Agua y biberones

biberon Tenía pendiente hacer una entrada hablando de agua y biberones, sobre todo para dejar claro que a la hora de usar agua potable del grifo basta con hervir el agua durante un minuto desde el momento en que se inicia la ebullición en la superficie. Se recomienda añadir un minuto más por cada 1.000 metros de altitud sobre el nivel del mar según la Organización Mundial de la Salud y la Guía de Salud Materno-Neonatal de la Asociación Española de Pediatría. La recomendación previa de hervir el agua durante 5 o 10 minutos debe abandonarse pues se ha demostrado que algunas sustancias como los nitratos o el sodio se concentran demasiado. Es aconsejable mantener esta recomendación hasta los 6 meses, ya que a partir de esta edad los niños tienen mayor capacidad inmunitaria.
Una alternativa a la ebullición del agua potable es el empleo de agua de bebida envasada que puede utilizarse directamente.
Indudablemente, sigue siendo importante mantener la recomendación de lavarse siempre las manos antes de preparar el biberón y la rigurosa higiene de éste.
Si queréis saber más de este tema:

http://www.aeped.es/infofamilia/temas/agua.htm 

Agua de bebida en el niño. Recomendaciones prácticas aunque es un artículo dirigido a pediatras se puede obtener información de interés para los padres.

Isabel Rubio

«Mamá está enferma»

depre2 Llegó a mis manos un cuento, publicado por un laboratorio farmacéutico que promocionaba un nuevo antidepresivo, titulado “Mamá está depre”. La protagonista es una niña, de unos 8 años, que relata en primera persona cómo ha vivido la enfermedad de su madre.
En el cuento, como en la vida real, palpamos el sufrimiento de los niños y, lo que es más grave, un sufrimiento en soledad.
Empieza diciendo: “Un día eché en falta la alegría de mamá (…) entonces sentí por primera vez que Gabriela (su hermana pequeña) y yo estábamos solas en casa; con mamá, pero solas”. Es el descubrimiento, por ella misma, de que algo está pasando. Y el silencio dispara su fantasía. Los adultos tratan de ocultar a los ojos de los niños la enfermedad grave en un intento inútil de evitarles el dolor, inútil porque ellos observan, porque son hábiles en captar los silencios, los gestos, los múltiples detalles de la comunicación no verbal, los tonos en las conversaciones entre los adultos, percibir la atmósfera densa que se ha creado en su hogar cuando algo importante y grave pasa.
Y en el cuento, tras muchos días, es la niña la que toma la iniciativa:”…me atreví a preguntar:¿mamá no viene a darnos las buenas noches?” y ¡por fín! el padre le dice que “mamá está enferma”.
Pero ante el silencio de los adultos, cuando no se da la información clara y adecuada a la edad del niño, surge en él un sentimiento de culpabilidad (“¿está enfadada conmigo?”), el niño cree ser el culpable de la tristeza de su madre o de su padre.
Otra reacción, que también se plantea en el cuento, es la de asumir el papel de protector de la mamá enferma, invirtiendo los papeles. Esta situación supone una sobrecarga para la hija que pasa a hacer de mamá de su propia madre (“…aproveché para recordarle que le diera las medicinas a mamá”, “en el colegio estuve pensando en cómo conseguir que mamá…”, ”cogía a Gabriela y me ponía a jugar con ella para que no llorase y molestase a mamá”).
Como pediatra entiendo el drama que la niña vive, acercarme a su soledad, a su culpabilidad, a su exigencia de ser “una niña buena”, “a portarme como mamá quiere que me porte”, porque es una historia real la de muchos niños que viven la enfermedad grave de su padre o de su madre sin una explicación de lo que está pasando, información que debe ser dada por la persona más cercana al niño, si no es posible que lo haga el progenitor enfermo.
Por último sería necesario que también le quedara claro que va a seguir estando cuidado como siempre, aunque ahora quizás tenga que pasar más tiempo con los abuelos, o con los tíos…dándole la seguridad profunda que el niño necesita.

Isabel Rubio

La obsesión porque coman

forzando a comer Me ha parecido interesante transcribir parte del correo que envié a los padres de Maite, una preciosa niña de 2 años, acerca de los problemas que tienen con ella en la comida, caballo de batalla en la crianza de los hijos. Y al hablarles de mi experiencia en este tema les proponía una mirada reflexiva sobre la excesiva importancia que se da a la necesidad de comer porque genera mucha angustia en los padres cuando no se alcanzan las cantidades que suponen son necesarias.
Muchos padres creen que la alimentación es, de las necesidades que tienen que cubrir en su hijo, la más importante puesto que unen “alimentación = vida”. Sin embargo, en nuestra sociedad, la alimentación es una más de las necesidades básicas del niño y debe vivirse con la misma tranquilidad que otras, sin añadirle ese plus de que “nos va la vida en ello”.
La comida no puede ser tampoco fuente de castigo si no come, ni de gratificación si se lo come todo y mucho menos moneda de “te quiero” o “no te quiero” o “mira que triste se pone mamá porque no comes”…
A lo largo de los años y según las necesidades que el niño tiene para mantener “su” ritmo de crecimiento tendrá un mayor o menor apetito; por ejemplo, sobre los dos años se enlentece la ganancia ponderal por lo que comerá menos, que unido a la etapa psicológica que está viviendo (en la que por primera vez se opone al adulto) convierte a esta edad en uno de los momentos conflictivos de la educación del niño y por supuesto también lo será a la hora de comer; efectivamente las cantidades que ingiere ahora son a veces menores que las que comía hace sólo unos meses y se niega a comer o se niega a probar determinados alimentos (como se niega a que lo vistamos o a volver del parque) y tendríamos que enfrentarnos a ello como si se tratara de un aspecto educativo más; pero si vivimos la comida con ese plus de importancia que comentábamos antes, la situación se complica y es el origen de muchas de las anorexias en la primera infancia.
Lo mismo ocurre cuando un niño está incubando, padeciendo o convaleciente de un proceso infeccioso; son días en los que tiene menos apetito y hemos de respetarlo, ofreciendo una alimentación más suave y manteniendo una actitud serena.
Es necesario lograr que el acto de comer sea una más de las actividades diarias del niño.
Y para terminar una reflexión que hace un pediatra muy conocido, Carlos González, en su libro “Mi niño no me come”: la idea de no obligar al niño a comer no ha de considerarse como un “método para abrir el apetito”, sino como una manifestación de nuestro amor y respeto por nuestro hijo.

Isabel Rubio

El Sueño

bebe sueño Aprendiendo a dormir

Los problemas del sueño son motivo de consulta frecuente y afectan a niños de todas las edades. Con realizar unas preguntas básicas los pediatras sabemos que se tratará de un problema benigno y pasajero pero la alteración que suponen en la vida familiar es muy importante.
Existen medicamentos para sedar al niño y otros que tienen entre sus efectos secundarios provocar sueño, pero no deben administrarse  puesto que no está aprobado su uso para este fin y por sus efectos indeseables. Veamos por dónde va la solución.
Primero entendamos que aunque, como padres, queramos que nuestro hijo duerma toda la noche desde que nace, existe gran variabilidad en las horas de sueño, en el grado de profundidad o en la mayor o menor tranquilidad durante el sueño.
Los recién nacidos pasan ciclos cortos de sueño-vigilia durante el día y la noche y a medida que el cerebro madura el bebé comienza a estar más horas despierto durante el día y más horas dormido por la noche. Y cada niño tiene un ritmo para alcanzar este patrón más estable.

Lo tendremos más o menos fácil dependiendo de su madurez cerebral, su temperamento y nuestra experiencia como padres.

Y es aquí donde debemos pararnos y distinguir que mientras que el sueño es un fenómeno fisiológico, el proceso de dormirse es una conducta aprendida.

Por tanto si sois padres de un bebé, ¿qué información puede resultaros útil?: Desde las primeras semanas de vida estableceremos una clara diferencia entre el día y la noche. Debe aprender que la noche es para dormir y que los juegos y el contacto con los padres se hace de día. Por tanto si se despierta por la noche, apenas habrá luz, le hablaremos con voz suave… Las necesidades de horas de sueño son muy variables y si el bebé permanece despierto pero tranquilo no necesita de nuestra atención.

Cuando el bebé está somnoliento, pero despierto, es el momento ideal para dejarlo en la cuna, para que aprenda a dormirse sin la ayuda del pecho o el biberón. Sí aconsejamos el chupete.
Si el niño aprende a dormirse en los brazos o en contacto con la madre o el padre, al despertarse por la noche necesitará los mismos pasos para volver a dormirse. Por tanto sueño sin movimientos.
Cuando el bebé se despierta llorando es necesario calmarle, el que parece mejor método es el movimiento delicado y acariciarle; el movimiento enérgico es contraproducente porque fuerzan un estado de sueño más ligero. Los padres deben encontrar el método más eficaz para apaciguar a su hijo y utilizarlo siempre.

     
Salvo en niños de bajo peso o prematuros en los que somos más estrictos en las tomas, es conveniente, en la medida de lo posible, no acostumbrar al niño a comer durante la noche.
También desde los primeros meses aconsejamos establecer una rutina regular antes de acostar al niño y mantener un mismo ritmo de horarios.

A partir de los 6-7 meses ya puede aparecer la ansiedad por separación y el bebé o bien el niño más mayor llorará exigiendo la presencia de la madre o del padre. Es ahora cuando aconsejamos dar un juguete suave y blando como compañía.
Más adelante, como en otros aspectos educativos, surgirán otros conflictos, pero el iniciar el camino con seguridad es garantía de lograr nuestro objetivo : dar al niño la oportunidad de aprender a dormirse solo.

Isabel Rubio

COLECHO

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 Sé que entro en un tema polémico pero, en los últimos años y con bastante frecuencia, padres jóvenes preguntan mi opinión sobre el colecho. Aprovecho para mostraros uno de mis cuadros favoritos de Sorolla: es la esposa del pintor con uno de sus hijos recién nacido.
El COLECHO o dormir con tus hijos en la misma cama es una opción que, a día de hoy, es controvertida.
Múltiples argumentos a favor y en contra, pero en lo que sí hay acuerdo es en la existencia de una serie de factores de riesgo, dado el peligro de ahogar o aplastarles mientras se está dormido o la posible relación con el Síndrome de Muerte Súbita del Lactante:
*Se desaconseja cuando la madre o el padre estén muy cansados, hayan fumado, bebido alcohol o tomado otras drogas, si toman pastillas para dormir o si están obesos.
* En las primeras semanas de vida la madre tiene una especial conexión con él, pero el padre suele tardar algunos meses en darse cuenta de su presencia, por lo que es razonable que el bebé no se sitúe entre la madre y el padre sino entre la madre y el final de la cama o bien que sólo compartan cama madre e hijo.
* Tampoco el bebé debe compartir el lecho con otros niños.
* La superficie del colchón ha de ser dura y no se utilizará almohada.

A favor se argumenta que:
* Es facilitador de la lactancia materna.
* Disminuye el llanto del niño.
* Los despertares en la madre y el bebé son más cortos cuando duermen juntos que cuando duermen en camas separadas; todos vuelven a dormir enseguida por lo que mejora el sueño de padres y niño.

En general las recomendaciones de distintas Asociaciones de Pediatría suelen ir orientadas a recomendar la cohabitación (lactante durmiendo en la misma habitación que los padres) sin colecho. También suelen aconsejar colocarlos en la cama de los padres para confortarlos pero llevarlos de nuevo a su cuna (que puede estar adosada a la cama) cuando los padres se dispongan a dormir.

cuna colecho

Para terminar, que el bebé duerma en la cama junto a los padres no es una cuestión médica, sino personal y cultural y, hasta que no tengamos más estudios que nos orienten, actuemos con responsabilidad, sentido común y mucho amor hacia nuestro hijo.

Isabel Rubio

Alimentación en el primer año de vida (3ª parte)

bebe comiendo

 

 

En esta tercera y última parte quiero completar lo hablado acerca de la alimentación en el primer año, siguiendo el esquema siguiente:     

definitivo
Simplifica las tres miradas, siempre interrelacionadas, con las que abordar el tema de la alimentación en el niño.
En cuanto al círculo amarillo, ¿y los requerimientos nutricionales en este primer año?, ¿y las cantidades necesarias para saber si está bien alimentado?. De entrada tenemos un dato objetivo que nos indica si está bien alimentado y es la curva de crecimiento: si un niño, una vez colocado en su canal de crecimiento en las primeras semanas se mantiene en él, la alimentación es la correcta. Habrá variaciones si pasa unas semanas enfermo, pero tras la enfermedad tiene un periodo de crecimiento rápido hasta colocarse de nuevo en su canal. Dejemos que sea él el que regule las cantidades.
Y aquí entraría el círculo naranja, es decir, el manejo de lo emocional, no sólo lo que hablaba en los primeros meses de vida: la importancia de la alimentación para la creación del vínculo, para nutrirlo emocionalmente; también hay que poner la mirada en las emociones que giran alrededor de la comida y que afectan sobre todo a la relación madre-hijo, la importancia que la madre le dé al acto de comer, o las cantidades que ella supone son las necesarias para que su hijo esté bien alimentado, o la angustia que ella puede vivir si el niño no come…

                               “La idea de no obligar al niño a comer es una manifestación de
                                                               nuestro amor y respeto por él”
                                                                                                      Carlos González. Pediatra

Y por último, como actividad diaria, estaría el aspecto de hábito y, como tal, educable (círculo verde). La comida es una más de las actividades diarias del niño, vivamos mutuamente el momento con placer, háblale mientras le das la comida y jamás forzarle a comer.

A lo largo de estos 3 capítulos hemos pasado del recién nacido al lactante que ha aceptado la cuchara, los sabores dulce, ácido y salado, la textura del puré, que sabe esperar a la siguiente cucharada sin llorar, que empieza a tener sus preferencias, que nos mira alegre mientras le damos de comer porque disfruta con la comida, que sabe decir “no”, se echa hacia atrás si no quiere más o cierra la boca.
Alrededor de los 9 meses, coordinará mano-boca y será capaz de usar las manos para coger la comida, llevarse la cuchara a la boca o beber en vaso. Aconsejamos darle la cuchara en cuanto sepa cogerla para llevársela a la boca y aunque al principio lo ensucie todo aprenderá a comer cada vez mejor y la comida será una actividad lúdica y satisfactoria.

Isabel Rubio