Tu nuevo profesor me gusta

Que a nuestros hijos les toque un profesor que nos guste mucho o poco no es solamente cuestión de suerte. Los ojos con los que los padres miramos al profesorado influyen, decisivamente, en la manera con la que el niño se relacionará con ellos y con el nivel de aprendizaje que alcanzará con cada uno de sus maestros.
En los años de escolaridad de mis hijos debo de haber conocido una veintena larga de tutores y tutoras y no tengo quejas importantes de ninguno. No es porque fueran perfectos. Pero, para mí, como si lo hubieran sido. Cada comienzo de curso, cuando volvía de la reunión de padres de la escuela, querían saber qué me parecía su nuevo profesor. Consciente de cómo podía ser de relevante lo que dijera, miraba de destacar principalmente las cosas positivas. A veces resultaban evidentes y otras veces las tenía que intuir, pero siempre las acababa encontrando.

Encontrar las virtudes
Una vez, uno de mis hijos me adelantó: “Este año es imposible que te guste. ¡Es más aburrido que una ostra!” Lejos de dejar que me condicionara, me mantuve en la actitud habitual y procuré contrarrestarlo: “Yo no lo he encontrado tan aburrido- le dije al volver de la reunión-. Tiene un tono un poco monótono, pero me ha parecido una persona atenta, seria y cabal y me ha gustado”. Lo siguió encontrando aburrido, pero en ningún momento llegó a ser un obstáculo insalvable, y de eso se trata. Cuando los padres miramos mal a un maestro, es muy probable que nuestros hijos entren en conflicto con él. Si somos capaces de mirarlo con buenos ojos y resaltar lo bueno que tiene- más allá de si nos cae simpático-, seguramente ellos también lo mirarán mejor.
Evitaremos una asociación que puede ser nefasta: me cae mal- es un mal profesor- comienzo a tener problemas. Y lo más importante de todo: les daremos permiso para aprender con él.

Eva Bach, escritora y pedagoga, aporta reflexiones sobre la comunicación entre padres e hijos a partir de una frase que nos ayuda a educar.

El artículo original está escrito en catalán y lo ha traducido Cristina Sanz.

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