La implicación del pediatra en la consulta

Mi consulta

Acaba de terminar su rotación conmigo Aurora, residente de pediatría. Le explicaba que hay distintos niveles de implicación del pediatra con las familias, que son secuencias evolutivas por las que vamos pasando a lo largo de nuestro ejercicio profesional, al menos en atención primaria.

Un primer nivel en el que la atención al niño está enfocado sólo hacia la enfermedad, a resolver el problema que presenta y la familia la tenemos en cuenta sólo lo necesario por razones obvias. Es decir, la mirada está puesta en el niño enfermo y hay un énfasis mínimo hacia la familia.

Un segundo nivel que, aunque el enfoque es también principalmente “médico”, tenemos una comunicación eficaz con la familia respecto al problema por el que consultan, sabemos dar la información e identificamos posibles problemas que puedan interferir el cumplimiento terapeútico. Podemos decir que hay una mirada a todos: al niño en primer plano y a su familia en segundo plano, pero una foto del aquí y ahora por el que consultan.

Un tercer nivel en el que el médico es más activo en descubrir las preocupaciones, los problemas que hay debajo del motivo de consulta o la angustia que aquejan al niño, al adolescente o a su familia. El pediatra, si es capaz de enfocar las necesidades de ese niño o esa familia, debe estar adiestrado y cómodo para entablar un diálogo en el que afloren las preocupaciones y pueda dar su apoyo, debe saber escuchar atentamente e intentar entender la historia del problema tal como la familia la percibe, debe manejar bien la entrevista familiar.

Un cuarto nivel en el que el pediatra es capaz de realizar entrevistas más estructuradas para apoyar y acompañar a los niños, adolescentes y sus familias en la resolución de conflictos normales del desarrollo, facilitando un enfoque adecuado en problemas de familias que básicamente funcionan bien. Requiere formación básica en sistemas familiares.

Los pediatras de Atención Primaria estamos acostumbrados a visitas breves en las que tomamos un papel activo, moviéndonos habitualmente en los 2 primeros niveles y sólo en ocasiones realizamos entrevistas más abiertas en consultas programadas alcanzando nivel 3 y algunos pediatras nivel 4.

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La Familia Es el Paciente

No suelo releer libros, pero he vuelto a coger “La Familia Es el Paciente”, subtitulado “Las entrevistas familiares aplicadas a la atención médica infantil”, un libro fruto de la experiencia del equipo de la Sección de Conducta y Desarrollo del Departamento de Pediatría de la Universidad de California, San Francisco. Hace ya más de 50 años iniciaron su andadura en el manejo de problemas emocionales y de comportamiento en niños y adolescentes con especial énfasis en los aspectos docentes, pretendiendo mejorar la formación de los pediatras de cabecera, que entendiéramos el desarrollo normal y las diferencias de desarrollo en los niños para comprender y manejar los problemas de conducta que vemos a diario.
Aplica los principios de la terapia familiar en la consulta de pediatría para el diagnóstico y tratamiento de algunos problemas pediátricos, especialmente los problemas de comportamiento.

Ahora que la atención a los niños está cambiando en nuestro país y que probablemente el pediatra de cabecera es un “especie en extinción”, cobran más sentido las palabras del Dr. Robert Haggerty, que en 1995 decía en un artículo:
Las necesidades de los niños actualmente y en el futuro muestran una diversidad enorme; las diferencias en estatus socioeconómico, raza y etnia, cultura, nivel cultural, estado marital, movilidad y enfermedades y problemas sociales entre familias. Ésta es la realidad bajo la que deben trabajar los pediatras. Familias diferentes tienen y tendrán necesidades diferentes. Los pediatras que tratan niños que tienen la suerte de vivir con sus padres con medios adecuados en comunidades seguras con buenos colegios, tendrán un papel muy distinto al de los pediatras que trabajan con niños que tienen un padre o una madre pobres y rodeados de un ambiente de incultura, violencia, drogas y sexo precoz. Para todos los niños es fácil predecir que en el siglo XXI la pediatría estará más comprometida con la salud emocional, el papel de la educación escolar y la resolución de conflictos, que podría denominarse “prevención de la nueva morbilidad”.

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