Plagiocefalia Postural

Con este nombre se conoce la deformidad craneal del lactante que aparece en la foto.
En los últimos años se ha incrementado el número de niños con esta deformidad, por lo que hemos recibido unas recomendaciones del Servicio de Neurocirugía Infantil para evitarlas y en las que insistimos en las consultas del Programa de Niño Sano. Este aumento de la frecuencia es debida a querer evitar la posición boca abajo en los lactantes por el temor a la “muerte súbita”. Lo explica muy bien el Dr. García Tornel en una entrada de su blog del pasado 4 de julio, «Dormido boca arriba, despierto boca abajo».

En el niño los huesos craneales son muy blandos, sobre todo el primer año de vida, por tanto si el niño mantiene una misma posición de su cabeza presentará un aplanamiento craneal, no sólo en la zona de apoyo sino en la contralateral.
La deformidad craneal puede llegar a ser importante y verdaderamente antiestética.
Pasado el primer año, cualquier corrección de la deformidad, si fuera significativa, sería tributaria de intervención quirúrgica.

Por último os remito a la página del Programa de Salud Infantil. C. de Salud de Olaguibel donde encontraréis una información más detallada del tema.

Las necesidades infantiles

Quisiera hacer un repaso de las NECESIDADES INFANTILES, una guía lo más sencilla y pedagógica:
Como seres vivos tenemos unas necesidades físicas, biológicas, que son básicas: recibir comida en cantidad y calidad suficientes, descanso, estar protegido de los peligros que pueden amenazar nuestra integridad, cobijo… todo esto es evidente, por eso, como leía hace unos días en “Los buenos tratos a la infancia” de Jorge Barudy y Maryorie Dantagnan, un libro que os recomendaba días pasados, “el mundo adulto debería asumir la vergüenza de no haber podido garantizar a millones de niños en el mundo el mínimo necesario para garantizar este derecho a la vida”.

Pero sigamos con las necesidades infantiles: el niño tiene también unas necesidades asociadas al desarrollo psicosocial, es decir, necesidades afectivas, cognitivas, sociales y éticas. Veamos más despacio en qué consisten:
El niño tiene necesidad de lazos afectivos estables, incondicionales y continuos, así se vincula a sus padres, a su familia; el niño siente la vinculación como amor y felicidad, y desarrolla así un sentimiento de pertenencia: sabe que pertenece. Estos lazos afectivos estables suponen también cubrir la necesidad de estructura que tiene el niño desde que nace: estabilidad de personas que le cuidan, de espacios, horarios, de saciarle cuando tiene hambre o sed, facilitarle el sueño… más adelante necesidad de límites, de normas, de hábitos, porque el niño necesita saber qué va a pasar después, esto le genera seguridad y confianza. El niño necesita ser aceptado, debe recibir gestos y palabras que creen a su alrededor un verdadero espacio afectivo de aceptación, necesita ser importante para sus padres creándose vínculos de lealtad entre padres y niño.
El niño tiene necesidad de estímulo, más bien hambre de estímulos al igual que tiene hambre de alimentos. La mente humana para desarrollarse necesita estímulos sensoriales y le deben llegar de las personas de su entorno y así forma su propia estructura psíquica. En los primeros meses sobre todo, el niño necesita ser tocado, tomado, mirado, besado…es la forma que tiene de entrar en contacto con el mundo, por medio de sus sentidos.
Mas adelante será necesario estimular la curiosidad por lo que sucede a su alrededor con el fin de motivarle a explorar el mundo. A medida que el niño va creciendo, el hambre de estímulos se hace cada vez más simbólico y va dando paso al hambre de reconocimiento, que durará toda la vida; será necesario que los adultos importantes para el niño le refuercen, le manifiesten su alegría por los esfuerzos y logros que va realizando en la aventura de crecer.
Los niños tienen también unas necesidades sociales que serán satisfechas en la medida que los adultos faciliten su autonomía, apoyen sus capacidades y les animen a ser responsables, tanto en el ejercicio de sus derechos como en el cumplimiento de sus deberes.
Por último los niños tienen derecho a creer en valores que les hagan sentirse parte de su cultura, valores colectivos que les enseñen el respeto a la vida y a los derechos humanos de todos, que integren una ética que les haga responsables de sus actos.

Quizás también te interese:
Las primeras semanas de vida
La resiliencia: una infancia infeliz no determina la vida

Los buenos tratos a la infancia


Acabo de leer un libro: Los buenos tratos a la infancia con el subtítulo: parentalidad, apego y resiliencia de Jorge Barudy y Maryorie Dantagnan.
El libro aborda el problema de los malos tratos: cómo prevenirlos y cómo curarlos. O visto desde otra óptica: dónde y cómo se aprenden los “buenos tratos” y qué hacemos con quienes no lo aprendieron.

El punto de partida parece ser el apego. “Las experiencias de apego sano crean personas capaces de tratar bien a otros, de conectarse con sus necesidades, de contener y reparar sus sufrimientos. Pero si las experiencias tempranas no han sido de apego sano, es posible repararlas a través de nuevas experiencias de apego, como adultos.”

Y plantean el trabajo al igual que dice la tradición keniana “hace falta toda una aldea para criar a un niño”, es decir, “mientras aislemos a la díada madre-hijo, mientras los padres no participen en la crianza de los niños y niñas y la comunidad se mantenga al margen de lo que ocurre en el interior de la familia, más difícil será la tarea de lograr el bienestar infantil”. Los buenos tratos no depende exclusivamente de las capacidades de la madre o el padre biológicos, sino de toda la comunidad, que debería convertirse en fuente de apegos múltiples, de las instituciones que han creado las comunidades para colaborar en la crianza y deben suplir las deficiencias en recursos y en capacidades de los adultos responsables de los niños.

Hay capítulos especialmente interesantes y de los que haré alguna reseña como “Las necesidades infantiles”, “Familiaridad y competencias: el desafío de ser padres” en el que habla de la parentalidad sana, competente y bientratante y de la parentalidad disfuncional, incompetente y maltratante o “Las manifestaciones del sufrimiento infantil por malos tratos.”

El libro contribuye a abrir camino hacia hacia una cultura del buen trato en la que todos estamos involucrados.

Quizás también te interese:
La resiliencia: una infancia infeliz no determina la vida

Alergia alimentaria


Hoy se publica en algunos medios:
“El Servicio de Alergología del Institut Universitari Dexeus ha puesto en marcha una nueva unidad de desensibilización alimentaria para hacer tolerantes a las proteínas de la leche de vaca y del huevo a personas alérgicas, y especialmente a los niños.
Se estima que el 3,5% de los niños españoles pueden ser alérgicos a estos alimentos, cifra que puede llegar al 6% en los menores de 3 años.”


Se conoce como alergia alimentaria al conjunto de reacciones adversas a alimentos, debidas a su ingesta, contacto o inhalación, de patogenia inmunitaria comprobada. Es pues una reacción exagerada del organismo ante un alimento que, por sí mismo, es inofensivo para las personas no alérgicas. Aclaremos ésto, las reacciones adversas a alimentos pueden ser:
1.- Alergia alimentaria: supone que con la toma de una mínima cantidad de ese alimento o ese aditivo alimentario, por mecanismo inmunitario, se produce una reacción en el organismo. La reacción no depende del alimento, no depende de la cantidad de alimento, es el niño el que es “hipersensible” al alimento.
2.- Intolerancia alimentaria: se produce una reacción en el organismo al ingerir una determinada cantidad de ese alimento al que el niño es intolerante; a más cantidad de alimento o aditivo alimentario más intensas son las manifestaciones clínicas. También aquí la reacción no depende del alimento, es el niño el que es “hipersensible” al alimento.
3.- Reacción tóxica: es la que puede ocurrirle a cualquiera, son debidas a que el alimento está mal.
Sin embargo la clínica de las tres, a veces, es parecida, pero es importante realizar el diagnóstico. Las reacciones pueden ser leves: urticaria, rinitis, conjuntivitis, diarrea, vómitos…hasta graves como broncoespasmo o muy graves: shock anafiláctico.
Los niños con dermatitis atópica tienen más probabilidad de presentar una alergia alimentaria; aproximadamente el 40 % de los lactantes y niños pequeños con dermatitis atópica moderada-grave presentan alergia alimentaria.
¿Y cuáles son los alimentos más frecuentemente implicados?: en nuestro medio son, por orden de importancia, huevo, leche de vaca, pescado, frutas-frutos secos y leguminosas.
Se ha observado un aumento de las alergias alimentarias en los últimos años aunque desconocemos las causas, pero algo en nuestro modo de vida occidental está facilitando el aumento de las enfermedades alérgicas.

Quizás también te interese:
Alimentación en el primer año de vida (primera parte)

Alimentación en el primer año de vida (segunda parte)

Alimentación en el primer año de vida (tercera parte)