¿Cómo le digo a mi hija que su padre se ha muerto?

Su hija tiene 3 años y yo sólo supe decirle que ahora era el momento de despedirse, que después pensaríamos en eso…pero no tenía las palabras.

Más serenamente, tras el impacto de una muerte inesperada, de una muerte que “no toca”, fuí hilvanando una respuesta…

… debes hacerlo tú, su madre
… hay que prepararse antes de hablar
… hay que pararse y saber lo que quieres transmitir
… si vas a sentirte más segura puedes pedir que te acompañe alguien
… en un lugar tranquilo y familiar para ella
… y hacerlo lo antes posible

… hay que decir la verdad, “papá se ha muerto”
… hay que decirlo con la mayor serenidad posible
… hay que decirlo con la mayor naturalidad posible

… teniéndola muy cerca, en contacto físico, a tu lado o tomada o abrazada
… mirándola a los ojos
… y tras decírselo dejar que pregunte… y responderle …
… y convertir la ausencia en otra forma de presencia

… y volver lo antes posible a la rutina acostumbrada…
… incorporando la ausencia a esa rutina

 

“Y se ha sentado con ella a solas en su parque habitual (no ha elegido un lugar especial para evitar que lo asociara en un futuro), sin tener miedo a las palabras, y le ha dicho “el abuelito se sentía sólo y ha llamado a papá para que se fuera con él. El papá se ha muerto… ( ella cambia de cara y llora desconsoladamente),… se ha ido con el abuelito”, quiere ir con su padre, no deja de repetirlo…”No puedes ir con él, pero él te ve. A papá no le ha dado tiempo a despedirse y te ha dejado ésto” (“ésto” es un objeto pequeño con pastillitas de chuches que siempre pedía pero que no le suelen dejar tomar)…y se las ha comido todas en la misma tarde…y el objeto siempre la acompaña a todas partes (al colegio, a la cama,… hasta que lo ha dejado de forma natural y su madre lo ha guardado). En los días sucesivos habla de su padre con naturalidad, en ocasiones llora llamándolo, busca el contacto continuo con su madre, ha vuelto a hacerse pipí, en la escuela habla de su papá, le han surgido nuevos miedos… Juntas han buscado una caja especial dónde guardar recuerdos relacionados con su padre. Lo primero que ha metido ha sido la foto de su abuelito, y en momentos distintos ha ido introduciendo otras cosas…un dibujo que le ha hecho a su padre, uno de sus cuentos favoritos, y poco a poco, fotos y más fotos de su padre que estaban puestas por casa. Ha buscado un lugar especial de casa donde ponerla, y ha querido debajo de su cama.”

Gracias Susi por dejarnos compartir estos momentos con tu hija. Gracias Raquel por escribirlo.


¿Te levanto 10 minutos antes o lloras rápido?

La Virgen despertando al Niño. Obra de Sánchez Cotán. Museo de Bellas Artes de Granada.

Levantarse, vestirse, desayunar alguna cosa y llegar a tiempo al colegio es un drama diario en muchos hogares. Las criaturas lloran, refunfuñan, hacen todo tipo de rabietas. A los padres se nos acaba la paciencia, perdemos los nervios, gritamos. Los ánimos de unos y otros se exaltan. El primer momento estresante del día está servido.
Para resolver situaciones como esta tenemos diversas posibilidades. Algunas veces basta con poner palabras a los sentimientos de la criatura, con reconocer que es una lata tenemos que levantar temprano, tan bien como se está en la cama. Haciendo un poco de teatro, podemos decirles que a nosotros también nos da pereza, protestar un poco y decir algo del estilo: “Ahora dejo de protestar, que me pondría de mal humor, y me visto y me tomo la leche o lo que sea”.
Empatizando con su malestar, permitiendo que se quejen un rato y mostrándoles una manera de resolverlo, los podemos ayudar más fácilmente a transformarlo.
Si esto no funciona, el día de antes o en algún momento en el que estemos tranquilos, podemos preguntar a la criatura qué cree que le ayudaría a levantarse más contenta y vestirse o desayunar más rápido, qué cosas se le ocurren que podemos hacer. De esta manera apelamos a su responsabilidad e imaginación y probablemente nos proponga alguna solución que resulte sorprendentemente factible y eficaz.
Si tampoco así conseguimos resolverlo, podemos recurrir con ternura y buen amor a frases como la de hoy: “¿Mañana que prefieres: te levanto 10 minutos antes o refunfuñas rápido?” Así la criatura se da cuenta de que damos por hecho su malestar y que podemos asumirlo, y a la vez le otorgamos la capacidad de decidir, le concedemos un margen de libertad que a menudo le lleva a escoger lo más coherente y lo más sensato, lo que le hace sentir mayor y mejor: levantarse a la hora sin llorar.

Eva Bach, escritora y pedagoga, aporta reflexiones sobre la comunicación entre padres e hijos a partir de una frase que nos ayuda a educar

El artículo original está escrito en catalán y lo ha traducido Cristina Sanz

Ser capaz de decir “Sí, mamá”; una conquista

Con las criaturas no hace falta que nos esforcemos mucho para enseñarles a decir “no”. Normalmente lo aprenden solitos y muy pronto. Alrededor de los dos o tres años la mayoría ya lo saben decir con una cierta rotundidad y cuando llegan a la adolescencia alcanzan un dominio del “no“ francamente extraordinario.

Enseñar a decir “Sí, mamá” resulta un poco más difícil y a medida que van creciendo, la cosa más bien se complica en lugar de arreglarse.
No hemos de pretender, ni mucho menos, que las criaturas digan siempre “Sí, mamá” (o “sí, papá”, que en este caso es lo mismo). Aprender a decir “no” es importante. Una criatura necesita saber decir “no” para adquirir un sentido de sí misma, formarse un criterio propio y ser menos manipulable a manos de otros. Pero también necesita saber decir “sí”. El “sí “ es igualmente importante y necesario. Nos abre al otro, al intercambio, al aprendizaje, a la aceptación de lo que es como es…
Hay un “sí, mamá” interno, profundo, que viene a ser un sí a la vida y a la propia madre, y una serie de síes más simples y cotidianos que facilitan la convivencia y de paso abonan el camino hacia el primer sí más completo. Me refiero al “Sí, mamá, ahora lo hago”, cuando apelamos a algún deber pendiente, al “Sí, mamá, tienes razón”, cuando les señalamos alguna equivocación, o cualquier otro sí de este estilo.
Me hago cargo que algunos de estos síes pueden parecer misión imposible en determinados momentos, pero aunque así sea, conviene que hagamos notar a las criaturas igualmente su importancia. Lo podemos hacer reconociendo abiertamente delante de ellos que decir “Sí, mamá” resulta difícil en determinadas edades, pero que a veces es más efectivo que discutir tres horas, y que el día que sean capaces de decirlo de verdad será toda una conquista, de la cual seguramente se sentirán muy satisfechos.

Su autora, Eva Bach, escritora y pedagoga, aporta reflexiones sobre la comunicación entre padres e hijos a partir de una frase que nos ayuda a educar.

El artículo original está escrito en catalán y lo ha traducido Cristina Sanz

¿Condiciona la gestación el resto de nuestra vida?

En El País Semanal de este pasado domingo, en portada: Últimas noticias desde el útero ¿marca el embarazo la salud de nuestros hijos?, con el que enlazo en su versión digital pues os recomiendo su lectura; empieza hablando de las conclusiones a las que llegó un epidemiólogo británico llamado David Barker, que investigaba en la Universidad de Southampton (Reino Unido) y que encontró que existía una relación entre el bajo peso al nacer y la hipertensión y enfermedades cardiovasculares, y más tarde, algunas formas de diabetes cuando ya eran adultos, en concreto, los hombres que pesaron apenas 2,5 kilos al nacer o menos constituían el grupo de más riesgo. Tenían entre dos y tres veces más probabilidades de sufrir un infarto, hipertensión, diabetes o el síndrome de resistencia a la insulina. Desde que publicó sus resultados han ido corroborándolos otros estudios. El último comentario lo ha publicado la ginecóloga Laura Schulz, de la Universidad de Misuri, en la revista Proceedings of The National Academy of Sciences de EE UU el pasado septiembre. Schulz hace referencia a un estudio llevado a cabo en mujeres cuyos embarazos transcurrieron entre el invierno de 1944 y la primavera de 1945 en Holanda, aún bajo la ocupación alemana, y que sufrieron la hambruna holandesa, poco antes del final de la guerra, tras el desembarco de los aliados en Normandía. La hambruna afectó a todas las clases sociales, y la gente tuvo que sobrevivir con lo que obtenía del campo. Las mujeres embarazadas tuvieron que apañárselas con una ración diaria que oscilaba entre las 400 y las 800 calorías. Esta situación ofreció a los investigadores un experimento social y humano de dimensiones trágicas, pero a una escala que permitía poner a prueba la tesis de Barker.
El profesor y epidemiólogo Mark Hanson, de la Universidad de Southampton y que preside la Sociedad Internacional de los Orígenes de la Salud y la Enfermedad durante el Desarrollo (en inglés, International Society for Developmental Origins of Health and Disease) asegura que el «efecto Barker» ya no solo se circunscribe a nacer con un peso por debajo de lo normal. El espectro se ha ampliado. Y nos afecta a todos.
Pero el misterio aún permanece. ¿Qué ocurre entre el feto y la madre? ¿De qué formas extrae el feto la información para reajustar su metabolismo y su biología?.

La verdad es que es un tema apasionante.
Para terminar, y siguiendo con el tema, he leído un artículo del 2008 de la revista Am J Clin Nutr. con los resultados de un estudio realizado en Barcelona y Menorca siguiendo a 369 niños nacidos en 1997 y 1998. Ya hay diversos estudios que han asociado tabaquismo materno durante la gestación con un menor peso al nacimiento, pero en este caso relacionan tabaquismo en el primer trimestre con sobrepeso en la infancia; de los datos obtenidos los autores concluyen que el tabaquismo materno en una época precoz de la gestación se relaciona con sobrepeso a la edad de 5-7 años. Aunque son necesarios nuevos estudios cada vez son más los datos que revelan la importancia de la gestación en la salud futura del niño.

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La implicación del pediatra en la consulta

Mi consulta

Acaba de terminar su rotación conmigo Aurora, residente de pediatría. Le explicaba que hay distintos niveles de implicación del pediatra con las familias, que son secuencias evolutivas por las que vamos pasando a lo largo de nuestro ejercicio profesional, al menos en atención primaria.

Un primer nivel en el que la atención al niño está enfocado sólo hacia la enfermedad, a resolver el problema que presenta y la familia la tenemos en cuenta sólo lo necesario por razones obvias. Es decir, la mirada está puesta en el niño enfermo y hay un énfasis mínimo hacia la familia.

Un segundo nivel que, aunque el enfoque es también principalmente “médico”, tenemos una comunicación eficaz con la familia respecto al problema por el que consultan, sabemos dar la información e identificamos posibles problemas que puedan interferir el cumplimiento terapeútico. Podemos decir que hay una mirada a todos: al niño en primer plano y a su familia en segundo plano, pero una foto del aquí y ahora por el que consultan.

Un tercer nivel en el que el médico es más activo en descubrir las preocupaciones, los problemas que hay debajo del motivo de consulta o la angustia que aquejan al niño, al adolescente o a su familia. El pediatra, si es capaz de enfocar las necesidades de ese niño o esa familia, debe estar adiestrado y cómodo para entablar un diálogo en el que afloren las preocupaciones y pueda dar su apoyo, debe saber escuchar atentamente e intentar entender la historia del problema tal como la familia la percibe, debe manejar bien la entrevista familiar.

Un cuarto nivel en el que el pediatra es capaz de realizar entrevistas más estructuradas para apoyar y acompañar a los niños, adolescentes y sus familias en la resolución de conflictos normales del desarrollo, facilitando un enfoque adecuado en problemas de familias que básicamente funcionan bien. Requiere formación básica en sistemas familiares.

Los pediatras de Atención Primaria estamos acostumbrados a visitas breves en las que tomamos un papel activo, moviéndonos habitualmente en los 2 primeros niveles y sólo en ocasiones realizamos entrevistas más abiertas en consultas programadas alcanzando nivel 3 y algunos pediatras nivel 4.

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