El pasado sábado dia 18 publicaba en Información este artículo mi compañero Dr. Fco. Javier Brú, y con su permiso os lo hago llegar a través del blog. Efectivamente cuando damos recomendaciones y pautas de alimentación hacemos poco hincapié en el tema de la sal, por eso me ha parecido de interés su lectura. ¡Gracias, Javier!.
La sal es un ingrediente muy importante para la alimentación humana. Sabemos de su necesidad importancia desde hace mucho tiempo. El salario en épocas romanas era un puñado de sal a modo de retribución. Básico para la salud. Nosotros somos exportadores de sal y quizá por eso lo apreciemos poco pero eso es una cosa y sus efectos en el organismo otra.
La sal junto con las grasas, especialmente saturadas, y los azúcares, son componentes de los alimentos que conviene controlar pues sus efectos con el exceso son bastante contraproducentes para el organismo. Si bien se les presta algo de atención en la salud del adulto, en las recomendaciones en cuanto alimentación infantil pasa de puntillas, casi desapercibida.
Un consumo importante de sal constituye un factor de riesgo de hipertensión arterial y de accidentes cardiovasculares de la misma manera que el consumo de alcohol, el exceso de peso o el sedentarismo.
El consumo de alimentos en los niños esta basado en sus preferencias según sabores salado, amago, dulce y ácido. El sabor salado empieza a apreciarse a partir de los 4 meses y ya desde esta edad el lactante prefiere el agua algo salada al agua normal. A partir de los 2 años ya manifiestan una clara preferencia por el sabor salado incluso mayor que en los adultos.
Vaya por delante que el lactante que esta con pecho exclusivo hasta los 6 meses ingiere muy poca sal (presente en la leche humana). Las entradas de sal empiezan habitualmente con la cuchara y las papillas. No obstante se puede decir que el niño por debajo de los 3 años apenas toma sal. La frontera está en la edad de 3 años, a partir de entonces la cosa cambia. La sal presente en los alimentos, la carne, la leche y ciertas bebidas solo es una parte menor en las entradas de sal. La mayoría de la sal ingerida esta añadida a las bebidas y comidas en el curso de su preparación y acondicionamiento: productos cárnicos, cereales en el desayuno, pan y biscotes, charcutería, conservas, platos cocinados, condimentos y salsas…
Lo sabemos, los niños toman mucha sal, especialmente después de los 3 años. La OMS, la Agencia Europea de Seguridad Alimentaria y las diferentes sociedades pediátricas europeas lo han detectado y lo advierten. Algo como 3 gr. de sal son suficientes para cubrir necesidades y las infestas detectadas son mucho mayores.
Los niveles de tensión arterial están determinados precozmente y los niños que tienen una tensión arterial elevada tienen un riesgo elevado de hipertensión en la edad adulta. Los niños toman bastante sal y esto los pone en situación de riesgo. De la misma manera la reducción de sal normaliza la tensión arterial.
¿Qué podemos hacer? Volvemos a lo de siempre, fomentar la lactancia materna que tiene menos sal que las leches para lactantes. Es preferible el uso de leches de continuación y crecimiento al uso de la leche de vaca (si es posible claro!). En el momento de iniciar las papillas evitar añadir sal a los alimentos pues ya la tienen. Los alimentos caseros siempre tienen menos sal que los preparados de origen industrial. Importante mantener el hábito en el niño de no tomar alimentos salados. No salar las comidas según el gusto de sal de los padres. Evitar el salero. Tres últimas cosas. Añadir equivalentes a la sal como el limón, el cilantro, especias y hierbas aromáticas. Acostumbrar a los padres a la lectura del etiquetado de alimentos. Acabamos fomentando el consumo de frutas y verduras que contienen potasio y favorecen la tensión arterial más baja. Vamos… menos sal en la vida pero no sosa en absoluto!.