¿Les quitamos ya las mascarillas?

Publicado hoy en el diario Información 

Vuelvo a hablar de COVID y sepan que me he resistido durante meses. El motivo es que el pasado 14 de febrero, la Asociación Española de Pediatría (AEP) publicaba un nuevo documento posicionándose con relación a la retirada progresiva de mascarillas en las escuelas. Ha sido realizado por el Grupo de Trabajo de la AEP para la Reapertura de la Escolarización y han contado con la colaboración de profesionales del Hospital Universitari Vall d’Hebron de Barcelona y de la Universitat Politècnica de Catalunya.

El calendario a seguir sería:
* Retirada de la obligatoriedad del uso de las mascarillas en exteriores para todos los alumnos y alumnas.
* Retirada progresiva de la obligatoriedad del uso de mascarillas en interiores, con un refuerzo de los protocolos de ventilación, siguiendo el siguiente orden cronológico y por grupos de edad: Primero y segundo de Primaria a partir del lunes 28 de febrero. Tercero y cuarto de primaria a partir del lunes 14 de marzo. Quinto y sexto de primaria a partir del lunes 28 de marzo. Educación Secundaria Obligatoria (ESO) a partir del lunes 25 de abril. Bachillerato a partir del lunes 9 de mayo.

También se insiste en continuar fomentando la vacunación contra la COVID-19, sobre todo entre los menores de 12 años. Respecto a las cuarentenas: restringir la obligatoriedad a 7 días; únicamente a aquellos niños confirmados positivos, eliminando todas las recomendaciones actuales.

Veamos las razones que han llevado a estas propuestas:
En primer lugar asistimos a un cambio en el manejo de la pandemia en nuestro país. Con la menor virulencia de la variante ómicron y la elevada cobertura vacunal se propone “normalizar la transmisión”. Los esfuerzos se centrarán en proteger a los más vulnerables y en detectar de forma ágil brotes, cambios en las tendencias epidemiológicas y cambios en el comportamiento del virus o de las variantes que puedan aparecer.

En segundo lugar la población infantil, afortunadamente, ha enfermado de forma leve o con infecciones asintomáticas y urge retirar las mascarillas a niños y niñas. Logopedas y pediatras hemos alertado de la repercusión negativa de su uso para el aprendizaje, el lenguaje, las relaciones y la socialización. Si desde el 10 de febrero ya no es obligatorio para todos llevarla en exteriores y sólo recomendable en aglomeraciones, no podemos mantenerla en los patios de los colegios.

En tercer lugar sabemos, a estas alturas, que la capacidad de infectar de la población infantil sigue un patrón edad-dependiente, es decir, va aumentando progresivamente con la edad. Como el uso de mascarillas solo es obligatorio a partir de los 6 años, podemos comparar el riesgo de infección entre los que no usan mascarillas (educación infantil) y los que sí (educación primaria). Sobre todo en la comparación P5 (sin mascarilla) y 1º Primaria (con mascarilla) que son casi similares en edad, “la transmisión en P5 debería ser claramente superior si las mascarillas fuesen el principal factor que mitiga la transmisión, hecho que no se observa en nuestro análisis”. Por todo esto realizar en las escuelas una desescalada más rápida de mascarillas en interiores y monitorizar el impacto, nos puede servir «como espejo para el resto de la sociedad” cuando la situación epidemiológica lo permita.

Es necesario destacar el cumplimiento de las medidas frente a la COVID-19 en los centros docentes de nuestro país; escolares, docentes y familias han sido un ejemplo. Por lo bien que lo han hecho se ha podido realizar un registro de datos de lo ocurrido en nuestros colegios en estos dos años y nos permite plantear ahora estas medidas, que deben ir unidas a una monitorización estrecha del impacto de esta desescalada.

Acceso al documento completo: Posicionamiento de la AEP con relación a la retirada progresiva de mascarillas en las escuelas.

Juntos por una Internet mejor

Publicado en el diario Información 

El pasado 8 de febrero se celebró en todo el mundo el Día de Internet Segura. Este año, con el lema “Juntos por una Internet mejor”, pone el foco en la seguridad y en el uso responsable.

No puedo dejar pasar esta oportunidad para reflexionar sobre cómo estamos educando en el uso de las pantallas. Hoy por hoy recae totalmente en padres y madres la responsabilidad de educar, de guiar a sus hijos e hijas en el buen uso de las Tecnologías de la Información y la Comunicación (TIC). No podemos mirar a otro lado, las pantallas están aquí y son otro aspecto en el que tenemos que educar.

Para educar hay que implicarse, sentirnos responsables de la educación, ser coherentes, comprometernos… por tanto hay que dedicarle tiempo. Y en la educación en el buen uso de las TIC obliga además a formarnos; requiere una puesta al día constante para acompañar a nuestros hijos e hijas. No podemos permitirnos dejarlos huérfanos en este terreno, sin nadie que les guíe y proteja.

¿Cuándo empezamos la educación en las TIC?
Educamos desde que nacen. En la medida en que se sientan queridos incondicionalmente, que atendemos sus necesidades, estaremos cimentando la autoestima. Después vamos educando en valores y en habilidades para la vida. Todo lo que hagamos valdrá para la vida digital, porque la vida digital es real. Y educamos con cariño y normas, ejerciendo una autoridad afectiva.

Es un tema amplio, por eso me centraré en los primeros años de vida.
Aunque hace falta más investigación, los estudios realizados hasta ahora hablan del impacto que la exposición a pantallas tiene en la primera infancia. En un estudio realizado con 2400 niños y niñas canadienses a los que se siguió desde el nacimiento hasta los cinco años, mostró que cuanto mayor era el tiempo pasado delante de pantallas, más retraso en alcanzar hitos del desarrollo; se valoraban cinco aspectos: comunicación, habilidades motoras, resolución de problemas y habilidades sociales. Lo vamos viendo en consulta. Y hay más: mientras los beneficios del uso de pantallas a edades tempranas son muy limitados, el riesgo de adicción es alto. Un problema en aumento.

Desde bebés el móvil, la tablet, el ordenador o la televisión forman parte de su paisaje cotidiano y a menudo, pasan tiempo ante sus pantallas. La voz de los expertos aconseja retrasar al máximo su uso; el niño pequeño debe interactuar con el adulto y sus iguales, va aprendiendo el mundo en esas relaciones, en el contacto con el mundo real; debe aprender que todo no es inmediato y a manejar tiempos de espera.

Las recomendaciones sobre el tiempo de pantalla que hacen juntos los Ministerios de Sanidad y Educación son: no uso de pantallas en menores de 2 años. Limitar a menos de una hora al día hasta los 4 años, con contenidos adecuados al nivel de desarrollo, programación de alta calidad y con el adulto presente, que sea un tiempo compartido para ayudarles a discernir lo que están viendo. La OMS también recomienda nada de pantallas en menores de 2 años y un máximo de una hora al día entre los 2 y 5 años.
La Academia Americana de Pediatría de Estados Unidos recomienda evitar el uso de pantallas para los menores de 18 meses, salvo para “comunicarse” con familiares que están lejos. Entre 18 y 24 meses uso siempre en compañía de los padres. Entre 2 y 5 años una hora al día de contenidos de calidad. La Asociación de Pediatría Canadiense habla más acertadamente de “consumo de medios digitales”: No consumo de pantallas en menores de 2 años. Iniciarles, en tiempo compartido con el adulto, en el entretenimiento-aprendizaje, porque a estas edades ambas cosas van unidas. Nunca una hora antes de irse a la cama.

Siendo los padres y madres responsables de esta crianza digital, también es necesario aumentar la conciencia social y política respecto al uso de las TIC en menores, legislar para proteger a la población infantil y juvenil, la más vulnerable y exigir un comportamiento ético a la industria.

Para terminar os dejo el Decálogo para un Buen uso de las Tecnologías de la Información y la Comunicación de la Asociación Española de Pediatría de Atención Primaria.

¿Cuándo surgen los problemas de alimentación en la infancia?

Publicado hoy en el diario Información

Una parte importante del trabajo de un pediatra en Atención Primaria es lo que llamamos puericultura, etimológicamente sería cuidado del niño. En los últimos años parece que se impone hablar de “acompañamiento en la crianza” y hemos pasado a hacerla en equipo: matrona, enfermera y pediatra.
En este “acompañar” ocupa un lugar importante el asesoramiento en la alimentación. Empezamos por el trabajo de matronas en la preparación al parto, en las primeras consultas tras el nacimiento y en los talleres de lactancia. Después, a lo largo de los controles del Programa de Salud Infantil, enfermeras y pediatras dedicamos un tiempo a asesorar en la alimentación.

Haciendo un recorrido por los primeros años hay determinados tiempos que hay que atender con especial cuidado. Hoy me limitaré a señalar esos momentos sin detenerme demasiado.

Los primeros días de vida son una vorágine emocional, física, un curso intensivo de aprendizaje, de adaptación… para la madre y para el recién nacido. Si la decisión de la madre es iniciar una lactancia materna hay que acompañar especialmente estos primeros días por si hay dificultades, porque pasadas apenas dos semanas, y una vez instaurada la lactancia, el camino será gratificante para ambos.

A partir de ahora los momentos vulnerables serán los tiempos de cambio y para transitarlos necesitamos darle y darnos un tiempo para la adaptación a la nueva forma de alimentarse.
En los primeros meses, a veces, hay que suspender la lactancia materna y pasar a biberón. Éste será el siguiente cambio para algunos. Apliquemos lo dicho.

Otro momento importante es el inicio de la alimentación complementaria, cuando empezamos a ofrecerle otros alimentos distintos a la leche. Suele ser alrededor de los seis meses.
Se haga BLW (del inglés “baby-led weaning” o alimentación complementaria dirigida por el bebé) o con papillas, de los 6 a los 12 meses habrán muchos cambios. Si hasta ahora se alimentaba succionando en un continuo chupar-tragar hasta que se saciaba, ahora lo hará de otro modo: se lleva directamente alimentos a la boca o, lo más habitual, le llega el alimento con la cuchara. Alimentarse así es un cambio importante, no sólo la cuchara es un elemento nuevo en la boca, es también un tiempo de espera a que llegue la siguiente cucharada y si está tranquilo es porque confía en nosotros y sabe que le daremos alimento hasta que se sacie. Paulatinamente introduciremos frutas, verduras, carnes, pescados, legumbres… e irán cambiando sabores y texturas.
Y se inicia también en estos meses el camino a la autonomía: comerá sentado, beberá solo, se llevará primero con sus manos y después con la cuchara la comida a la boca… hasta ser capaz de comer solo.
En esta sucesión de cambios volvemos a tener presente que necesitamos tiempo para la adaptación, que respetamos su ritmo, que mantenemos una actitud serena al ofrecer el alimento y estimulamos la autonomía. Es una etapa importante de aprendizaje en la que se establecerá, dependiendo de lo que hagamos, una relación más o menos sana con la comida.

Queda un último momento que señalar: sobre los dos años se enlentece la ganancia ponderal y comerá menos, que unido a la etapa del “No” por la que atraviesa, hace de esta edad un tiempo dificultoso a la hora de educar. Efectivamente las cantidades que ingiere ahora son a veces menores que las que comía hace sólo unos meses y se niega a comer o se niega a probar determinados alimentos, como se niega a vestirse o recoger los juguetes.
A todo lo dicho añadiré ahora que necesitamos conocer la etapa que está viviendo para entenderla y respetarla, una etapa en la que es normal que las cantidades que come sean muy variables, irá a días; que el acto de comer es una más de las actividades diarias en las que educamos y sobre todo no olvidemos que la comida es un acto placentero.

¿Se puede prevenir la alergia alimentaria?

Publicado en el diario Información

La alergia alimentaria es una reacción exagerada del sistema inmunitario tras haber ingerido un determinado alimento. Ese alimento, por sí mismo, es inofensivo para las personas no alérgicas. Tampoco depende de la cantidad de alimento que se ingiere, cantidades mínimas provocarán la reacción. Puede aparecer a cualquier edad, aunque es más frecuente en los primeros años de vida.

¿Qué manifestaciones clínicas tiene la alergia alimentaria? Suele iniciarse a los 30-60 minutos de ingerir el alimento y los síntomas son muy variados, desde problemas de piel como picor, urticaria, hinchazón de labios y/o párpados, vómitos, diarrea… hasta síntomas más graves como
dificultad al respirar o shock anafiláctico.

Antes de continuar es necesario aclarar que alergia alimentaria no es lo mismo que intolerancia. En las intolerancias alimentarias no está involucrado el sistema inmunitario, por tanto el cuerpo no siente que está siendo atacado y en consecuencia los síntomas, aunque pueden ser parecidos, son de menor gravedad. En las intolerancias sí influye la cantidad de alimento ingerido: a más cantidad de alimento, más intensas son las manifestaciones clínicas.

¿Qué alimentos son los más frecuentemente responsables de las alergias? En los niños y en nuestro medio son el huevo, la leche de vaca, el pescado, los frutos secos, los mariscos, las legumbres, los cereales, algunas frutas y algunas especias.

¿Podemos prevenirlas? Recientemente la Academia Europea de Alergología e Inmunología Clínica ha actualizado sus recomendaciones para la prevención del desarrollo de alergias alimentarias en lactantes y niños pequeños.
Entre estas nuevas recomendaciones destacan:
* La introducción del huevo cocido, en cantidad de medio huevo o un huevo pequeño 2 veces por semana, entre los 4 y los 6 meses de edad. Aunque se hable de introducción de huevo en este intervalo, seguimos recomendando mantener la lactancia materna exclusiva hasta los 6 meses.
* Evitar, en bebés alimentados con lactancia materna, la suplementación con fórmula con proteína de leche de vaca durante la primera semana de vida. En los casos en los que se precise suplemento en este periodo de tiempo se propone hacerlo con leche materna donada, fórmula hidrolizada o fórmula elemental. A partir de la primera semana no hay contraindicación ni mayor riesgo de alergia si se utiliza este tipo de fórmula.
* Evitar usar fórmulas de soja en los primeros 6 meses de vida ya que contiene alto contenido en fitatos, aluminio y fitoestrógenos.
* No evitar alimentos potencialmente alergénicos durante el embarazo y la lactancia. No se ha demostrado que se reduzcan las alergias alimentarias cuando las mujeres los evitan. De hecho, la restricción dietética puede ser perjudicial tanto para la madre como para el niño ya que puede causar déficits nutricionales.

Cuando ya sabemos los alimentos a los que se es alérgico, la única manera de prevenir es evitar el consumo del alimento que provoca la reacción. Es clave conocer la composición de los alimentos que se van a ingerir, de ahí la necesidad de etiquetados claros. Nos obligará siempre a leer los ingredientes que constan en la etiqueta si queremos evitar cualquier susto.

En la normativa de la Unión Europea existen en la actualidad un total de 14 alérgenos reconocidos: cacahuetes, frutos secos de cáscara, soja, mostaza, huevos, altramuces, leche, pescado, cereales que contengan gluten, sésamo, apio, dióxido de azufre y sulfitos, moluscos y crustáceos. Los fabricantes de los alimentos comercializados en la Unión tienen la obligación de incluirlos en su etiquetado de manera destacada. Los científicos de la Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria y de la Agencia Española de Seguridad Alimentaria y Nutrición asesoran en la legislación del etiquetado de alimentos, garantizando que los envases y la publicidad presenten la información precisa.

Por último, estar atentos cuando se coma fuera de casa, solicitando los ingredientes de cada plato e informando de la alergia. En casa, cocinar para todos los miembros de la familia prescindiendo del alimento; si no es posible, extremar las medidas usando utensilios exclusivos o evitando que esté en la cocina, pues a veces la inhalación del alimento puede desencadenar también la reacción.

Otra vuelta al cole con mascarilla

Empieza el curso escolar. Otro curso más transitado por la pandemia.
Vuelven a abrir las escuelas, colegios e institutos con mascarillas, geles, distancia… pero con la ventaja de la experiencia del curso anterior y la vacunación completa de los adultos y buena parte de los adolescentes. Por otro lado, en negativo, tenemos unas condiciones epidemiológicas con una incidencia superior a la deseable, que va descendiendo muy lentamente, y la variante Delta circulante de alta contagiosidad.

Llevamos ya mucho recorrido. Hemos ido adaptándonos y atrás quedan las incertidumbres y los miedos que toda la comunidad educativa tuvo que gestionar en el inicio del curso pasado.
Las medidas tomadas funcionaron, por eso mantenerlas sería lo más prudente.

Como recomienda la Asociación Española de Pediatría, desde el punto de vista preventivo, no deben suprimirse ninguna de las medidas tomadas el curso pasado. Se ha de seguir la vigilancia y monitorización estricta de las infecciones en las escuelas. Las mascarillas obligatorias en los mayores de 6 años. Ventilar, ventilar y ventilar los espacios cerrados. Continuar las medidas de limpieza e higiene adicionales. Mantener los grupos burbuja del menor número posible para disminuir la interacción generalizada y garantizar una buena trazabilidad de los casos positivos y sus contactos. Cualquier persona enferma (escolar, personal docente o no docente) no debe acudir a la escuela y si hay sospecha de estar infectada por el SARS-CoV-2 debe descartarse o confirmarse antes de su incorporación. Si lo está, deberá completar el aislamiento.
Es importante también que todo el personal que trabaja en la escuela, docente y no docente, esté vacunado frente a la COVID.

Pero la realidad con la que nos encontramos mayoritariamente en Infantil y Primaria es la vuelta a las ratios prepandemia. La dotación de profesorado de apoyo ha disminuido en las escuelas y no permite mantener las ratio del curso pasado.
La bajada de ratios no sólo era una medida “preventiva” importante por lo que supone de limitación del número de contactos, es también una mejora educativa. Y las mejoras que la pandemia ha traído a la escuela deben quedarse.
Que se lograra el curso pasado bajar ratios con refuerzos de plantilla docente o la sustitución del personal de baja laboral no dejan de ser aspectos básicos de un sistema educativo de calidad.

Hemos aprendido mucho en este tiempo de pandemia y lo aprendido se ha incorporado a nuestras vidas, a nuestros centros educativos. La mejora de los hábitos de higiene, la ventilación de los espacios o el aumento de actividades al aire libre han hecho más saludable nuestra escuela. Siempre hemos recomendado que si un niño o niña enferma no debe acudir al cole; en primer lugar porque precisará una atención que la escuela no puede darle, pero también por respeto a sus compañeros, para evitar el contagio. Ahora lo tenemos todos asumido, no podemos poner en riesgo a otros, y esto vale para todas las enfermedades infecciosas.
Incluso las entradas escalonadas, que permiten una recepción más personalizada, me parecen más saludables. Como saludable es que los niños y niñas coman en pequeños grupos, en un ambiente tranquilo y no en grandes comedores con un ambiente ruidoso y poco agradable. Los refuerzos de monitores de comedor lo hicieron posible.
Lo mismo ocurre con la mejora en la limpieza de escuelas e institutos por el aumento de personal el pasado año.

En resumen: Todas las actuaciones sanitarias y pedagógicas que mejoran la calidad de nuestro sistema educativo deben quedarse. No perdamos esta oportunidad de mejora. Es necesario exigirla a nuestras autoridades.
Dicho ésto, demos la bienvenida al nuevo curso. Iniciemos la andadura con la serenidad y la confianza del camino ya recorrido, con el compromiso, la ilusión y el optimismo que exige el hermoso oficio de educar.

Afloran los problemas de salud mental tras la bajada de la marea COVID

Empiezan a sonar voces de alarma ante el aumento de consultas por problemas de salud mental en la población infanto-juvenil.
No es solo una impresión de los profesionales. Los primeros datos que empiezan a publicarse muestran un aumento de síntomas relacionados con cuadros depresivos, ansiedad, trastornos de la conducta alimentaria o conductas autolesivas.

En los primeros meses de pandemia, durante y tras el confinamiento, los pediatras estuvimos muy atentos a la repercusión que aquellos días tan duros para todos, tendrían en los más jóvenes.
Lo que observamos fue que, en general, niños y niñas estaban bien, algunos incluso mas contentos al estar mucho tiempo con sus padres; incluso los adolescentes se habían adaptado bastante bien, probablemente al disponer de muchas horas para estar conectados. Pero en las familias con problemas estaban peor, éstos se habían agravado. La situación me recordó el inicio de la novela de Ana Karenina “todas las familias felices se parecen unas a otras, pero cada familia desgraciada lo es a su manera”.

La pandemia continuó, un largo curso escolar arrastrando incertidumbres, miedos, bombardeo informativo, medidas de distanciamiento, apenas vida social, escolarización semipresencial, abuso de pantallas, falta de rutinas, alimentación menos saludable, ritmos irregulares de sueño… en algunos el estrés de la enfermedad propia, de personas queridas, incluso la pérdida de alguien cercano, o problemas familiares, económicos o de otro tipo.
Así que comenzaron a aparecer síntomas como apatía, insomnio, falta de concentración o miedos excesivos.

Progresivamente tras el tsunami vivido se dejan ver los destrozos, las consecuencias psicológicas en nuestra población más vulnerable.
Han aumentado las consultas en atención primaria y las urgencias psiquiátricas infanto-juveniles por cuadros depresivos, ansiedad, somatizaciones, trastornos obsesivo-compulsivos, autolesiones, intentos de suicidio o trastornos de la conducta alimentaria. Hay indicios también de que se ha incrementado la violencia sobre los menores.

¿Qué ha pasado con el consumo de alcohol, cannabis y otros tóxicos?. Como es de suponer disminuyó en un principio para volver de nuevo a la situación prepandémica. Otro tema importante es el aumento de las adicciones a videojuegos y pantallas, un problema ya existente que se ha agravado.

Es necesario poner los medios para atajar la situación. La Sociedad de Psiquiatría Infantil y la Asociación Española de Pediatría han planteado una serie de medidas para reducir el impacto psicológico de la pandemia en niños, niñas y adolescentes. Entre estas medidas están:
* Mejorar los sistemas de coordinación entre los pediatras de atención primaria y las Unidades de salud mental infantil, así como la accesibilidad a éstas.
* Garantizar la incorporación completa al colegio para todas las edades.
* Fomentar las actividades de ocio y muy especialmente las deportivas.
* Agilizar la vacunación en la población pediátrica, lo que permitiría reducir los contagios en esta edad, facilitando el contacto social y evitando cuarentenas. Normalizando, en definitiva, su vida.
* Aumentar el número de especialistas en psiquiatría infantil (por cierto, especialidad aún no reconocida) y psicología infantil.
* Aprobar e implementar la Ley de prevención del suicidio, con apartados específicos para adolescentes. El suicidio es la segunda causa de muerte en jóvenes entre 15 y 29 años.
* Implantar programas de promoción de la salud mental, prevención y detección temprana de la enfermedad mental.

Hay que hacer un esfuerzo para atender adecuadamente a niños, niñas y adolescentes, porque la demora hará que los problemas se cronifiquen.