¿PEDIATRIA SOSTENIBLE?

El pasado sábado, en el periódico Información, mi compañero Mariano Mancheño publicaba este artículo, reflexionando sobre la falta de pediatras en los centros de salud.

Con un notable desarrollo científico y una no menos aceptación social, la rama de la medicina que se ocupa de los niños creció en los años 70 y 80 hasta límites insospechados poco antes, consolidándose como entidad propia, potente, prestigiosa.

Como una ola briosa los hospitales se dotaban de salas de ingresos Pediátricos, Unidades de Cuidados Intensivos y Neonatos. Paralelamente una trama extensa de consultas cuenta con especialistas salidos de cuatro años de formación MIR. La formación reglada que acredita y emite el formidable sistema MIR nutre de pediatras los hospitales y se teje y dota con celeridad una tupida red de Centros de Salud por toda la geografía autonómica estatal.
Las publicaciones, tesis doctorales, estudios y congresos nos sitúan en primera fila de la élite mundial. Se REDUCE la mortalidad neonatal a cifras parejas a países punteros de Europa, más bajas que las de EEUU o Canadá. Un milagro.
Alimentación parenteral, Unidades de subespecialidades, Trasplantes, Cirugía prenatal, Vacunaciones con tasas excelentes, Cribados neonatales de enfermedades, en fin, un sueño.

Parece una historia corta de amor a primera vista. Nada más lejos de lo sucedido. La generación de profesores que me ha precedido ha luchado heroicamente y asumieron un reto histórico viniendo de la precariedad. Aceptaron el reto como enamorados de un proyecto ilusionante allanando mi camino y el de muchos cientos de médicos jóvenes. Nos contagiaron, nos trasmitieron, nos encandilaron. Los echamos de menos cada día.
GRACIAS. Os adoramos, os añoramos.

Hoy, ahora mismo, tenemos en vez de una ola alegre y saltarina una pena que se extiende inexorable como mancha de aceite oscura, silenciosa, triste. Se suprimen plazas (eufemismo: se amortizan), se dotan otras con médicos de familia. Somos un residuo, un exotismo. De ahí esta carta/manifiesto. En mi Área de Salud (Marina Baixa) sólo el 15% de los niños son atendidos por Pediatras vía MIR.

A los agradecidos porque la Leucemia de su hija tratada hace 6 años apenas requiere revisiones. A los padres de Joan, que pesó 930 grs y ahora hace Triatlón. A Marta, que cuando las cosas de su hija iban mal nos traía madalenas. No pararía.

Tengo pena. Tengo 65 años. Me licencié en Medicina en el año 1976. Cuando terminé el MIR obtuve plaza en Altea, donde sigo trabajando. Quiero que vengan LOS PEDIATRAS. Quiero que vuelvan. Apoyadnos y firmad y difundid la petición de más abajo.

Un cordial saludo, Mariano Mancheño Segarra, Pediatra, Centro de Salud Casco Antiguo de Altea. Miembro de la AEP, SOCVAPED Y APEPA (sociedades española , valenciana y alicantina de pediatras). Más información en www.aepap.org y www.aeped.es
Entra en Change.org CONFIANZA, https://www.change.org/p/12942022 y firma contra la desaparición del pediatra de tu centro de salud.

Altea, Mayo 2018.

«CONFIANZA»: una campaña por la pediatría de atención primaria

Hoy en el periódico Información publico este artículo

Desde hace unas semanas los pediatras que trabajamos en los centros de salud hemos puesto en marcha una campaña de concienciación acerca del futuro de la pediatría a este primer nivel, campaña que ha sido impulsada por las dos Asociaciones de Pediatría de Atención Primaria: Avalpap y SEPEAP.

Llevamos años denunciado la falta de pediatras en los centros de salud y la situación se va agravando. No hay una previsión y planificación de las necesidades reales; vemos que siguen sin aumentarse el número de plazas de MIR de nuestra especialidad para formar los pediatras necesarios y revertir la situación actual. No hay voluntad política de mantener el modelo actual en la que los niños y adolescentes, desde el nacimiento a los 15 años, son atendidos por un pediatra en cualquier nivel asistencial. No creo siquiera que haya un objetivo de cambiar nuestro modelo de atención pediátrica en Atención Primaria por el modelo de países de nuestro entorno en los que son los médicos de familia quienes atienden a toda la población, más bien impresiona de dejadez política, de falta de planificación, de falta de programación de objetivos, de abandono en definitiva de este primer nivel asistencial por parte de las correspondientes administraciones sanitarias. Progresivamente nos vamos jubilando y no hay recambio generacional, se calcula que se necesitan una media de 240 pediatras nuevos anualmente para cubrir las jubilaciones de esta década en Atención Primaria, pero los pocos pediatras que se forman en nuestros hospitales, ante las condiciones laborales poco atractivas que se ofrecen, optan por otros destinos.

Esta dejadez y la escasez de pediatras llegará un momento en que servirá para que se justifique el cambio de modelo de atención a nuestros niños y niñas, desapareciendo el pediatra de Atención Primaria.

Tenemos la suerte de tener uno de los mejores sistemas sanitarios del mundo con un primer nivel asistencial en los centros de salud accesible a todos los ciudadanos, que ha demostrado una excelente eficacia, con buenos resultados en las encuestas de satisfacción de los usuarios. Todo ello a pesar de los importantes recortes de los últimos años que se han cebado especialmente en Atención Primaria.

La atención a la población pediátrica, que no olvidemos es la más vulnerable, funciona. Se han conseguido grandes mejoras en la salud de niños, niñas y adolescentes con la implantación de los Programas de Salud, altas coberturas vacunales, detección precoz de enfermedades, programas preventivos etc. Estoy convencida que cada día es más importante si cabe la necesidad de mantener que la atención a los niños y adolescentes sea realizada por un pediatra, puesto que van en aumento el número de nacimientos de bebés prematuros o la problemática de salud mental. Queda mucho por hacer, apenas hemos iniciado la atención al adolescente desde nuestras consultas, por ejemplo, pero los pediatras de cabecera, como a mí me gusta llamarnos, no podemos ser una especie a extinguir pues, hoy por hoy, somos garantes de calidad de la atención pediátrica.

Volviendo al inicio, la campaña de recogida de firmas se ha lanzado a nivel nacional y se ha denominado “Confianza”, nombre elegido porque creemos que los padres y madres es en los pediatras en quiénes depositan su confianza para el cuidado de la salud de lo que más quieren: sus hijos e hijas.

El objetivo es exigir que las administraciones garanticen el derecho de todos los niños y adolescentes a tener un médico especialista en pediatría en los centros de salud, que se ponga solución al déficit de pediatras en España. Para ello es necesario el apoyo de todos los ciudadanos, padres y familiares de los niños, para llegar a las 500.000 firmas. Puedes hacerlo en:

1. Mediante la firma en la plataforma Change.org.  Disponible en https://www.change.org/p/12942022

2. Mediante la recogida de firmas en las consultas de Pediatría de tu centro de salud.
(No se podrá firmar en ambos sitios).

Mis queridas pediatras

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Ayer sábado, en la cita quincenal con el periódico Información, Germán Garberí, Residente de primer año de nuestro Centro de Salud, al terminar su rotatorio en Pediatría publicó este emotivo artículo. ¡Gracias Germán!

Como residente de Medicina Familiar y Comunitaria, una especialidad que aún hoy en día hay que explicar, está recogido que dos meses de rotatorio, el tiempo que pasamos en un determinado servicio médico aprendiendo los conocimientos pertinentes que debemos adquirir, los debemos pasar en el Servicio de Pediatría. En mi caso, pediatría de Atención Primaria, o como algunos la conocen, pediatría en centro de salud.

Los pediatras son esas personas, porque antes que médicos son personas, que se forman para encargarse de cuidar de nuestros niños y niñas, alias, nuestro futuro. Desde niño he pertenecido al grupo de los que respondían con facilidad a la pregunta “¿Qué quieres ser de mayor?”.“Médico” digo yo todavía.
Las reacciones a esta respuesta podían ser múltiples. Recuerdo las miradas de mayores que replicaban que para ser médico hace falta estudiar mucho, que es un sacrificio. Y recuerdo también una reacción muy diferente: “si quieres ser médico lo serás. Y tendrás suerte porque es la profesión más bonita que puedes tener”. Eso es lo que me decía y dice mi querida May, mi pediatra.

Mi pediatra aprovechaba los minutos en consulta no solo para ver si mi faringoamigdalitis de turno era vírica o bacteriana, no sólo escuchaba el “bup-dup” de mi corazón en busca de soplos, ni se limitaba a calmar a unos padres preocupados por encajar a su hijo en un percentil u otro. Durante mis visitas a la consulta de mi pediatra, ella prestaba atención a los rasgos de mi personalidad, a mis logros así como a mis no tan logros y participaba, participa, en ayudarme a ser quién soy hoy.

En estos dos meses he aprendido mucho sobre revisión del niño sano o urgencias pediátricas, algo muy productivo; pero en este rotatorio también he conocido a otros pediatras. He visto que los pediatras tienen la oportunidad de hacer extensivo todo lo arriba mencionado no sólo a mí, sino a muchas niñas, niños y adolescentes. He visto que lo hacen con ilusión y profesionalidad, con un único beneficio en mente: el de sus niños. La mayoría de ellos todavía no saben leer, pero ya la reconocen y siguen con la mirada, confían mientras les explora, parecen saber ya lo que su pediatra hace por su bienestar.

Otros de esos niños hemos crecido, y algunos hemos tenido la oportunidad de, quizás impulsados por ellos, convertirnos en compañeros de profesión. Ellos siguen siendo los mismos que nos acompañaron durante nuestra infancia y adolescencia, que velaron de cerca por nuestra salud, que asesoraron a nuestros padres en los momentos de dificultad o para decirles una y otra vez la dosis exacta de paracetamol ajustada a nuestro peso.

Ahora que mi rotatorio está finalizando y he asistido a una consulta de pediatría desde el otro lado, he visto el trabajo, el estudio, la implicación con los problemas del niño y su familia, el agradecimiento de muchos padres y madres que se sienten bien atendidos, en definitiva la profesionalidad y el buen hacer de nuestros queridos pediatras.