Alegría y optimismo para educar y educarse

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Leo este artículo publicado en Es Diari de Menorca, de mi buen amigo Vicenç Arnaiz, psicólogo, que nos regala cosas como ésta….

«Aristóteles ya explicaba hace más de 2000 años que la felicidad es el bien más buscado por los humanos. Solemos percibir la alegría y el optimismo como el síntoma de que vamos por buen camino. Por eso el buen humor nos atrae y la alegría nos convoca.

Nos cuesta mucho explicar y explicarnos qué es la felicidad. Más difícil es todavía saber cómo encontrarla. Aun así la alegría nos permite intuir que la felicidad debe ser posible y además da señales de por donde anda.

Si la felicidad es el bien más preciado por los humanos, la alegría, el buen humor y el optimismo nos dan pistas de quien lo habita.

Si el vínculo es la experiencia fundadora del humano como ser social, el optimismo es el sentimiento que necesitamos para ir por la vida sin que la vida sea sólo ir de un lado a otro.

Las relaciones son un campo por descubrir. Los niños aprenden a confiar en las relaciones porque son estimados y por eso les atrae sumergirse en el complejo entramado relacional. El afecto no necesita referentes previos: el niño lo reconoce inmediatamente. Quien ha sido amado goza amando. Antes de saber hablar ya se declina el amor: amistad, aprecio, compasión, afecto, compañía, caricia, cooperación, intimidad…

Los niños necesitan el buen humor para transitar entre conflictos y contradicciones. Tienen que saber salir de los malos humores y sobre todo no pueden vivir sumergidos en nuestro mal humor. Los conflictos nos cansan porque cuando estamos enfadados somos menos inteligentes y además consumimos más energía, por eso todo se hace más pesado. El malhumor esconde el buen sentido de las cosas. Los niños para crecer precisan sentirse atraídos y si vivimos enfadados lo que tienen son ganas de salir huyendo.

La alegría es contagiosa y los orienta en el misterioso sentido de la vida: cuando nos ven alegres intuyen qué es lo fundamental en el vivir. Cuando todavía no saben que la luna existe, el entusiasmo contagioso ya les orienta.

No me puedo imaginar un cascarrabias educando y mucho menos si vive decepcionado y triste.

Optimismo y esperanza a menudo son sinónimos y complementarios. La esperanza nos da criterios para elegir buenos objetivos y el optimismo nos activa la inteligencia, nos aporta energía y provoca alianzas. En cambio el pesimismo nos lleva a la inoperancia y, peor todavía, nos deja abandonados.

La alegría cohesiona la vida como la fuerza de la gravedad organiza el universo. El optimismo, el buen humor, la alegría…no se enseñan sino que se contagian. Convivir con alguien alegre genera entusiasmo. Sabemos que el buen ánimo es una condición para poder educar y para poder crecer.

El optimismo constituye una «célula madre» de la felicidad y ¿quién no quiere ser feliz?. Sobre todo, ¿quién no pretende aprendan ya a buscar la felicidad?»