Dos onzas de chocolate y un plátano

Publicado hoy en el diario Información

A Manoli
A las abuelas y abuelos

Este es un espacio que nos brinda el diario Información y por el que los pediatras venimos acercándonos a la sociedad alicantina desde hace ya 35 años.
Pues bien, dado que es un espacio “pediátrico” y que estamos en Navidad, voy a tomarme la licencia de contaros un cuento. Un cuento que es verdad.
Y como todos los cuentos empieza así:
“Érase una vez”… una familia que vivía en una ciudad llena de palmeras.
Había llegado diciembre y la casa se fue llenando de flores de pascua, guirnaldas, un árbol con luces, estrellas y bolas de colores, cajas de cartón envueltas con papeles brillantes, como si fueran regalos, a los pies del árbol… y hasta un belén.
Montar el belén era el trabajo de la yaya y las dos niñas de la casa. Cada año tardaban más en hacerlo. Al principio sólo era el nacimiento, otro año añadieron los tres Reyes Magos subidos en sus camellos y llevados por los pajes; después fueron llegando otras figuritas de distintos tamaños: pastores, ángeles, ovejas…luego el río con papel de plata, el pescador, los peces.

–  ¿Y por qué no sale Papá Noel en el belén yaya?
–  Porque Papá Noel no estaba cuando nació el Niño Jesús. Mira, cuando yo era pequeña no existía Papá Noel, por lo menos aquí no lo conocíamos. Si vivía en algún sitio, como entonces no había tele, no nos enterábamos.
–  Pero entonces yaya, sí estaban los Reyes Magos, ¿verdad?
–  ¡Claro!
–  ¿Y tenías que escribirles una carta como hacemos nosotras?
–  No, no había esa costumbre.
–  Entonces, ¿cómo sabían lo que pedías?
–  Porque los Reyes lo saben todo, para eso son magos. Pero es bueno escribirles una carta. Así repasáis cómo os habéis portado, si os habéis peleado, si ayudáis en la casa…y si le dais muchos besos a vuestra yaya, ¡venga, venid a dármelos que los Reyes lo están viendo!.

Estallaron dos sonoros besos y un silencioso abrazo.
–  Pero entonces yaya, ¿tú qué pedías?

Se le iluminó la cara al recordar aquellos años de su infancia, al recordar a su madre, la ilusión al despertarse las frías mañanas del día de Reyes, la alegría que sentía al encontrar cada año el mismo regalo, el mejor regalo.
Con una sonrisa en los labios su voz sonó como si abriera el tesoro donde guarda los agradecimientos del alma,
– Sólo de pequeña tuve Reyes, me traían dos onzas de chocolate y un plátano. De mayor se acabó la costumbre.

7 respuestas a «Dos onzas de chocolate y un plátano»

  1. Un cuento muy real.
    Yo soy una abuela de aquella época y los Magos
    no tenían tanto poder y nos solían traer una cesta muy adornada con dulces típicos de Navidad y caramelos.

  2. Conmovedor relato!! Muchas gracias, Isabel!! Buen año!! Esperamos sigas dándonos tus consejos y contándonos cosas interesantes.

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