Publicado en el periódico Información el pasado sábado. Su autora, Marina Jiménez Maciá, M.I.R. de Pediatría en rotación en nuestro Centro de Salud. ¡Gracias Marina!.
La obesidad infantil se ha convertido en un problema de salud pública a nivel mundial. Según datos de la OMS, la prevalencia de obesidad en niños y adolescentes de edades comprendidas entre los 5 y los 19 años se ha multiplicado por 10 en las últimas cuatro décadas.
La OMS estima que el número de niños con sobrepeso y obesos a nivel mundial podría aumentar a 70 millones para el año 2025.
En España, según la última Encuesta Nacional de Salud (ENSE) de 2017, un 9,23% de niños entre 2 y 17 años es obeso y un 16,36% sufre sobrepeso. Los datos en nuestra Comunidad se sitúan por encima de la media española, llegando al 12% de obesos y 17% de niños con sobrepeso en la misma franja de edad.
En la infancia, el exceso de peso no solo tiene consecuencias para la salud a medio y largo plazo, como la mayor prevalencia de diabetes, enfermedades cardiovasculares y asma, sino que además presenta consecuencias psicológicas y emocionales, contribuyendo a la baja autoestima, imagen corporal negativa y depresión.
Entre las múltiples causas del sobrepeso y la obesidad infantil, el estilo de vida (incluyendo sedentarismo y dieta precaria) es el que tiene una mayor relación con este problema de salud. Es en este aspecto donde deberíamos de poner todos nuestros esfuerzos, ya que la mejor medida para combatir la obesidad es prevenirla desde edades tempranas.
La época estival es un buen momento para trabajar con los niños hábitos de alimentación saludable. El tiempo libre del que disponemos es una gran oportunidad para implicar a nuestros hijos y hacerlos partícipes de su alimentación. Pueden participar en la realización de la lista de la compra, acudir al mercado y colaborar según sus posibilidades en la confección de los platos, preparar helados caseros (de frutas, yogurt, leche), etc.
Pequeños cambios pueden marcar la diferencia: entre horas, comer algún lácteo, fruta o frutos secos; comer legumbres en ensaladas y para combatir el calor, mejor un helado de hielo que de chocolate y crema. Además, tener siempre fruta fresca cortada en la nevera nos ayudará a completar la cantidad diaria de fruta recomendada. Ahora que en vacaciones los niños suelen levantarse más tarde, no hay que olvidar que el desayuno sigue siendo una de las cinco comidas diarias necesarias.
Otro pilar fundamental para combatir la obesidad es evitar la vida sedentaria. Estos meses en los que los días se alargan, hay más horas de sol y los niños tienen menos responsabilidades, son propicios para realizar actividades al aire libre, practicar nuevos deportes y así disminuir las horas sentado en el sofá frente al televisor o la tablet. Los destinos vacacionales también pueden ayudar en este aspecto: en la playa, los niños podrán practicar vóley-playa, correr por la orilla del mar o jugar a las palas; en la piscina, la natación y el buceo son los deportes del verano, pudiendo además hacer mil juegos de agua con los que los niños se mantengan activos y realicen ejercicio físico.
Todas estas recomendaciones no tendrían sentido si no las planteáramos como un reto familiar, en el que todos los miembros de la familia las llevaran a cabo, ya que los niños aprenden y actúan por imitación. Ser conscientes de que la familia en la que el niño crece es su mejor ejemplo a seguir es la clave para adoptar nuevos y mejores hábitos saludables y proteger a los pequeños de la epidemia de la obesidad infantil.