Para la mayoría de los padres no es fácil la decisión de llevar a la escuela infantil a su hij@.
Aún cuando los padres ya tienen la decisión tomada como la mejor solución, persisten dudas, contradicciones, aparece la angustia que conlleva la primera separación, la culpa…
Empezamos con la adaptación, los llantos…y cuando parece atenuarse esta pesada carga emocional aparece la primera enfermedad: cualquier proceso febril, un catarro…y de nuevo se desata la duda: “¿hemos hecho bien en escolarizarlo?”, “¿no será muy pequeño?”, “¿vamos a estar todo el invierno así?”, preguntas que se trasladan de la casa a la consulta del pediatra.
Desde el respeto a la decisión que los padres han tomado de escolarizar a su hijo, mi posición es la de ayudarles en el periodo de adaptación, posibilitando un espacio y un tiempo donde sacar su angustia, sus dudas. Es necesario informarles que los niños pequeños son más vulnerables a las infecciones dado que su sistema inmunitario (de defensa frente a los gérmenes) es inmaduro y, además, por el contacto estrecho entre los niños se facilita la transmisión de enfermedades infecciosas. El niño en su primer año de escolarización va a sufrir el bombardeo de gran cantidad de gérmenes (en su mayoría virus) pero la gran mayoría de estas enfermedades serán procesos banales, sobre todo catarros de vías altas.
Insisto también en que respeten las normas sanitarias de la escuela infantil, pues así protegen a su hijo; en el caso de que ambos trabajen deben tener una solución buscada (abuelos, canguro…) para esa mañana que amanece el niño con fiebre y no lo llevarán. Respetar las normas sanitarias no es sólo pensando en que exponen a los demás niños al contagio, sino porque su hijo precisará unos cuidados que la escuela infantil no puede ofrecerle.
Isabel Rubio