La Familia Es el Paciente

No suelo releer libros, pero he vuelto a coger “La Familia Es el Paciente”, subtitulado “Las entrevistas familiares aplicadas a la atención médica infantil”, un libro fruto de la experiencia del equipo de la Sección de Conducta y Desarrollo del Departamento de Pediatría de la Universidad de California, San Francisco. Hace ya más de 50 años iniciaron su andadura en el manejo de problemas emocionales y de comportamiento en niños y adolescentes con especial énfasis en los aspectos docentes, pretendiendo mejorar la formación de los pediatras de cabecera, que entendiéramos el desarrollo normal y las diferencias de desarrollo en los niños para comprender y manejar los problemas de conducta que vemos a diario.
Aplica los principios de la terapia familiar en la consulta de pediatría para el diagnóstico y tratamiento de algunos problemas pediátricos, especialmente los problemas de comportamiento.

Ahora que la atención a los niños está cambiando en nuestro país y que probablemente el pediatra de cabecera es un “especie en extinción”, cobran más sentido las palabras del Dr. Robert Haggerty, que en 1995 decía en un artículo:
Las necesidades de los niños actualmente y en el futuro muestran una diversidad enorme; las diferencias en estatus socioeconómico, raza y etnia, cultura, nivel cultural, estado marital, movilidad y enfermedades y problemas sociales entre familias. Ésta es la realidad bajo la que deben trabajar los pediatras. Familias diferentes tienen y tendrán necesidades diferentes. Los pediatras que tratan niños que tienen la suerte de vivir con sus padres con medios adecuados en comunidades seguras con buenos colegios, tendrán un papel muy distinto al de los pediatras que trabajan con niños que tienen un padre o una madre pobres y rodeados de un ambiente de incultura, violencia, drogas y sexo precoz. Para todos los niños es fácil predecir que en el siglo XXI la pediatría estará más comprometida con la salud emocional, el papel de la educación escolar y la resolución de conflictos, que podría denominarse “prevención de la nueva morbilidad”.

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Confidencialidad y adolescencia

Hoy en el Suplemento de Salud del periódico Información de Alicante publico este artículo bajo el título: Confidencialidad y adolescencia, resumen del que, el pasado abril, escribía en maynet.

El pasado día 13 de abril aparecía en la prensa bajo titulares como “La justicia tumba el secreto médico de los menores en Cataluña”, la noticia de una resolución del Tribunal Superior de Justicia de Cataluña (TSJC) por la que prevalece siempre la Ley 41/2002 y que establece la mayoría de edad sanitaria en los 16 años frente a dos artículos recogidos en el Código Deontológico del Consejo de Colegios de Médicos de Cataluña desde abril del 2005:
Artículo 33: El médico, en el caso de tratar a un paciente menor de edad y cuando lo considere con las suficientes condiciones de madurez, deberá respetar la confidencialidad respecto a los padres o tutores y hacer prevalecer la voluntad del menor y Artículo 59: El médico no practicará nunca ninguna interrupción de embarazo o esterilización sin el consentimiento libre y explícito del paciente, dado después de una cuidadosa información, en especial cuando éste sea menor, pero con capacidad para comprender lo que consiente. Cuando no exista esta capacidad, será preciso el consentimiento de las personas vinculadas responsables.
Artículos que quedan, desde ahora, sin efecto.
Pero, ¿cómo debo actuar cuando un adolescente me pide que no cuente a sus padres nada de lo que me ha relatado en la consulta?. La respuesta no es fácil. No hay reglas generales, hay que valorar cada caso, su madurez, si existen riesgos para su salud y por otro lado pesa el derecho de los padres a conocer lo que le sucede. A veces he tenido claro que el contarle a los padres lo que me ha confiado supondrá la pérdida de confianza del menor, como así ha sido.
Para dar respuesta a este dilema hace ya unos años se empezó a hablar del menor maduro: “El menor maduro es un término para designar a los adolescentes menores de edad desde el punto de vista legal, pero con capacidad suficiente para involucrarse en la toma de decisiones, tanto médicas, como de otro tipo. A diferencia de lo que sucede en el adulto a los que se les supone la capacidad de autonomía, en los menores debe demostrarse su capacidad y madurez moral, y esta verificación le compete al médico responsable del paciente”.
Partiendo de esta base, si un pediatra aprecia que un adolescente tiene la madurez suficiente puede considerarlo menor maduro desde los 14 años, pero es importante destacar que en un caso así el profesional no se apoya en la ley, por lo tanto es una responsabilidad sólo del médico el atribuir a un menor maduro capacidad suficiente para tomar decisiones sanitarias y se expone a las eventuales consecuencias que pueden derivarse teniendo en cuenta el conflicto que puede surgir con la patria potestad de los padres.
Para dar un cierto amparo a la toma de decisiones, a las que nos vemos obligados cada vez más frecuentemente los médicos, el Consejo de Colegios de Médicos de Cataluña añadió a su Código Deontológico los dos artículos mencionados y ahora sin efecto.
Y volvemos al principio, ¿qué haré la próxima vez ante?…
“Sólo me tomo algún porro de vez en cuando, pero no se lo digas a mis padres.”
“Necesito que me mande a Planificación Familiar porque tengo novio, pero sin que se entere mi madre.”

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EL NIÑO INADAPTADO Y SU AUTOCONCEPTO (y segunda parte)

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Por otra parte, queda patente la importancia del proceso de formación del concepto de sí mismo a la hora de establecer normas, pautas y criterios, tendentes a la reinserción social de los sujetos inadaptados. No podemos prescindir alegremente del contexto social en el que el individuo crece y se desarrolla si queremos lograr una comprensión efectiva de su problemática, y descubrir modos válidos de prevención y tratamiento de la misma.
He podido observar que el adolescente inadaptado es, ante todo, adolescente. Su modo de configurar el concepto de sí mismo  no difiere tan exageradamente de la manera en que lo hace el individuo adaptado, de tal manera, que pudiera confundírsele y que pasaran desapercibidos en él las características propias de su edad.  Ahora  bien, debo señalar que las diferencias entre unos y otros se hacen fuertemente patentes.
El adolescente inadaptado presenta un fuerte interés por los aspectos de su autoconcepto referentes al «Sí Personal», «Sí Adaptativo», «Sí Material». Observamos que dicho interés se centra concretamente sobre la «Imagen de Sí», la «Identidad de Sí», la «Actitud de Sí», y el «Sí Somático». En definitiva, a aspectos personales, adaptativos y corporales.
Destaco cómo a nivel evolutivo estos adolescentes inadaptados presentan, como los demás, una tendencia al desarrollo del autoconcepto desde las percepciones más materiales y concretas hacia las más sociales y complejas. Sin embargo, los factores personales y adaptativos siguen manteniéndose con igual importancia durante todo el  período de la adolescencia, con lo que vienen a diferir del modo habitual de evolución de los adolescentes adaptados.
Con respecto a las diferencias entre los sexos, decir que son mínimas, y que sólo en la subestructura del  » Sí Somático » merecen ser señaladas. En dichos aspectos corporales se centran bastante más los adolescentes varones que las mujeres. Ellas parecen, por el contrario, centrarse un poco más en los aspectos adaptativos.
Y puesto que tales diferencias existen, y como está confirmado el papel que el concepto  de sí mismo desempeña en la génesis de la adaptación o inadaptación, sugiero se abunde en el estudio teórico y práctico de las relaciones entre concepto de sí mismo y génesis de la inadaptación, así como investigar y poner en práctica una línea pedagógica y terapéutica para niños inadaptados que centre su labor en torno al desarrollo de su  autoconcepto positivo.

Francisco Sanz. Doctor en Psicología

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EL NIÑO INADAPTADO Y SU AUTOCONCEPTO (primera parte)

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La creciente gravedad en las infracciones de la norma social, la constante extensión de su campo de actuación, y la constatación de la presencia de menores vinculados a ellas, cada vez a más temprana edad, ha venido generando en los distintos  grupos sociales una progresiva tensión e inquietud. Si a esto añadimos la acción de los medios  de comunicación, la mayoría de las veces poco acertada porque ofrecen información incompleta y sensacionalista de este tipo de fenómenos, el resultado es ese atosigante clima de inseguridad ciudadana que tan familiar nos viene siendo en estos últimos tiempos.
En un medio como el descrito, la opinión pública, tan altamente sensibilizada, se muestra sin embargo escasamente conocedora del hecho de la infracción. Sólo ha podido entrever lo externo y anecdótico del fenómeno, desconociendo la realidad del problema que es mucho más compleja y dramática de lo que a primera vista pueda  parecer.  En general se desconoce la existencia de unas necesidades psicológicas no satisfechas que actúan produciendo gran malestar en el ser humano y que pueden encontrar una salida en acciones infractoras: droga, delincuencia, marginación.
Esta insatisfacción se encuentra en la base de la patología social, que como confirman los estudiosos del tema, y yo con ellos, surge ya desde la primera relación madre-hijo. Ausencia de satisfacción entendida no como falta en el número de atenciones prestadas al niño, ni en el valor económico de las mismas, sino fundamentalmente como déficit en la calidad del vínculo, en su persistencia y en el mensaje emotivo, como ausencia de expresiones del tipo: «eres algo valioso para mí y por ello gustosamente atenderé tus necesidades, no tienes nada que temer porque estaré siempre contigo». Desde este punto de vista el comportamiento humano no puede entenderse de forma aislada, se va construyendo en constante referencia a su «universo estimular» (contextos familiares, culturales, religiosos, sociológicos,  económicos, étnicos, etc.). Por tanto lo pertinente es analizarlo en el seno del contexto donde se gesta.
Por mi parte, movido por el deseo de conocer en profundidad el funcionamiento del ser humano me puse en contacto directo con la práctica de la Psicología lo que me permitió entrever la importancia que la formación del concepto de sí mismo podría tener a la hora de explicar el fenómeno de la adaptación e inadaptación del hombre a su medio social y por ende para explicar el hecho delictivo al que aludimos en primer lugar.
Asimismo, he sido motivado en gran medida por el reto educativo y terapéutico que nos plantean concretamente los niños que se encuentran en tal situación de inadaptación, y cuyas necesidades psicológicas nos imponen un profundo conocimiento de la génesis de tal tipo de comportamiento.
Dada la escasez de trabajos efectuados en España sobre el tema, decidí llevar a cabo una investigación con el propósito de confirmar o no esa importancia que yo atribuyo al autoconcepto como elemento primordial en el proceso de adaptación social, y con el propósito de obtener criterios que nos permitan abordar la tarea educativa de los niños inadaptados desde una perspectiva más cercana a la génesis de sus conflictos.
Pude constatar, tanto a nivel teórico como a nivel empírico, según las observaciones efectuadas  en  una amplia muestra de adolescentes inadaptados, la importancia que el concepto de sí mismo tiene en el  proceso de adaptación social.
Parecen coincidir la mayoría de los autores estudiados (René L’Ecuyer, W.James, Sullivan, Belén Garcia T.  Zabalza Bereza, Carrasco, Ortega y Prieto, entre otros ) en afirmar que el concepto que de sí mismo tenga un sujeto influye notablemente en la actitud que frente a los otros y al sistema social en general tome, y en las percepciones que los otros vayan a tener de él. La inadaptación, como proceso eminentemente social, se ve  pues directamente afectada por el autoconcepto.
A nivel empírico, mis observaciones han venido a confirmar tal impresión. Los diferentes análisis de datos que he ido haciendo con los resultados obtenidos en una muestra de adolescentes inadaptados, con una batería para el estudio de su autoconcepto, así lo corroboran.

Francisco Sanz. Doctor en Psicología

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Confidencialidad y adolescencia

El nen i la mort

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Acabo de terminar de leer este libro: El nen i la mort, de Montse Esquerda y Anna M. Agustí. Os lo recomiendo. No he leído mucho sobre el tema que me haya gustado, por eso encontrar un libro útil, didáctico y que, además, nos hace mirarnos, comprender nuestro propio “niño interior”, porque “sólo podremos acompañar a un niño o a un joven por los territorios que hemos explorado…”

Es una guía que va dirigida a padres, maestros, pediatras y a todas aquellas personas que conviven con niños y adolescentes para saber cómo tratar el tema de la muerte con ellos, una herramienta para que sepamos acompañarles, para ayudarles a comprender lo que está sucediendo, porque cuando en una familia, un padre, una madre, un hermano muere, “el niño se convierte en un naufrago en medio del dolor de los padres y de la familia”.
Transita por los caminos del duelo y de la muerte, cuando por ellos hay niños y adolescentes, con capítulos como:
Como hablar de la muerte a los niños
Como entienden la muerte los niños
Qué es el duelo?
El niño y la pérdida de un ser querido
Como dar a los niños la noticia de la muerte de una persona muy querida
Los niños y los rituales de despedida
Un capítulo de “Como hablar de la muerte en la escuela” y otro dirigida a los pediatras, porque también estamos poco formados en este tema, “a pesar de que forma parte de nuestro trabajo del día a día”, “pero lo que más nos puede ayudar como profesionales en la asistencia a los niños y sus familias es formarnos en el conocimiento de los caminos del duelo, haber trabajado nuestras propias pérdidas y sobre todo nuestros miedos en relación con la muerte y los duelos” nos dice Montse Esquerda, una de las autoras que es pediatra.

Se ha publicado, hasta ahora, sólo en catalán.

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Formación en MALOS TRATOS a pediatras

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Más de 700 pediatras españoles participarán en un proyecto de formación sobre la detección y la actuación ante el Maltrato Infantil

Hoy día 28 se ha presentado un proyecto de formación sobre la detección y la actuación ante el Maltrato Infantil.

Aunque es muy difícil conocer la incidencia real del maltrato, ya que no existe un registro unificado sobre el mismo, según estadísticas realizadas por comunidades autónomas, se calcula que, en España, el porcentaje de maltrato infantil oscila entre el 15% y el 18,5%.

El maltrato más frecuente es la negligencia (cuando las necesidades básicas del niño no están cubiertas) que supone el 50% de los malos tratos, seguido del maltrato psíquico (27%), el físico (11%) y el sexual (6%).

“Estas cifras nos demuestran que nos encontramos ante una patología frecuente, tanto, que difícilmente existirá un pediatra que a lo largo de su carrera profesional no se encuentre con un caso de malos tratos”. Así lo afirma el Dr. Jordi Pou, jefe de los Servicios de Pediatría y Urgencias del Hospital Sant Joan de Déu de Barcelona y profesor titular de Pediatría en la Universidad de Barcelona, en su obra “El pediatra y el maltrato infantil”, que se ha presentado hoy a los medios de comunicación en el marco de una rueda de prensa.

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