Hace unas semanas comentaba que las disculpas es mejor pedirlas cuando se sienten de verdad y que muchas veces un “me sabe mal” simple y sincero es más que suficiente. Pero también hay veces en que no lo son, en que hace falta algún gesto o alguna acción que repare el mal que se haya podido ocasionar.
Estas acciones reparadoras es bueno que las planteemos como una manera de compensar al otro por el posible agravio y no como un castigo para el que lo ha cometido. También es recomendable que guarden relación con el perjuicio causado y que al principio las sugiramos los padres pero que, poco a poco, sea la propia criatura quien tome la iniciativa de proponerlas y llevarlas a cabo.
Una madre empezó a aplicarlo con su hija y un día, después de disgustar a sus padres, la nena les dijo que para compensarlo, les prepararía una merienda para chuparse los dedos. El estado semi-catastrófico en que quedó la cocina, hizo que la madre dudara de las bondades de este tipo de acciones: “Otro día le diré que no hace falta que haga nada- me decía riendo-, que con la intención me basta”.
Un ejemplo que enseña
Aún y con la parte cómica de la situación, no decía ninguna tontería. Cuando los vínculos afectivos son estrechos- como en el caso de padres e hijos, y el cariño sano, el hecho de demostrar que estamos dispuestos a hacer alguna cosa que lo compense se convierte en reparador por sí mismo. La intención es todo un signo de consideración y, a veces, no hace falta materializarla. Enseñar a los niños- a partir de nuestro propio ejemplo también- a decir “lo siento” cuando de verdad lo sentimos y, a continuación, a pensar por ellos mismos qué pueden hacer para repararlo, o a pedirle a la persona agraviada si pueden hacer alguna cosa para que se sienta mejor, se convierte en liberador para las dos partes. También es más educativo que imponer castigos y bastante más eficaz de cara a propiciar y restaurar la buena sintonía.
Eva Bach, escritora y pedagoga, aporta reflexiones sobre la comunicación entre padres e hijos a partir de una frase que nos ayuda a educar.
El artículo original está escrito en catalán y lo ha traducido Cristina Sanz.