Os comentaba el inicio de la vacunación a partir de la observación del médico inglés Edward Jenner allá por el año 1796. La propia palabra «vacuna» hace referencia al origen “vacuno” de este primer método de inmunización. Y mientras el Dr. Jenner no era profeta en su tierra sí se aceptaba y extendía por toda Europa y EE.UU. El primer gran defensor y divulgador fue el francés J.L. Moreau de la Sarthe, al que siguieron otros médicos en distintos países.
En España, sólo tres años después de la publicación del trabajo de Jenner, los doctores F. Piguillem y F. Salvat i Campillo habían realizado ya alrededor de 11.000 vacunaciones en Cataluña.
Otros hechos dan cuenta de la extraordinaria acogida que tuvo la vacunación antivariólica en nuestro país: en 1803 el doctor Francisco Javier de Balmis (médico nacido en Alicante) dirigió la llamada la Real Expedición Filantrópica de la Vacuna para llevarla a los territorios españoles de ultramar. Parten de A Coruña con un grupo de 22 niños de la Casa de los Expósitos de A Coruña, niños que no habían pasado la enfermedad y que servían como reservorio: eran inoculados sucesivamente en el curso del viaje y así cada semana se les iba inyectando a dos de ellos en los brazos de las pústulas de los inoculados la semana anterior.
Hacen escala en Canarias, luego Puerto Rico y en Caracas se dividen en dos grupos, difundiendo la vacuna no solo en América sino también en Filipinas, Goa, China, y Santa Elena. Importantísima fue esta expedición en el aspecto médico, intentando mitigar los estragos que la viruela estaba provocando por aquellas tierras, como también lo fue el trabajo diplomático y la difusión que supuso. Si os interesa saber más podéis consultar la web de la Fundación Balmis.
También Carlos IV, en 1805 impone por Real Cédula que se conserve “fluido vacuno” en los hospitales y “comunicarlo a cuantos concurran a disfrutar de este beneficio y gratuitamente a los pobres”.
En 1805, algunos médicos franceses, convencidos de la utilidad del método de Jenner, aconsejan a Napoleón vacunar a sus tropas. Fue un éxito y las bajas del ejército francés por viruela fueron mínimas, en comparación con las producidas en otros ejércitos europeos. Algunos nobles franceses decidieron también vacunar a su familia, propiciando así que este avance fuera extendiéndose a otros sectores de la población.
Al ver la aceptación que sus investigaciones habían logrado fuera de Inglaterra y la rápida difusión de la vacuna antivarólica, el Dr. Jenner fue finalmente reconocido por sus colegas ingleses.
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