¡Empieza el verano!: la otitis externa

Hoy ha llegado a la consulta Rubén, un niño de 8 años, con dolor en el oído derecho. Asiste a un curso de natación y está muy enfadado porque su madre le ha dicho que si es de la piscina no podrá seguir.

Efectivamente es una otitis externa, es decir, una inflamación del conducto auditivo externo (CAE) generalmente de causa infecciosa.
Los síntomas son sobre todo el dolor, que aumenta al mover y estirar el pabellón auricular o al masticar, la sensación de no oir bien y la supuración.
El tratamiento aconsejado es, de entrada, calmar el dolor con paracetamol o ibuprofeno oral a las dosis adecuadas y de forma pautada cada 4-6 horas, sin esperar a que el dolor aparezca. Generalmente se pauta también tratamiento con gotas óticas con antisépticos o antibióticos asociados o no a corticoides.

Es importante saber aplicar las gotas:
* En primer lugar se puede colocar una gasa (no algodón) para intentar absorber la secreción que hay en el conducto.
* El niño se debe colocar tumbado y de lado (decúbito lateral) con el oído afectado hacia arriba.
* Echar la cantidad de gotas prescritas en el CAE.
* Traccionar suavemente del pabellón auricular en varias direcciones para facilitar la entrada de las gotas.
* Debe permanecer así durante 3-5 minutos.
* No poner nada para tapar el oído.
Acudir al pediatra de entrada si el niño tiene alguna enfermedad de base, lleva drenajes en los oídos o es muy abundante la secreción en CAE. También si el dolor no calma en 48 horas.


Por último, ¿qué medidas preventivas podemos adoptar?: Es recomendable el uso de tapones  (algodón impregnado en cera, silicona, polivinilo…), secar bien el oído tras el baño pero no usar bastoncillos; algunos otorrinos aconsejan la instilación de ácido bórico al 2-4% tras el baño para restablecer el ambiente ácido del CAE.

Por cierto: ¡tod@s l@s niñ@s deben saber nadar!, ¡aprovechad el verano!.

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Fotoprotección en la infancia

La radiación ultravioleta es el principal factor de riesgo para el desarrollo de cáncer de piel, y es esta radiación acumulada durante la infancia la que implica el mayor riesgo. Por eso, año tras año, al llegar a esta época volvemos a insistir en la necesidad de una correcta fotoprotección.

Llamamos fotoprotección endógena a todos aquellos mecanismos naturales de protección frente el daño celular que puede ocasionar la radiación ultravioleta y fotoprotección exógena a las acciones que podemos utilizar externamente para proteger la piel del sol, como la ropa, gafas de sol o las cremas protectoras.
¿Qué tipos de fotoprotectores hay?:
Los fotoprotectores se dividen en fotoprotectores físicos y químicos. Los químicos absorben la radiación UVA, otros absorben la UVB o ambos tipos de radiación. Los fotoprotectores físicos o pantallas minerales actúan como una barrera física, absorbiendo y dispersando la radiación ultravioleta, así como la luz visible y los infrarrojos.
Los fotoprotectores sólo son beneficiosos si se usan de forma adecuada: aplicarlos unos 30 minutos antes de la exposición solar y reaplicarlos cada 2 horas o bien tras actividades que puedan eliminarlos de la piel como el ejercicio intenso, tras nadar o secarse con la toalla.

¿Qué es el factor de protección solar (FPS)?:
El FPS es un índice que mide la capacidad protectora de un filtro frente a los efectos nocivos del sol. El número del FPS indica la relación entre el tiempo que podemos estar expuestos al sol antes de aparecer eritema solar con el fotoprotector respecto al tiempo que tardaría en aparecer sin el fotoprotector. Así un FPS de 30, por ejemplo, indica que con el filtro el eritema solar tardaría 30 veces más tiempo en aparecer que sin él.

La FDA (Food and Drug Administration de EEUU) no recomienda el uso de fotoprotectores en menores de 6 meses, por tanto a estas edades deben cubrirse con ropa. En los mayores de 6 meses se deben usar filtros de FPS > o = 25, que cubran UVA y UVB y que sean resistentes al agua y al sudor.
El papel de dermatólogos y pediatras es el de concienciar a las familias, a los niños y adolescentes, de la importancia que tiene una correcta protección frente al sol. Es necesario educar a los niños en el uso de fotoprotectores cuando practiquen actividades al aire libre lejos de los padres como por ejemplo en excursiones del colegio. Es mucha la exposición solar en la infancia, se estima que entre el 50 y el 80% del daño ocasionado por el sol que un individuo sufre a lo largo de su vida se produce durante su infancia y adolescencia; nuestra piel tiene “memoria” y almacena las sucesivas veces que hemos sometido nuestra piel a un sol excesivo.
Por último recordar otras medidas de prevención: no tomar el sol de 11 de la mañana a 4 de la tarde, exponerse al sol progresivamente y utilizar gafas solares, gorros y camisetas en caso de permanecer mucho tiempo en la playa.

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Herpes zóster en la infancia

María tiene 6 años y pasó la varicela a los 2 años. Hace dos días aparecieron unas lesiones en piel que han ido extendiéndose; su mamá le ha hecho esta foto y me la envía. Me comenta que está bien, no tiene fiebre, no le molesta la erupción que es roja con pequeñas vesículas y que se extiende “abrazando” el hemitórax.

El herpes zóster está producido por la reactivación del virus de la varicela-zóster tras una primoinfección varicelosa.
Cuando un niño pasa la varicela el virus queda acantonado y en estado de latencia en los ganglios nerviosos sensoriales. Cuando se reactiva se inicia la erupción, limitada habitualmente al dermatoma inervado por el ganglio sensoral espinal o craneal único, es decir, limitada a la zona de piel inervada por fibras nerviosas de una única raíz espinal posterior.
La evolución de las lesiones es que a lo largo de 7-10 días se conviertan las vesículas en pústulas y que se formen costras, curando definitivamente sin dejar cicatríz o a lo sumo máculas hipopigmentadas.
A veces puede haber escozor, dolor, hormigueo e incluso puede haber síntomas generales como fiebre y malestar general.
El niño con herpes zoster se considera poco contagioso pues sólo a través del contacto directo con las lesiones cutáneas puede contagiar.
¿Y qué localizaciones son más frecuentes en los niños?: el 65% suelen ser torácicos, un 13 % cervical y un 11 % lumbar, el resto se reparte entre las localizaciones craneal, sacra o diseminada. Destaca por la posiblidad de complicaciones el herpes zoster ótico y oftálmico, que son muy raros en la infancia y de evolución más favorable que en los adultos.
En cuanto al tratamiento, salvo excepciones, será sintomático: analgésicos tipo paracetamol, antihistamínicos si hay picor y medidas locales a base de soluciones antisépticas y secantes.

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Tratamiento con esteroides tópicos en la fimosis

Fimosis2

Esta es la hoja que doy para explicar la forma de aplicación de la crema y resolver la fimosis con tratamiento médico. La verdad es que resuelve la mayoría, 80-95%.

Dado que no se lee bien, copio el modo de aplicación:

1. Aplicar la crema en la parte distal del pene dos veces al día (por la mañana y antes de acostarse).

2. Al quinto día comenzar con suaves retracciones progresivas (no deben ser dolorosas).

3. La crema debe cubrir la piel y el glande que vaya quedando al descubierto.

4. Tras las retracciones volver la piel a su posición original.

5. Tras conseguir la retracción completa continuar con la crema hasta alcanzar un mes de tratamiento.

6. Es muy importante continuar con retracciones diarias (al ducharse) y una buena higiene de la zona.

Hay ocasiones en las que un mes de tratamiento es insuficiente y quedan todavía algunas adherencias. Pues bien, suspendemos el tratamiento y pasados unos meses volvemos a hacer un segundo ciclo de tratamiento tópico.

Atención sanitaria en la escuela

Leo en el último número de la revista Anales de Pediatría: Asma, educadores y escuela, un artículo de los Dres Korta Murua y López-Silvarrey Varela.

«Paulatinamente han ido emergiendo programas educativos dirigidos a los profesores y/o personal de la escuela. Hay que tener presente que, en ausencia de los padres, los profesores son las personas encargadas de cuidar y supervisar a los niños en el horario escolar, que supone para el niño hasta un 30% del tiempo, sin contar con el de las actividades extraescolares. Los docentes, en no pocas ocasiones, han de tomar decisiones sobre la actividad física, sobre las situaciones de urgencia sanitaria y sobre los tratamientos regulares a administrar mientras el alumno permanece en el centro. Aunque la prevalencia de esta patología es variable, considerado de forma global, en cada aula de 25 alumnos habría una media de 3 o 4 niños asmáticos, por lo que la mayoría de los docentes muy probablemente van a tener que enfrentarse, en un momento u otro, con estos problemas.

Desde la Fundación María José Jove, en A Coruña, surgió la iniciativa de realizar un estudio («Estudio de asma en los centros escolares españoles») para analizar los conocimientos, las actitudes y las creencias de los docentes, la transmisión de información entre familias y profesores, así como la disponibilidad de recursos organizativos y materiales en relación al cuidado de los niños con asma en los centros escolares. Se realizó en A Coruña, Badajoz, Cataluña, Granada, Madrid, Palma de Mallorca, Tenerife, San Sebastián y Valencia.
Los resultados obtenidos confirman que el nivel de conocimientos de los profesores sobre el asma es bajo y que existe una muy deficiente comunicación entre las familias y los profesores, así como la notable falta de recursos organizativos y materiales para el cuidado de los niños con asma en los centros escolares.
Estos resultados han conducido a la elaboración de unas recomendaciones de la Sociedad Española de Neumología Pediátrica para la atención de los niños con asma en los centros escolares.»

He buscado para enlazar, por si es de vuestro interés, estas recomendaciones y en la web de la Sociedad Española de Neumología Pediátrica en formato pdf: Asma en los centros escolares.

Y en otros aspectos de la relación escuela-salud hoy aparece en prensa que se ha presentado en Palma un protocolo de primeros auxilios y atencion sanitaria en los colegios. «La finalidad del documento es capacitar al profesorado para que pueda realizar una primera atención eficiente hasta que llegan los servicios de urgencia, en el caso de gravedad, o hasta que la persona responsable del alumno (padre o madre) se hace cargo de la situación, en caso de que el problema no requiera una atención urgente.»