Queridas madres, queridos padres:
Os escribo esta carta porque ha llegado la hora de la jubilación. No era ésta la forma con la que creía que me despediría de vosotros, pensaba que lo haría en la consulta con tiempo para las palabras, el abrazo, el apretón de manos… pero ha tocado despedirme en estos tiempos raros.
Y quiero daros las gracias. Gracias por la confianza depositada en mí para cuidar a los que más queréis, gracias por el respeto y por el cariño con el que siempre me habéis tratado.
He tenido la suerte de disfrutar de una profesión maravillosa, porque trabajar con niños es lo más hermoso, es trabajar con “oro puro” como decía uno de mis maestros.
Amo la Pediatría y ejercerla en Atención Primaria, es aún más gratificante. Ser pediatra de cabecera, aunque suene un poco antiguo pero me sigue gustando, es verlos crecer, acompañaros en la crianza, es tener la mirada no solo en la enfermedad de los niños, como ocurre en urgencias o en los Hospitales, es mirarlo al completo, mirar a la familia y su entorno. Es lo que he intentado hacer, así es como he intentado ejercer la pediatría.
Ha habido también momentos amargos, aceptar lo inevitable, pero es la vida y hemos llorado juntos.
Me despido con la ilusión intacta y en Atención Primaria, os lo aseguro, no ha sido fácil. Dejo la actividad asistencial, pero seguiré ejerciendo de pediatra en otras facetas que me gustan, como este blog, una ventana abierta por la que podemos seguir comunicándonos.
Desde aquí os envío un cariñoso saludo que quiero hagáis extensivo a vuestros hijos e hijas. También un saludo a vuestros padres y madres, con los que por edad he llegado a tener mucha complicidad.
Cuidaos y disfrutad de estos años porque es una de las etapas más bonitas de la vida.
¡Un fuerte abrazo!
Isabel Rubio
Y para los más pequeños:
Mis queridos niños y niñas:
Soy Isabel, vuestra pediatra y hoy os voy a contar una historia.
Un día vino Marco, que tiene 4 años, a la consulta. Cuando se sentó en la silla delante de mí, como siempre hacéis todos, se me quedó mirando y antes de que le preguntara qué le pasaba me dijo:
- “Eres muy vieja”
- “Sí, es verdad!. Es que me he convertido en una pediatra abuelita” le contesté yo.
Marco, su madre y yo nos reímos.
Y es que las pediatras cuando se hacen abuelitas porque han tenido muchos cumpleaños y han soplado muchas velas no siguen en la consulta.
Por eso quería escribiros y contaros que cuando volváis a venir al Centro de Salud después de que pase este virus malo que nos ha tenido a todos en casa yo ya no estaré para curaros. Estoy muy enfadada con el Coronavirus porque yo quería despedirme de vosotros, de vuestras mamás, de vuestros papás, con un abrazo muy grande y por estar todo este tiempo encerrados no me he podido despedir.
Pero ¡atención!: He buscado un pediatra buenísimo que os va a encantar, que os va a cuidar como yo, que tiene muchas ganas de conoceros y que también sabe mirar la garganta sin palo o, si hace falta, lo hace con mucho cuidado. Da también pegatinas. Acordaos que sois vosotros los que tenéis que contarle lo que os pasa y luego habla la mamá, el papá o los abuelitos que os acompañan.
Me ha gustado mucho ser vuestra pediatra, siempre os portáis genial, y ahora me han dicho que en casa, desde que no vais al cole, también os estáis portado superbien. ¡Sois unos campeones!.
Y ahora, para despedirme os mando un gran abrazo invisible!.
Isabel