Sí al uso prudente de los antibióticos

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Los antibióticos son medicamentos, sustancias químicas, capaces de matar a bacterias o bien impedir que éstas se reproduzcan. Son por tanto un poderoso aliado de nuestras defensas para combatir las infecciones bacterianas. Literalmente el término antibiótico significa «contra la vida” o “que se opone a la vida”; en realidad se opone a la vida de los microbios, contra los microbios.
Un antibiótico determinado puede ser eficaz contra un sólo tipo de bacteria o contra varias. Es decir, cada antibiótico es un “arma” frente a una o varias “familias” de bacterias, no contra todas.

Ahora nos cuesta pensar en lo que ocurría en la era anterior a los antibióticos. Desde que el científico británico Alexander Fleming descubriera la penicilina en la década de 1920, su uso ha salvado muchas vidas. Empezando por la de los soldados de la Segunda Guerra Mundial que fueron tratados con ella para curar las infecciones por heridas o las neumonías. Años después Fleming recibía el Premio Nobel de Medicina.

Con la penicilina comienza la era de los antibióticos. Tras ese primer descubrimiento la industria farmacéutica ha ido descubriendo muchos otros. Los antibióticos han supuesto un gran avance en la lucha de la humanidad frente a las enfermedades infecciosas. También en veterinaria. Pero un uso excesivo e indebido acarrea que los gérmenes se vayan haciendo resistentes a ellos y que cada vez sean menos eficaces.

Pero ¿qué es la resistencia a los antibióticos? Se dice que una bacteria ha desarrollado resistencia cuando un antibiótico que hasta ahora la drestruía o detenía su crecimiento pierde esa capacidad y por tanto ya no es eficaz. Hay que usar entonces otro antibiótico más potente que a su vez, al usarlo con más frecuencia y/o de forma indebida, llegará también a ser ineficaz porque la bacteria se hará resistente a él. Esta escalada con “armas” cada vez más potentes y bacterias cada vez más difíciles de combatir, es uno de los retos a los que nos enfrentamos hoy y se agravará en un futuro.
La fármacorresistencia es un problema que se ha acelerado en todo el mundo a causa de varios factores, entre ellos el uso excesivo de medicamentos en los seres humanos, en la ganadería y la agricultura.

Por todo esto cada año, desde el 2008, se celebra el Día Europeo para el Uso Prudente de los Antibióticos, una iniciativa impulsada por el Centro Europeo para la Prevención y el Control de las Enfermedades (ECDC por sus siglas en inglés). Su objetivo es concienciar de los riesgos asociados al uso indebido de los antibióticos y realizar un llamamiento al consumo responsable, tanto en salud humana como en sanidad animal.
Y este Día Europeo, 18 de noviembre, se celebra en colaboración con la Semana mundial de concienciación sobre el uso de los antibióticos que promueve la Organización Mundial de la Salud, del 18 al 24 de noviembre. El objetivo también es sensibilizar sobre la resistencia a los antimicrobianos a nivel mundial y fomentar las mejores prácticas entre la sociedad en general, los profesionales sanitarios y los encargados de formular políticas para detener la aparición y la propagación de infecciones resistentes a los antimicrobianos.

Para terminar es necesario recordar que sólo son eficaces para combatir las infecciones bacterianas. Los antibióticos no actúan contra los virus, por tanto no curan las infecciones causadas por éstos, como el resfriado común o la gripe. Pero no sólo no son beneficiosos, sino que hay que tener en cuenta los efectos secundarios que provocan y la alteración en la flora intestinal con consecuencias a corto y largo plazo. Este mal uso pone también su granito de arena en la aparición de nuevas infecciones por gérmenes resistentes.

El mensaje está claro: Tomemos conciencia del problema y exijamos políticas que frenen la escalada de resistencias, investigación y buenas prácticas a profesionales sanitarios y población general para un consumo responsable.

¿Cómo comen nuestros niños y niñas?

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EsNuPI nos lo cuenta. No se trata de un muñeco ni un juego. EsNuPI es el Estudio Nutricional en Población Infantil Española, la más reciente y mayor investigación sobre alimentación infantil realizada en España.
Nos desvela como comen los niños españoles y otros hábitos de vida y descanso.
Es un estudio representativo de la población infantil española de 1 a 9 años de edad que vive en zonas urbanas. Los datos se han obtenido a partir de encuestas realizadas a madres, padres y tutores.

El objetivo del estudio es conocer los patrones de alimentación y de hábitos dietéticos, de actividad física y de comportamientos sedentarios en población infantil de 1 a 9 años y evaluar la influencia de factores familiares y personales, educación de los padres y estatus socioeconómico.

Y ¿cómo comen nuestros niños y niñas?
Algunos de los datos publicados del estudio son:
* Ingesta adecuada de energía, siendo los hidratos de carbono los macronutrientes que más contribuyen a la ingesta energética total.
* Ingesta de proteínas y grasas superiores a las recomendadas por las autoridades internacionales de referencia.
* Ingesta de azúcares totales por encima de las recomendadas y creciente con la edad.
* La principal fuente de calcio y vitamina D son la leche y los productos lácteos. La mayoría de los niños y niñas no alcanza las recomendaciones de vitamina D.
* Los niños y niñas de 1 a 4 años ingieren las cantidades adecuadas de calcio y magnesio, fundamentalmente porque la leche sigue siendo una importante fuente alimentaria. Pero su ingesta se encuentra por debajo de lo recomendado en los de 4 o más años. Existe una necesidad de mejorar la ingesta de los nutrientes relacionados con la salud ósea de los niños y niñas españoles, como el calcio, la vitamina D y el magnesio.
* De forma generalizada existe una ingesta excesiva de grasas saturadas, consideradas menos saludables, mientras es deficiente en ácidos grasos monoinsaturados, contenidos en el aceite de oliva, y poliinsaturados, especialmente de la serie omega-3, presentes sobre todo en el pescado. Es necesario por tanto incrementar el consumo de ácidos grasos Omega-3 DHA y reducir la ingesta de grasas saturadas.
* El consumo de alimentos considerados menos saludables va aumentando con la edad mientras que se reduce el de otros alimentos saludables, como la leche y los productos lácteos, las verduras y las frutas.

Conocer los hábitos alimentarios en esta primera década no sólo es importante en relación con el crecimiento y desarrollo de los niños y niñas, también lo son porque marcan el comportamiento nutricional a corto, medio y largo plazo.
En los primeros años de vida empiezan a establecerse los hábitos alimentarios, que se consolidan antes de finalizar la primera década. La mayoría de estos hábitos persistirán en la edad adulta.

Este estudio aporta datos útiles para identificar posibles problemas, permitirá intervenir estableciendo recomendaciones actualizadas de hábitos saludables en la infancia y desarrollar programas de intervención a nivel de salud pública.
Porque sabemos que los patrones dietéticos poco saludables en edades tempranas se asocian con una mayor prevalencia de enfermedades crónicas no transmisibles en la vida adulta (obesidad, hipertensión arterial, diabetes de tipo 2, enfermedades cardiovasculares, etc.) ahí está el objetivo último: la prevención de enfermedades crónicas en la vida adulta.

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¿Vacunamos de gripe a la población infantil y adolescente?

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La gripe llega cada año ocasionando un importante problema de salud pública. Ha habido un cierto paréntesis, porque al inicio de la pandemia de la COVID-19 la incidencia mundial de gripe fue muy baja, pero vuelve a reaparecer.

Afortunadamente la mortalidad en menores de 15 años es mínima pero el 95% de los que fallecen tienen menos de 5 años, la mayoría con uno o más factores de riesgo. Por eso veremos que es importante vacunar a esta franja de edad y sobre todo si tienen enfermedades de base.
Por otro lado la gripe causa un elevado número de visitas en Atención Primaria, consumo de antibióticos por las complicaciones, sobre todo respiratorias e ingresos hospitalarios.

La vacuna antigripal es la forma más efectiva de prevención de la gripe. Desde el año 2012 la Organización Mundial de la Salud y otras agencias reguladoras internacionales recomiendan que los niños de 6 a 59 meses sean considerados una prioridad para la vacunación contra la gripe. Así se han manifestado también la Comisión de Salud Pública del Consejo Interterritorial-Ministerio de Sanidad y el Comité Asesor de Vacunas de la Asociación Española de Pediatría (CAV-AEP).

Por tanto consenso en recomendar la vacuna antigripal a niños y niñas de 6 a 59 meses.
También lo hay en recomendar la vacunación a población infantil superior a 59 meses de edad, incluída la adolescencia, con condiciones de riesgo y a sus contactos estrechos. La población considerada de riesgo lo es por su enfermedad de base o por el tratamiento que reciben; pueden sufrir formas complicadas y más graves de la enfermedad o presentar una desestabilización de su patología. Se puede consultar el listado completo de situaciones y enfermedades en la web del CAV-AEP.
Debemos reforzar la vacunación en estos grupos especialmente vulnerables para lograr mejores coberturas de vacunación. Los estudios realizados nos muestran que en España la población de riesgo vacunada no supera el 20%.

¿Alguna otra recomendación para esta temporada 2022-2023?
El CAV-AEP detalla también que es recomendable vacunar:
Población a partir de los 6 meses que convivan con pacientes de riesgo.
Población a partir de los 6 meses que conviven con menores de 6 meses.
Profesionales sanitarios.
Embarazadas, tanto para su propia protección como para la de su futuro/a hijo/a, en cualquier momento del embarazo.

¿De qué vacunas disponemos este año?
Existen cinco vacunas comercializadas en España, todas ellas con un buen perfil de seguridad Se recomienda emplear las vacunas antigripales tetravalentes por vía intramuscular o subcutánea profunda y atenuadas para vía intranasal. La vacuna intranasal está aprobada para niños y adolescentes entre 2 y 17 años.

¿Con qué pauta? De 6 meses a 8 años de edad se administrarán 2 dosis separadas al menos por 4 semanas. Pero si el niño o la niña se hubiera vacunado de gripe con dos dosis en temporadas anteriores, sólo se le administrará una dosis este año. De 9 años en adelante, sólo se administrará una dosis.

La vacunación antigripal a la población pediátrica en general, a partir de los 6 meses, es una medida preventiva recomendable por cuanto proporciona protección individual y favorece la protección familiar y comunitaria.

Separarse con hijas/os adolescentes

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El próximo sábado día 22 estaremos en el XII Curso de Formación para Padres de Adolescentes que se celebra en el Colegio de Médicos de Alicante.
El Programa es muy atractivo y pueden acceder al mismo a través del enlace.
Nosotras hemos sido invitadas para hablar de las “separaciones de los padres, ¿cómo podemos evitar que les dañen?”.

En palabras de Eva Bach “Separarse cuando los hijos e hijas son adolescentes, no es mejor ni peor que hacerlo durante la infancia. Lo determinante no es la edad sino la actitud emocionalmente adulta, madura y sin dramas de madres y padres. El compromiso de ambos progenitores para transformar sus propias emociones y respetarse”.

Algunos aspectos sí son singulares con hijos/as adolescentes:
* Deben enterarse los primeros. Mal empezamos si se enteran por familiares o amigos.
* Es conveniente no señalar a uno de los miembros de la pareja como el responsable de la separación, porque intentarán buscar un culpable. Evitamos así que sientan la necesidad de proteger al abandonado, al que más sufre y de culpar al otro.
* Desde el momento que se les comunica la noticia y son conscientes de que su vida cambia responderemos a sus preguntas ¿dónde voy a vivir? ¿con quién? ¿voy a cambiar de instituto/colegio?… Es necesario darles voz, hablar claramente de cómo les afectará la separación, aclararles la hoja de ruta, si habrá una pérdida de poder adquisitivo. etc. Conviene, en la medida de lo posible, establecer juntos las nuevas rutinas.
* Se hablará de cómo va a ser su vida a partir de ahora, pero NO de porqué los padres han tomado esa decisión. El divorcio es un tema de los adultos y la decisión tiene que ver con problemas entre los adultos. Los motivos de una separación incumben solamente a la pareja.
* Los/as hijos/as adolescentes no pueden convertirse en jueces. Podemos aceptar que les duela la separación, les fastidie o se quejen, pero no que juzguen, que cuestionen las decisiones o que “perdonen”. Hay que recolocar amorosamente al hijo/a: sólo se les pide que respeten la decisión.
* Dejaremos que expresen sus emociones. Probablemente será la rabia o la tristeza. Pero muchas veces ya lo intuían y sienten alivio, se acabarán las discusiones y el mal ambiente.
* Necesitan oír que sus padres van a seguir estando ahí, que seguirán reuniéndose por ellos/as cuando sea necesario. Es muy tranquilizador que vean que hay dos personas adultas que se hacen cargo de la situación y que se ocuparán de resolver los problemas que surjan. También los adolescentes necesitan oír lo que se les quiere.
* Es más frecuente en la infancia, pero a veces también los/as adolescentes pueden sentir y expresar que la separación tiene que ver con ellos/as, sentirse culpables por que les oían discutir por sus problemas, sus conductas… hay que dejarles claro que no tienen nada que ver.
* Es muy importante que los padres no estén atenazados por la culpa. Si los padres sienten culpabilidad por el daño que la separación depara a sus hijos/as, serán incapaces de ejercer la autoridad. Lo mismo ocurre si no hay comunicación entre los progenitores, si no son capaces de establecer acuerdos básicos y coherencia en los criterios educativos. Desde la culpabilidad y la incomunicación se maleduca y les crea confusión. Las consecuencias son la rebeldía, el chantaje emocional o la manipulación. La rebeldía no es tanto contra la separación en sí y las dificultades que les supone, sino más bien por las actitudes inmaduras de los padres o la guerra abierta entre ellos. El chantaje emocional o la manipulación se desactiva si los padres se comunican, se respetan, se apoyan y toman conjuntamente las decisiones relativas a ellos/as.
* A veces tras la separación el/la adolescente tiene necesidad de asumir más responsabilidad de la que le corresponde o adopta el papel de sustituto del progenitor ausente. No debemos exigirles más de lo que les toca por edad, ni hacerles adoptar un rol que no es el suyo.

Irá pasando el tiempo y los/as hijos/as adolescentes respetarán las dificultades adultas si sienten también compresión y respeto hacia las suyas, si se les escucha y se les pregunta, si se tienen en cuenta sus opiniones en los cambios que les afectan directamente. Y sobre todo, si ven que sus progenitores se implican de verdad en querer estar bien y en hacer lo posible para que ellas y ellos también lo estén.

Debemos animarles a vivir su propia vida, a centrarse en sus planes y sueños, a seguir con las rutinas que puedan ayudarle (deporte, amistades, estudios). Que nada lastre sus inquietudes. La crisis familiar puede ser para el/la adolescente una oportunidad de crecimiento, de madurez, responsabilidad y autonomía.

Cecilia Martí. Orientadora y Mediadora Familiar
Isabel Rubio. Pediatra

Seguimos hablando del sueño

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Hace dos semanas escribía en estas mismas páginas cómo aprender a dormir. Me limité al primer año de vida, periodo en el que se producen los cambios más importantes. Sigamos hablando del sueño en la infancia.

Dormir es una necesidad biológica, una actividad diaria que tiene mucho que ver con nuestro bienestar.
En la infancia y adolescencia juega un papel fundamental a muchos niveles. Por ejemplo, favorece los procesos de atención y memoria, vitales en el aprendizaje.

¿Cuánto se necesita dormir?
La duración del sueño nocturno varía en función de la edad, estado de salud y de otros factores. Tanto en los adultos como en la infancia cada persona es única y tiene sus propias necesidades de sueño, que serán aquellas que le permitan realizar las actividades diarias con normalidad.
En pediatría disponemos de unas curvas de percentiles que nos orientan en función de la edad, como las de peso y talla. En general, la duración del sueño disminuye de unas 16-18 h. en el recién nacido hasta unas 8 h. en los adolescentes, con una gran variabilidad.

Es necesario recordar en primer lugar, que el sueño es un fenómeno fisiológico, pero el proceso de dormirse es una conducta aprendida. En segundo lugar, que establecer unos hábitos de sueño se relaciona con una mejor conciliación del sueño, un incremento de su duración y menos despertares nocturnos.

Por tanto a partir del primer año seguiremos con las mismas rutinas, que deben finalizar en el dormitorio. Estas rutinas se iniciarán unos 30-40 minutos antes de la hora de dormir. Pueden empezar con el baño, un masaje, poner el pijama, una nana, un cuento, una música suave… transmitiendo tranquilidad y seguridad. Cuando esté soñoliento/a pero despierto/a, es el momento ideal para dejarlo/a y que se duerma solo/a, sin la presencia del adulto. Mantener el mismo horario para acostarse y levantarse.

Sobre los 2 años entramos en la etapa del “no” y se negará a irse a la cama como se niega a vestirse o a sentarse a comer. Ahora necesitan unos límites claros, por ejemplo: un número de cuentos o canciones si anda con rodeos a la hora de quedarse solo/a. Lo importante, repito, es trasmitir tranquilidad y seguridad. No se debe perder la calma cuando se despierte a media noche, aunque sé que es difícil. Se lo he dicho siempre a los padres, “es que la noche no está hecha para educar, está hecha para dormir», por eso es tan importante que de día eduquemos.

El sueño nocturno disminuye gradualmente de 11-12 h cuando tienen un año de edad hasta unas 10 h a los 6 años. En la edad escolar los patrones de sueño son más estables y se parecen ya a los del adulto.

Algunas orientaciones más:
* Establecer siestas regulares durante el día según la edad del niño: a partir de los 18 meses es aconsejable ir dejando la siesta de la mañana. Entre los 3 y 5 años es aconsejable dejar la siesta de la tarde.
* No juegos que le exciten 1 o 2 horas antes de irse a la cama. Bajar la intensidad de la luz. El ambiente debe ser tranquilo.
* La habitación, cuando vaya a dormirse, tendrá una temperatura confortable, silencio o una música relajante y apenas luz.
* Evitar comidas y bebidas estimulantes como refrescos de cola.
* No usar el dormitorio como lugar de castigo.
* No debe haber pantallas en la habitación, deben estar en espacios comunes de la casa. Tampoco deben usarse al menos una hora antes de acostarse, les activan y su luz estimula el sistema nervioso central, empeorando la conciliación del sueño.

Y así llegamos a la adolescencia, que bien merece otro artículo.

Aprendiendo a dormir

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Dormir es una necesidad biológica, una actividad diaria que tiene mucho que ver con nuestro bienestar.
En la infancia, sobre todo durante el primer año de vida, es cuando ocurren los cambios más importantes en el sueño.

El recién nacido, inmaduro también en los sistemas de regulación del sueño, tiene períodos de sueño cortos, con una media de 40 minutos, que se distribuyen al azar durante el día y la noche. La alimentación, con su ritmo hambre-saciedad, es el factor externo más importante en modular el sueño en este período de la vida. En general, la duración del sueño total suele ser unas 16-18 h. en el recién nacido.
Progresivamente su cerebro va madurando y mantiene períodos de vigilia más prolongados durante el día y pasa más horas dormido por la noche.
A partir de los 6 meses establece su ritmo de vigilia-sueño con un sueño nocturno de hasta 5 horas seguidas.

Al año de vida suelen hacer una o dos siestas durante el día y duermen toda la noche con algunos despertares que coinciden con el final de los ciclos de sueño.
Cada bebé tiene un ritmo para alcanzar este patrón más estable. La mayoría se regulan sin problemas durante el primer año de vida, pero otros no y tienen frecuentes despertares nocturnos. Unos y otros entran en el rango de normalidad. Ahora bien, si el bebé cuando se despierta no es capaz de volver a dormirse solo, sin la intervención de los padres, es cuando empiezan los problemas del sueño que llevan de cabeza a las familias y son motivo de numerosas consultas.

Sabiendo por tanto que el primer año de vida es el período en el que se producen los cambios más importantes en el sueño ¿qué podemos hacer para favorecer unos buenos hábitos?.

Partimos de que cada niño/a es diferente. Lo tendremos más o menos fácil dependiendo de su madurez cerebral, su temperamento y nuestra experiencia como padres y madres. Por otro lado no olvidemos que el sueño es un fenómeno fisiológico, pero el proceso de dormirse es una conducta aprendida.

En los primeros meses se debe favorecer todo aquello que distinga el día y la noche, por ejemplo menos estímulos durante la noche, apenas luz o tomas más cortas. Empezar pronto con rutinas pre-sueño, como el baño si es relajante, un masaje, una nana o una música tranquila. Cuando esté soñoliento pero despierto, es el momento ideal para dejarlo en la cuna y que aprenda a dormirse sin la ayuda del pecho o el biberón. Tras las primeras semanas se puede usar el chupete, del que soy partidaria porque hay muchos tiempos de succión no nutritiva y es un gran aliado, además de su “efecto protector” frente al Síndrome de Muerte Súbita del Lactante.

A lo largo del primer año es aconsejable mantener la misma rutina que debe finalizar en el dormitorio, con el mismo horario para dormir. Seguiremos dejándolo soñoliento para darle la oportunidad de aprender a dormirse por sí solo. No despertarlo/a para comer y si es preciso alimentarlo/a, hay que ir progresivamente reduciendo el tiempo que se ofrece el pecho o la cantidad de leche del biberón.

¿Acunarle para dormir? Sí, siempre que no sean movimientos enérgicos porque fuerzan un estado de sueño más ligero; hay consenso en aconsejar sueño sin movimiento, es decir, antes de que se quede dormido se deja en la cuna. Se trata de que acepte la cuna como un espacio familiar nocturno. Tardará en dormirse un tiempo variable, pero no necesitan la presencia del adulto.

Cuando el bebé se despierta llorando es necesario calmarle, el que parece mejor método es el contacto suave, acariciarle. Los padres deben encontrar el método más eficaz para apaciguar a su hijo/a y utilizarlo siempre.

A partir de los 7 meses ya puede aparecer la ansiedad por separación y el bebé llorará “exigiendo» la presencia de la madre o del padre. Es ahora cuando aconsejamos dar un peluche o juguete blando seguro como compañero de cuna.

En mi experiencia hay bebés que son “todo terreno” en los que cualquier rutina es válida, otros son más difíciles a la hora de instaurar unos hábitos saludables. Pero si los padres inician el camino con seguridad y establecen rutinas que den al bebé la oportunidad de aprender a dormirse solo, la senda elegida favorecerá con más probabilidad un sueño saludable.