ADOLESCENCIA


Artículo publicado en el suplemento de Salud del diario Información.

Su autor Dr. José P. Valdés, pediatra y amigo. ¡Gracias!

Es el título de una serie de Netflix que está causando sensación . No le faltan razones cinematográficas: la realización y las interpretaciones de los actores son notables. Pero es de nuevo una historia escabrosa sobre adolescentes lo que ha multiplicado las audiencias. De hecho, escoger ese título es el fin que persigue, porque a pesar de que la mayoría de los adolescentes son normales, su paso por esa complicada edad se vende bien.

Lo primero que hay que dejar claro es que es una historia de ficción y que es muy poco probable que cuando una familia funciona, tengamos hijos tan trastornados y capaces de asesinar , salvo que haya habido antecedentes patológicos que nos hayan puesto en aviso. El dolor de esos padres que traspasa la pantalla se debe precisamente a que pensaban que su hijo era una buena persona y que estaban haciendo las cosas lo mejor que han sabido: “ …qué podíamos hacer, los críos son así hoy en día…” ( refiriéndose a las horas que pasa el hijo delante de la pantalla en su habitación ) . Los hechos les ponen delante algo que por infrecuente no deja de ser una realidad en el mundo actual: ninguna familia aparentemente normal está libre de que pueda suceder. Al final, después de madurar las posibles causas, los padres llegan a una conclusión: “ …LO HEMOS DEJADO SOLO “

El argumento da para mucho, pero quisiera hacerles pensar en el problema del mal uso de las tecnologías que son causa de patologías desde el nacimiento y concretamente, en la influencia de las redes sociales, en esas nuevas formas de relacionarse que tienen los adolescentes actuales, y que en el protagonista de la serie tienen un papel determinante. No es cierto que “ los críos de ahora sean así “…entre todos LOS HEMOS HECHO ASÍ.

Abrumados por la magnitud del problema estamos en un punto de inflexión, porque toca buscar soluciones. Y los primeros en actuar deben ser los padres. No son los únicos responsables pero sí los que más posibilidades tienen de hacer una PREVENCION eficaz desde los primeros meses de vida, porque es más sencillo enseñar hábitos de vida saludables que modificar aquellos que ya se han establecido ( aunque sean perjudiciales ) y porque en el caso de las tecnologías, esperar a actuar cuando ya han producido síntomas, como sucede en adolescentes, es muy complicado.

Seamos positivos, porque tenemos suficientes recursos para actuar. Lo importante es empezar, pasar a la acción .
En primer lugar con el PLAN DIGITAL FAMILIAR, un proyecto de la Asociación Española de Pediatría ( AEP ) en colaboración con la Agencia Española de Protección de Datos ( AEPD ) que debe formar parte de las primeras iniciativas en educación a cualquier edad y que se basa en tres conceptos :
Recomendaciones generales para las familias y recomendaciones específicas para cada edad ( de 0 a 16 años ) que están basadas en evidencias científicas actualizadas.
Establecer límites y normas de uso de los dispositivos digitales comunes para toda la familia y refrendarlos con el EJEMPLO, que es la herramienta educativa más poderosa.
Retrasar la adquisición de móviles inteligentes con acceso a Internet hasta que todos ( padres e hijos ) estemos preparados para ello.


La Agencia Española de Protección de Datos es el organismo público independiente encargado de velar por el cumplimiento de la Ley Orgánica de Protección de Datos Personales y cuenta con el CANAL PRIORITARIO que todo el mundo debería conocer porque puede salvar vidas ( el ciberacoso o el grave daño a la imagen están detrás de no pocos suicidios ). Permite solicitar la retirada urgente de contenidos sexuales o violentos publicados en internet sin el consentimiento de las personas que aparecen en ellos. Pueden acudir a este canal tanto el afectado como cualquier persona que tenga conocimiento de la difusión de este tipo de contenidos.


En caso de problemas hay además disponibles otros teléfonos de ayuda como el de la Fundación ANAR ( 900 20 20 10 ) el 017 del Instituto de Ciberseguridad ( INCIBE ) o el 016 en caso de violencia de género.
Es decir , los padres disponen de importantes herramientas educativas para poner en marcha en cualquier momento y de recursos en el caso de que la situación les supere.

¿Y la escuela? Porque tampoco sale bien parada al visualizar esa historia sobre adolescentes. En dos aspectos. No es ese lugar seguro donde pensábamos que podíamos dejar a los hijos; a pesar de que hablando de menores, en ausencia de los padres es la responsable de su seguridad. La otra cuestión es la forma en que se ha producido la digitalización de la enseñanza. Antes de ponerla en marcha… ¿ había pruebas de que contribuiría a mejorar el aprendizaje? (ahora ya saben que no) … ¿ alguien tuvo en cuenta los posibles efectos secundarios en la salud física y mental? (ahora ya saben que existen). Y a pesar de ello la polémica está servida. Los hay que no están dispuestos a dar marcha atrás por el gasto económico que ha supuesto ( !! ) y otros alegan intromisión en la comunidad educativa de las instituciones encargadas de velar por la salud de los menores. La situación recuerda la puesta en marcha de la Ley Antitabaco, donde a pesar de las evidencias hubo intelectualoides que llevados por su drogodependencia defendieron su derecho a fumar aunque hicieran daño a los demás. Habrá que buscar soluciones meditadas y no enfrentamientos que acaben perjudicando a los que menos culpa tienen.


Los profesionales sanitarios por su parte, deben informar a las familias de la existencia de las herramientas preventivas descritas lo antes posible y de forma rutinaria como si de un calendario vacunal se tratara. Y si detectan un mal uso de las tecnologías, tener en cuenta sus efectos sobre la salud para poner en evidencia las enfermedades que producen.

¿Es la adolescencia la culpable de todo ésto?: No. Es una época de crisis donde es más probable que afloren todo lo que hemos hecho mal durante la infancia, y más sensible a que los problemas familiares, escolares o sociales le hagan mella. El tema de las tecnologías debemos reconocer que nos ha atropellado a todos porque su implantación ha sido tan rápida que nos ha cogido desprevenidos, sin suficiente formación, deslumbrados por sus posibilidades no hemos visto que también pueden hacer daño…y ésto es más evidente en un cerebro en desarrollo.


“ …Lo siento hijo, debí hacerlo mejor “. Las reflexiones vertidas por los padres en los últimos veinte minutos de la famosa serie son realmente lo más valioso para quien se detenga a pensar en ellas, porque son las que nos obligan como familias, profesionales y sociedad a intentar cambiar las cosas.

Dr. José P. Valdés
Pediatra. Acreditado en Medicina de la Adolescencia

Crianza digital

Publicado en el diario Información.


En apenas unos años las tecnologías han cambiado nuestro mundo. Vivimos un tiempo de innovación digital sin precedentes. En este marco social, padres y madres se enfrentan al desafío de educar en la era digital. No es una tarea fácil porque no hay experiencia previa, cuentan con escaso apoyo y están ellos mismos aprendiendo a moverse en estos nuevos territorios.
A esta otra tarea educativa que tienen los padres y madres de hoy podemos llamarla crianza digital. Un término apropiado cuando hablamos de los primeros años de vida y en ellos nos centraremos en este artículo.

Empezaremos por las Recomendaciones de los Ministerios de Educación y Sanidad para menores de 2 años: A esta edad NO al uso de pantallas.
Es la misma recomendación que hacen las distintas Asociaciones de Pediatría nacionales y la misma Organización Mundial de la Salud.
¿Porqué una recomendación tan tajante? Por que las pantallas a esa edad no tienen ningún efecto beneficioso y sí muchos efectos negativos. Si le ponemos una pantalla delante estamos limitando sus habilidades motoras, limitando la comunicación y las habilidades sociales. Lo que un bebé necesita es moverse, gatear, aprender a ponerse de pie, a caminar, manipular con sus manos. Los niños menores de 2 años y medio son incapaces de aprender de una pantalla en dos dimensiones , pueden repetir o imitar lo que ven pero no lo entienden y menos lo pueden transferir a la realidad en tres dimensiones.
También necesitan relacionarse, mirar a la cara de sus padres, de sus hermanos, de otros niños y niñas, e interpretar sus reacciones para luego modelar su propia respuesta y así aprender a hablar, jugar… el tiempo de pantalla es tiempo perdido para su desarrollo.

Por otro lado las pantallas le ofrecen estímulos intensos con música e imágenes de colores brillantes a una velocidad que no es la real. Esta sobreestimulación está diseñada adrede con fines de marketing para mantener la atención en la pantalla el mayor tiempo posible y en los niños y niñas se traducirá en nerviosismo, en que no aprenden a esperar y en problemas en el sueño.
Van saliendo estudios acerca del impacto que la exposición a pantallas tiene en los pequeños. Por ejemplo en noviembre del 2019 se publicaban los resultados de un estudio en el que se ha observado peor integridad de la sustancia blanca cerebral del área del lenguaje a más horas de pantallas.
Otros estudios nos hablan de que a más tiempo de pantallas en los primeros años, cuando tienen 5-6 años presentan retraso en el lenguaje, falta de atención y problemas en el aprendizaje. También dificultad para relacionarse.

De 2 a 4 años también hay unanimidad en la recomendación: menos de 1 h. al día. Los contenidos han de ser adecuados al nivel de desarrollo del niño o del niña y con el adulto presente, que sea un tiempo compartido. Lo que vemos a diario es la “tableta niñera” para que estén silenciosos y ausentes.
Las razones son las mismas que en los menores de 2 años, por eso cuanto menos tiempo mejor y siempre menos de una hora al día. A estas edades va aprendiendo explorando el mundo físico que les rodea, interactuando con adultos, niños y niñas.
Por otro lado los beneficios de las pantallas en la educación temprana son limitados y sólo existen si su contenido cumple tres condiciones: que contenga pocas características que distraigan del fin educativo, que permita visualizaciones e interacciones duales, es decir que permita ser utilizados por el niño y un adulto educador y que que induzcan a transferir el conocimiento adquirido en la pantalla a la vida real. Además a esta edad el riesgo de adicción ya es alto.

El uso de las pantallas en la infancia debe estar controlado siempre por los padres para mantener los tiempos adecuados de juego real, de actividad física, de interacciones sociales y de sueño. Los padres también deben controlar el contenido y no dejar que sus hijos e hijas a edades tan tempranas “consuman“ pantalla sin acompañamiento.

Pilar Suárez. Pediatra C.S. Calpe
Isabel Rubio. Pediatra