, en que se conozca, que sepa mirarse y sepa leer lo que siente, en la toma de decisiones, en la comunicación asertiva… y así vamos educando, aprendiendo de este proceso que obliga a mirar a los que estuvieron antes, a nuestros padres, a cómo nos educaron, qué valores nos transmitieron. Obliga a mirarnos a nosotros mismos, lo que somos, los valores que tenemos, nuestros hábitos, la coherencia o no en nuestra manera de actuar.
Educamos con amor y normas, cariño y límites, es decir, ejerciendo una autoridad afectiva.
Hablaré de prevención, qué podemos y debemos hacer. Y prevenir es educar, no hay otros atajos.
A los padres, en estos tiempos, les ha tocado educar en algo más: en las tecnologías de la información y la comunicación. Para ello tienen que estar informados y formados en las nuevas tecnologías, es necesario que las conozcan. No podemos dejar huérfanos digitales a los hijos, necesitan un padre y una madre que les guíen y les protejan.
No podemos confiar la vigilancia de los hijos en la vida digital instalando un programa de control parental, por muy bueno que sea, porque la clave para un uso saludable de las nuevas tecnologías está en casa. El mejor filtro parental para los hijos son sus padres y exige conocimiento de las tecnologías, una buena comunicación familiar y educación.