En los últimos años los pediatras estamos observando una disminución de las horas de sueño entre la población infantil y cada vez más problemas relacionados con el hábito de dormir.
Se calcula que los niños actualmente se acuestan hasta 2 horas más tarde que hace 20 años y aún más los adolescentes. En el año 2011 se publicaba un estudio firmado entre otros por el Dr. Gonzalo Pin, pediatra y especialista en los trastornos del sueño, sobre hábitos de sueño en 1.507 niños valencianos entre 6 y 14 años, observando que un 20% presentaba una somnolencia diurna excesiva todos o casi todos los días.
También en lactantes, estudios realizados en países desarrollados, refieren una prevalencia de trastornos del sueño no inferior al 25%.
Sabemos que el sueño tiene un papel fundamental en muchos aspectos del desarrollo infantil, por tanto ¿qué problemas acarrea la falta de sueño en nuestros niños y adolescentes?.
La privación crónica de sueño se relaciona con problemas de conducta; la falta de sueño aumenta la irritabilidad y la impulsividad, se muestran inquietos y con baja tolerancia a la frustración. Otras repercusiones son los problemas de aprendizaje (falta de atención, apatía, rinde menos en la escuela o el instituto) y en la esfera emocional (decaimiento, alteraciones del estado de ánimo, malhumor). A veces no muestran somnolencia y la manifestación puede ser cefalea, síntomas depresivos o accidentes frecuentes al no estar atentos y tener menos reflejos.
Otro aspecto importante, cuando se duerme menos de forma continuada, es la disminución de la inmunidad, de las defensas frente a las infecciones.
Por último un aspecto novedoso: se han ido publicando numerosos estudios experimentales y epidemiológicos que demuestran que la privación crónica de sueño en niños se asocia a un mayor riesgo de desarrollo de sobrepeso y obesidad, por mecanismos todavía desconocidos, y también se asocia a un mayor riesgo de síndrome metabólico (alteración hasta ahora más propia de la edad adulta y que aúna hipertensión arterial, aumento de la resistencia a la insulina y dislipemia, es decir, se trata de un diagnóstico clínico que identifica una población con elevado riesgo cardiovascular). Los mecanismos por lo que se asocia se desconocen.
Pero las repercusiones de los trastornes del sueño en el niño no sólo le afectan a él, también a los padres y a toda la familia. Se calcula que durante el primer año de vida de un bebé los padres pierden entre 400 y 700 horas de sueño.
Por la importancia y la frecuencia del problema se realizó una Guía de Práctica Clínica sobre Trastornos del Sueño en la Infancia y Adolescencia en Atención Primaria, en ella podéis encontrar medidas preventivas y de higiene del sueño, según la edad, para ayudar a adquirir o mantener un buen patrón de sueño. También más información en la Unidad Valenciana del Sueño Infantil.
Es necesario promover un sueño adecuado en los niños desde pequeños por los numerosos efectos beneficiosos conocidos, para un adecuado funcionamiento cerebral y de otros sistemas corporales… y por el bienestar de la familia.