Carta a los Reyes Magos


Esta es la carta que mi amiga Cecilia y yo publicamos el pasado sábado en el periódico Información:

Un año más llegan los Reyes Magos. Vamos a escribirles una carta.

Parte de nuestro trabajo, como pediatra o como orientadora y mediadora familiar, es que padres y madres pongáis la mirada en vuestro hijo y saquéis lo mejor de vosotros mismos, sobre todo en situaciones conflictivas; en otras muchas ocasiones nuestro quehacer profesional tiene que ver con ayudar a aceptar a vuestro hijo como es, no el soñado, sino el real, no con la curva de peso que me gustaría sino la que tiene, o no tan inquieto, o que comiera más… viene a ser parte de nuestro trabajo también hablaros a los padres desde el niño, desde vuestro hijo, ponerle voz, decir cuáles son sus necesidades, deciros que, por ejemplo en estos meses, vuestro hijo os diría: “tengo derecho a tener mocos y a toser porque soy pequeño”.

Pues bien, en estas fechas, ¿qué carta escribirían nuestros hijos e hijas?. No vamos a inventarla. En determinadas ocasiones pedimos a los niños mayores, sobre todo es un recurso más utilizado con adolescentes, que escriban una carta dirigida a sus padres a modo de carta a los Reyes Magos… y “los regalos” se van repitiendo:

“me gustaría que te sentaras a mi lado y viéramos una película sin que te levantes veinte veces”
“me gustaría que me escucharas cuando te hablo”
“que no discutáis delante de mí”
”juega conmigo a….”
“que no me gritéis”
“que no cambies de normas según la situación porque me lío”

“me gustaría que confiaras en mí”
“me gustaría que vinieras a verme jugar”
“que estéis más contentos”
“me gustaría no tener tantas ganas de salir de casa para dejar de sentirme mal, o simplemente por no discutir más”
“que hables conmigo y no sólo para reñirme”
“que os déis cuenta que los jóvenes a esta edad no tenemos el mismo carácter que cuando éramos pequeños”
“que no me comparéis con nadie, sobre todo con mi hermano”
“me gustaría que me dijeras también las cosas positivas que ves en mí y no sólo las negativas”

También en algunos talleres que realizamos con padres les hacemos escribir a ellos una carta dirigida a sus padres, que recuerden su niñez, ¿qué les hubieran pedido?.
Las respuestas vuelven a ser similares, cambiaran los juegos, ahora que juegues conmigo a la play, a la wii o la xbox y antes que pasaran la tarde jugando al monopoly, ¡qué más da!, en definitiva es tiempo, ¡tiempo!, ser mirados, ser escuchados, siguen siendo regalos “de los que no cuestan dinero”, seguimos pidiendo que nos quieran, que nos lo digan con palabras, con caricias, con besos, seguimos pidiendo que nos tengan en cuenta, que nos respeten, que sean firmes para que nos sintamos seguros, seguimos pidiendo que sonrían, que nos animen, que pasen más tiempo con nosotros, que nos ayuden a quitarnos los miedos, seguimos pidiendo que nuestra casa sea un refugio, un lugar donde se solucionan los problemas de la vida y en la que el amor está por encima de todo.

¿Llevamos a nuestr@ hij@ a la escuela infantil?

Hoy el periódico Información de Alicante, en un suplemento extra dedicado a la escolarización infantil, publico el siguiente artículo:

En las próximas semanas abrirán el plazo de preinscripción muchas escuelas infantiles y llega el momento de tomar la decisión: ¿llevamos a nuestr@ hij@ a la escuela infantil?.

Una de las primeras decisiones a las que, como padres, nos enfrentamos es la de cuándo escolarizar a nuestr@ hij@. Y es difícil.
Cuando los padres me plantean esta pregunta suelo contestar: “depende”. Y es que depende de muchas cosas.

La escolarización en los primeros meses suele estar determinada por la incorporación de la madre al trabajo, ¿qué hacemos?. Buscar a una persona que le cuide, desconocida de entrada, crea también inseguridad; el papel de los abuelos, es mi opinión, es el de estar ahí para situaciones puntuales, no cargar con esa “obligación” por muy atractiva que sea. La escuela infantil es una opción razonable.

Más adelante, cuando el niño tiene entre uno y dos años, también se plantea la escolarización por el trabajo de los padres o porque “es que necesita a otros niños”, “es que en casa se aburre”…
¿La necesidad es del niño o es de los padres?, y no lo planteo para culpabilizar a nadie, es legítima la necesidad de apoyo en la escuela infantil en los duros primeros años de crianza, sólo pretendo una mirada real a las necesidades del niño; precisamente hace unas semanas se publicaba en el suplemento de salud un artículo sobre las necesidades infantiles y empezaba por las necesidades y cuidados básicos: comida, descanso…, seguía por unas necesidades asociadas al desarrollo psicosocial, es decir, necesidad de lazos afectivos estables, incondicionales y continuos, estos lazos afectivos estables suponen también cubrir la necesidad de estructura: estabilidad de personas que le cuidan, de espacios, horarios… más adelante necesidad de límites, de normas, de hábitos. El niño necesita ser aceptado, debe recibir gestos y palabras que creen a su alrededor un verdadero espacio afectivo de aceptación. El niño tiene necesidad de estímulo, más bien hambre de estímulos al igual que tiene hambre de alimentos. Y podemos terminar este resúmen con las necesidades sociales, que serán satisfechas en la medida que los adultos faciliten su autonomía, apoyen sus capacidades y les animen a ser responsables…
En un entorno familiar las necesidades del niño deben estar cubiertas sin necesidad de acudir a la escuela infantil, pero también una escuela infantil, con instalaciones adecuadas, con un buen proyecto educativo y profesionales capacitados cubrirán las necesidades del niño. Es más, la escuela puede ofrecer una ayuda inestimable a los padres en la educación de sus hijos, asesorándoles en hábitos, comida, sueño, límites…
Y por último hay que asumir que su salida tan temprana al mundo va a suponer exponerlo a procesos infecciosos de repetición dada la inmadurez de su inmunidad, por lo que debe ir en las mejores condiciones, con las vacunas correspondientes a su edad administradas; y también tendrá un mayor número de procesos infecciosos el primer año, por lo que debéis tener previsto quien le va a cuidar cuando esté enfermo, porque por respeto a él, a los cuidados que precisa y por respeto a sus compañeros, para evitar el contagio, serán muchos los días que no acuda a la escuela infantil.

Las necesidades infantiles

Quisiera hacer un repaso de las NECESIDADES INFANTILES, una guía lo más sencilla y pedagógica:
Como seres vivos tenemos unas necesidades físicas, biológicas, que son básicas: recibir comida en cantidad y calidad suficientes, descanso, estar protegido de los peligros que pueden amenazar nuestra integridad, cobijo… todo esto es evidente, por eso, como leía hace unos días en “Los buenos tratos a la infancia” de Jorge Barudy y Maryorie Dantagnan, un libro que os recomendaba días pasados, “el mundo adulto debería asumir la vergüenza de no haber podido garantizar a millones de niños en el mundo el mínimo necesario para garantizar este derecho a la vida”.

Pero sigamos con las necesidades infantiles: el niño tiene también unas necesidades asociadas al desarrollo psicosocial, es decir, necesidades afectivas, cognitivas, sociales y éticas. Veamos más despacio en qué consisten:
El niño tiene necesidad de lazos afectivos estables, incondicionales y continuos, así se vincula a sus padres, a su familia; el niño siente la vinculación como amor y felicidad, y desarrolla así un sentimiento de pertenencia: sabe que pertenece. Estos lazos afectivos estables suponen también cubrir la necesidad de estructura que tiene el niño desde que nace: estabilidad de personas que le cuidan, de espacios, horarios, de saciarle cuando tiene hambre o sed, facilitarle el sueño… más adelante necesidad de límites, de normas, de hábitos, porque el niño necesita saber qué va a pasar después, esto le genera seguridad y confianza. El niño necesita ser aceptado, debe recibir gestos y palabras que creen a su alrededor un verdadero espacio afectivo de aceptación, necesita ser importante para sus padres creándose vínculos de lealtad entre padres y niño.
El niño tiene necesidad de estímulo, más bien hambre de estímulos al igual que tiene hambre de alimentos. La mente humana para desarrollarse necesita estímulos sensoriales y le deben llegar de las personas de su entorno y así forma su propia estructura psíquica. En los primeros meses sobre todo, el niño necesita ser tocado, tomado, mirado, besado…es la forma que tiene de entrar en contacto con el mundo, por medio de sus sentidos.
Mas adelante será necesario estimular la curiosidad por lo que sucede a su alrededor con el fin de motivarle a explorar el mundo. A medida que el niño va creciendo, el hambre de estímulos se hace cada vez más simbólico y va dando paso al hambre de reconocimiento, que durará toda la vida; será necesario que los adultos importantes para el niño le refuercen, le manifiesten su alegría por los esfuerzos y logros que va realizando en la aventura de crecer.
Los niños tienen también unas necesidades sociales que serán satisfechas en la medida que los adultos faciliten su autonomía, apoyen sus capacidades y les animen a ser responsables, tanto en el ejercicio de sus derechos como en el cumplimiento de sus deberes.
Por último los niños tienen derecho a creer en valores que les hagan sentirse parte de su cultura, valores colectivos que les enseñen el respeto a la vida y a los derechos humanos de todos, que integren una ética que les haga responsables de sus actos.

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