¿Y si lo decimos con el lenguaje del corazón?

Esta frase la podemos decir a nuestros hijos en algunos momentos, sobre todo cuando ante un conflicto los corazones se cierran o se endurecen.
Hay ocasiones en que la comunicación entre padres e hijos deriva en un desbarajuste y cuanto más hablamos, más grande es el abismo que abrimos entre nosotros. Entonces, esta frase invita a recomenzar desde otro sitio, a dibujar caminos de encuentro, a generar nuevas posibilidades.
Le llamamos lenguaje del corazón porque es breve, claro, directo y preciso, porque conjuga saber y sentir y ayuda a restablecer el flujo amoroso que determinados hechos o palabras pueden haber perjudicado. No implica un tono cursi, ramplón ni endulzado. Lo que si requiere es cambiar de frecuencia, dejarnos de razones, argumentos, acusaciones y reproches y apelar directamente a los sentimientos, a la forma en que nos sentimos unos y otros y sobre todo, a las necesidades que tenemos para sentirnos bien y para estar en mejor disposición para poder escucharnos.
Los padres y madres, y todas las personas que ejercemos alguna tarea educativa, tenemos que aprender el lenguaje del corazón, enseñarlo e invitar a nuestros hijos a hablarlo. De hecho, ellos lo saben cuando son pequeños y a medida que van creciendo lo desaprenden.
Está muy bien hablar idiomas y saber utilizar los nuevos lenguajes tecnológicos, pero hay una cosa más importante todavía: aprender a expresar adecuadamente lo que sentimos y saber encontrar palabras que toquen el corazón de nuestros hijos.

Eva Bach, escritora y pedagoga, aporta reflexiones sobre la comunicación entre padres e hijos a partir de una frase que nos ayuda a educar.
 El artículo original está escrito en catalán y lo ha traducido Cristina Sanz.

Estoy contenta cuando venís y cuando marcháis

La frase de hoy, nos la ha dicho alguna vez mi madre y la dedico a todas las madres y padres que, como ella, son abuelos que adoran a sus nietos y sienten un gozo inmenso cuando tienen a sus seres queridos alrededor de una mesa.
La primera vez que nos lo dijo la encontré sorprendente y muy sabia a la vez: “Estoy muy contenta cuando venís y muy contenta cuando marcháis”. De sus cuatro combinaciones posibles, me pareció de lejos la mejor. Si nos dijera que está triste cuando llegamos y triste cuando marchamos, querría decir que tiene una tristeza inmensa y nos entristeceríamos también nosotros. Si nos dice estoy contenta cuando llegáis y triste cuando marchamos, pensaríamos que posiblemente somos su única alegría y se nos encogería el corazón al marcharnos. Si nos dice que está triste cuando llegamos y alegre cuando marchamos, podría querer decir que la hemos alegrado, pero también que se alegra más cuando nos “largamos” que cuando llegamos.
Diciéndonos que está contenta cuando llegamos y cuando marchamos, nos deja muy claro que siempre que vayamos seremos bienvenidos y que, cuando nos vayamos, podemos hacerlo con la tranquilidad de saber que seguirá bien, que su vida tiene alicientes más allá de nosotros que la llenan suficientemente. Teniendo en cuenta los momentos difíciles que le han tocado vivir, entre los cuáles la muerte de nuestro padre, una frase así es un auténtico regalo para nosotros.
De momento no se la he dicho nunca a mis hijos, tal vez porque todavía los tengo en casa y todavía no soy abuela, pero ojalá llegue un día en que se la pueda decir, con una lucidez parecida a la de mi madre. Poder decirles que son una de nuestras alegrías más grandes, y al mismo tiempo que nuestra vida vale la pena por sí misma y es fuente de otras muchas alegrías, me parece una señal inequívoca de un amor exquisitamente maduro y generoso.

Eva Bach, escritora y pedagoga, aporta reflexiones sobre la comunicación entre padres e hijos a partir de una frase que nos ayuda a educar

El artículo original está escrito en catalán y lo ha traducido Cristina Sanz

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