Fotoprotección en la infancia

La radiación ultravioleta es el principal factor de riesgo para el desarrollo de cáncer de piel, y es esta radiación acumulada durante la infancia la que implica el mayor riesgo. Por eso, año tras año, al llegar a esta época volvemos a insistir en la necesidad de una correcta fotoprotección.

Llamamos fotoprotección endógena a todos aquellos mecanismos naturales de protección frente el daño celular que puede ocasionar la radiación ultravioleta y fotoprotección exógena a las acciones que podemos utilizar externamente para proteger la piel del sol, como la ropa, gafas de sol o las cremas protectoras.
¿Qué tipos de fotoprotectores hay?:
Los fotoprotectores se dividen en fotoprotectores físicos y químicos. Los químicos absorben la radiación UVA, otros absorben la UVB o ambos tipos de radiación. Los fotoprotectores físicos o pantallas minerales actúan como una barrera física, absorbiendo y dispersando la radiación ultravioleta, así como la luz visible y los infrarrojos.
Los fotoprotectores sólo son beneficiosos si se usan de forma adecuada: aplicarlos unos 30 minutos antes de la exposición solar y reaplicarlos cada 2 horas o bien tras actividades que puedan eliminarlos de la piel como el ejercicio intenso, tras nadar o secarse con la toalla.

¿Qué es el factor de protección solar (FPS)?:
El FPS es un índice que mide la capacidad protectora de un filtro frente a los efectos nocivos del sol. El número del FPS indica la relación entre el tiempo que podemos estar expuestos al sol antes de aparecer eritema solar con el fotoprotector respecto al tiempo que tardaría en aparecer sin el fotoprotector. Así un FPS de 30, por ejemplo, indica que con el filtro el eritema solar tardaría 30 veces más tiempo en aparecer que sin él.

La FDA (Food and Drug Administration de EEUU) no recomienda el uso de fotoprotectores en menores de 6 meses, por tanto a estas edades deben cubrirse con ropa. En los mayores de 6 meses se deben usar filtros de FPS > o = 25, que cubran UVA y UVB y que sean resistentes al agua y al sudor.
El papel de dermatólogos y pediatras es el de concienciar a las familias, a los niños y adolescentes, de la importancia que tiene una correcta protección frente al sol. Es necesario educar a los niños en el uso de fotoprotectores cuando practiquen actividades al aire libre lejos de los padres como por ejemplo en excursiones del colegio. Es mucha la exposición solar en la infancia, se estima que entre el 50 y el 80% del daño ocasionado por el sol que un individuo sufre a lo largo de su vida se produce durante su infancia y adolescencia; nuestra piel tiene “memoria” y almacena las sucesivas veces que hemos sometido nuestra piel a un sol excesivo.
Por último recordar otras medidas de prevención: no tomar el sol de 11 de la mañana a 4 de la tarde, exponerse al sol progresivamente y utilizar gafas solares, gorros y camisetas en caso de permanecer mucho tiempo en la playa.

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Herpes zóster en la infancia

María tiene 6 años y pasó la varicela a los 2 años. Hace dos días aparecieron unas lesiones en piel que han ido extendiéndose; su mamá le ha hecho esta foto y me la envía. Me comenta que está bien, no tiene fiebre, no le molesta la erupción que es roja con pequeñas vesículas y que se extiende “abrazando” el hemitórax.

El herpes zóster está producido por la reactivación del virus de la varicela-zóster tras una primoinfección varicelosa.
Cuando un niño pasa la varicela el virus queda acantonado y en estado de latencia en los ganglios nerviosos sensoriales. Cuando se reactiva se inicia la erupción, limitada habitualmente al dermatoma inervado por el ganglio sensoral espinal o craneal único, es decir, limitada a la zona de piel inervada por fibras nerviosas de una única raíz espinal posterior.
La evolución de las lesiones es que a lo largo de 7-10 días se conviertan las vesículas en pústulas y que se formen costras, curando definitivamente sin dejar cicatríz o a lo sumo máculas hipopigmentadas.
A veces puede haber escozor, dolor, hormigueo e incluso puede haber síntomas generales como fiebre y malestar general.
El niño con herpes zoster se considera poco contagioso pues sólo a través del contacto directo con las lesiones cutáneas puede contagiar.
¿Y qué localizaciones son más frecuentes en los niños?: el 65% suelen ser torácicos, un 13 % cervical y un 11 % lumbar, el resto se reparte entre las localizaciones craneal, sacra o diseminada. Destaca por la posiblidad de complicaciones el herpes zoster ótico y oftálmico, que son muy raros en la infancia y de evolución más favorable que en los adultos.
En cuanto al tratamiento, salvo excepciones, será sintomático: analgésicos tipo paracetamol, antihistamínicos si hay picor y medidas locales a base de soluciones antisépticas y secantes.

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El dolor de espalda en los niños


Días pasados se publicaba un especial Salud de la Espalda en el periódico Información con el que colaboro, en esta ocasión con el siguiente artículo:

La incidencia del dolor de espalda aumenta a partir de los 10 años. Se estima que en España, a los 15 años, más del 50% de los niños y casi el 70% de las niñas ha padecido alguna vez en su vida dolor de espalda.

Por ello, durante el pasado curso escolar, los Dres José-Ricardo Ebri (Especialista en Traumatología y Ortopedia, Director del Instituto Valenciano de Ortopedia Infantil) y Antonio Sabater (Prof. Titular de  Salud Pública de la Facultad de Medicina de Valencia), con la colaboración del Dr. Ignacio Manrique (Especialista en Pediatria), realizaron un estudio para conocer la magnitud del dolor de espalda en los escolares valencianos. Los resultados de dicho estudio aparecen en la web de la Sociedad Valenciana de Pediatría:

Se realizaron 4550 encuestas a alumnos entre 10 y 16 años.

En los resultados del estudio llama la atención que responden tener molestias en la espalda nada menos que el 62.2% de las chicas y el 37.7% de los chicos, pero sólo a un 20% les impide la práctica deportiva y un 4% ha tenido que dejar sus actividades escolares. El diagnóstico más frecuente es la contractura muscular.

En las conclusiones reflejan la necesidad de diferenciar entre molestia ocasional y dolor y no darle mayor importancia a esas molestias ocasionales que no interfieren en la vida cotidiana de los chicos; por el contrario, ante el dolor persistente y si además impide las actividades escolares y deportivas, aconsejan acudir al especialista para llegar a un diagnóstico.

También refleja el estudio que un 37% está mal sentado durante el horario escolar y que el mobiliario tampoco es el adecuado para la estatura actual de nuestros escolares. Inciden en la necesidad de educar en la higiene postural, tanto a la hora de dormir, colchón y almohadas adecuados, como al estar sentados, ante el ordenador, consolas…y adecuar el mobiliario escolar a la talla de cada niño.

En cuanto al polémico tema de las mochilas, concluyen que no hay relación entre el peso de las mochilas y las molestias de espalda, debido al corto espacio de tiempo y distancia que las llevan. Es necesario instruir en el uso correcto de éstas: llevar la mochila en la parte superior de la espalda, centrada con los dos tirantes y que sea adecuada a la talla del niño; si no es así es posible que puedan producir molestias.

Y terminan con una frase: Hay que fortalecer la espalda del escolar y no ablandarla.

Sin embargo, por consenso, la comunidad científica internacional recomienda que la carga que el niño transporte no exceda el 10% de su peso corporal. Y también hay acuerdo unánime en que la mejor prevención es fomentar el ejercicio físico desde la infancia, es necesario potenciar la tonificación muscular del niño con la práctica deportiva.

Y para terminar, la Organización Médica Colegial y la Fundación Kovacs realizaron el pasado septiembre una campaña para la prevención del dolor de espalda entre los escolares apoyada por el cuento “El lumbago de Juan”, diseñado y dibujado por el ilustrador Adolfo Arranz y centrándose en la importancia del ejercicio físico en la infancia. La publicación, sencilla y divertida, se ha distribuido gratuitamente en todas las consejerías de Sanidad y Educación entre los niños de 6 y 8 años durante el curso académico 2010/ 2011 y, además, está disponible para todas aquellas personas interesadas a través de la Web de la Espalda (www.espalda.org).

 

Aprendiendo más sobre la fiebre

Esta semana han acudido a consulta 196 niños, la mayoría por fiebre.

Creo necesario repasar este tema porque el manejo del niño febril es básico, es una situación que vais a vivir con frecuencia, sobre todo los primeros años de vuestr@ hij@.

La palabra fiebre procede del latín febris, que significa calentar y es el aumento de la temperatura corporal por encima de lo normal. ¿Y qué temperatura es la normal?: entre 35 y 37 ºC en axila pues a lo largo del día la temperatura cambia, es menor a primera hora del día y aumenta aproximadamente un grado entre las 16 y 18 horas.

Temperatura normal: 35-37 ºC axilar
Hasta 38ºC axilar hablamos de febrícula.
Por encima de 38ºC hablamos de fiebre.

El ser humano es homeotermo, es decir, mantenemos la temperatura corporal dentro de unos límites estables. ¿Y cómo se regula la temperatura corporal?, es un proceso complejo (termorregulación) que intentaré simplificar:
En nuestro cerebro tenemos “dos centros de operaciones” formados por neuronas: un “centro de refrigeración” y que actúa cuando aumenta la temperatura corporal y un “centro de calentamiento” y que es el encargado de aumentar la temperatura, es decir, el que interviene directamente en la producción de fiebre.
A estos centros llega información de “receptores” que tenemos en la piel y avisan si hace frío o calor en el exterior y de otros “receptores” internos.
Un ejemplo: Es verano y hace calor, los receptores de la piel informan al centro de operaciones y el centro de refrigeración manda órdenes para que sudemos y así mantenemos la temperatura corporal estable.
En el caso de la fiebre lo que ocurre es que las bacterias o los virus que han entrado al organismo estimulan la producción de sustancias pirógenas (del griego pyr-, fuego y -geno, producir) que activan el centro de calentamiento. Existen también sustancias pirógenas producidas en el organismo por grupos celulares, por eso también la fiebre puede aparecer en procesos tumorales, inflamatorios o traumáticos.
Pero volviendo a la fiebre, cuando llegan las sustancias pirógenas al centro del calentamiento, activan una cascada de reacciones que provocan que se altere el punto de ajuste, quedando “ajustado” a una temperatura superior a la normal y por tanto mandará las órdenes para que aumente la temperatura corporal; es decir sigue funcionando bien el centro de operaciones, sólo que tiene “la orden” de mantener la temperatura más elevada.

La fiebre tiene una serie de efectos sobre el organismo: aumenta la frecuencia cardiaca (unos 9 latidos/minuto por cada grado de aumento de temperatura), aumenta la frecuencia respiratoria, la piel puede estar pálida y fría cuando inicia el ascenso y después caliente y rubicunda. Puede provocar cefalea, somnolencia, delirio y, en algunos niños entre los 6 meses y 5 años, convulsiones febriles. Hay más riesgo de deshidratación, sobre todo en lactantes, al haber pérdidas insensibles por el aumento de la frecuencia respiratoria y por la piel. Puede acompañarse también de malestar general, pérdida de apetito…pero el objetivo de la fiebre es la estimulación de nuestros sistemas defensivos frente a los gérmenes que nos han invadido, frena el crecimiento bacteriano y vírico, por tanto el tratamiento antitérmico puede interferir con el papel beneficioso de la fiebre durante la enfermedad.

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Ptiriasis Rosada

La Ptiriasis Rosada es una erupción de la piel que afecta a niños y adultos jóvenes, sobre todo entre 10 y 35 años.
Es bastante frecuente y especialmente en los meses de otoño e invierno.

Se caracteriza porque primero suele aparecer una lesión redondeada y rojiza, llamada placa heráldica, posteriormente aparecen en el cuerpo, brazos y piernas otras lesiones parecidas pero más pequeñas y van apareciendo en brotes sucesivos a intervalos de cada 2 o 3 días a lo largo de 7-10 días. Es menos frecuente que las lesiones continúen desarrollándose durante varias semanas. No suele afectar a cara, aunque a veces aparece alguna en mejillas. Las lesiones en las palmas de las manos son excepcionales, pero posibles, al igual que sucede con las lesiones orales. Excepcionalmente puede haber lesiones en la vulva. Puede haber prurito moderado.

Es una enfermedad aguda, autolimitada, es decir, desaparece por sí sola en el plazo de unas 3-6 semanas aunque ocasionalmente puede tardar más tiempo, hay quien la llama la enfermedad de los 40 días. Al desaparecer puede dejar hiper o hipopigmentación que se resuelve con el tiempo.

En un 2% puede haber un segundo brote tras intervalos de meses o años.

La causa es desconocida, NO es contagiosa, pero se sospecha un agente infeccioso.

Esta erupción puede irritarse cuando aumenta la temperatura corporal, por lo que es aconsejable ducharse con agua no muy caliente y evitar el ejercicio intenso. El sol mejora esta dermatitis pero se desaconseja tomarlo por la posibilidad de inducir manchas en las zonas donde había placas.

Se le conoce también con el nombre de Ptiriasis Rosada de Gibert o simplemente “Rosada”.

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