Es relativamente reciente la aparición y el progresivo desarrollo de la lactancia artificial a partir de leche de otros mamíferos.
En la mitología han sido cabras y lobas las que han alimentado a dioses y otros personajes míticos. Y en la realidad, la leche de cabras, burras o camellas han alimentado a muchos niños de todo el mundo a lo largo de la historia. En las ruinas de Pompeya se encontraron vasijas que semejan biberones de cerámica y vidrio.
Más adelante se incorpora la leche de vaca, que fue desplazando poco a poco a las otras, y se va modificando: en un principio simplemente se la diluía con agua y posteriormente se va enriqueciendo con aditivos.
La industria alimentaria, en el proceso de adaptar la leche animal, dió un gran paso al desecar la leche y convertirla en leche en polvo.
Las primera harina lacteada Nestlé (leche, azúcar y harina de trigo) llegó a España hacia 1873 y a principios del siglo XX se decidió construir la primera factoría española de Nestlé en La Penilla, Santander. En marzo de 1905 salía de la fábrica el primer bote de Harina Lacteada.
Cinco años más tarde, en 1910, empieza a comercializarse también la leche condensada La Lechera, con la que se alimentaron durante décadas miles de niños en Europa.
Más tarde, en 1944, aparece en el mercado español la famosa leche “Pelargón”, producto también Nestlé, que alimentó a muchísimos niños.
A partir de entonces se han ido sucediendo cambios intentando acercarse a la composición de la leche materna. Hoy la potente industria de alimentación infantil ha desarrollado leches de extraordinaria calidad y sigue en continuo desarrollo, a la luz de los avances científicos.